Por Alejandro Hernández y Hernández
Graves son los hechos en donde la policía de Iguala Guerrero, abrió fuego contra estudiantes matando al menos a seis y dejando heridos a otros más, tan grave como la desaparición de otros cincuenta y tantos jóvenes, los cuales habrían sido subidos a camiones de la policía, según refieren algunos testigos. Aunque diversos medios radiofónicos y de Internet han mencionado que ya han ido apareciendo algunos que, ante la persecución policiaca se escondieron en pueblos cercanos.
El alcalde de Iguala, de una manera totalmente incoherente ha dicho que el no sabe nada porque cuando sucedieron los hechos estaba en un baile, incluso en los primeros momentos de confusión dijo que no tenía conocimiento de que hubiera habido muertos y que los policías del municipio sólo habían hecho “algunos disparos al aire”.
Resulta peligrosísimo el cariz de los acontecimientos que se están dando en aquel lugar, y en otros como en Puebla, donde escudado en una fallida ley antimanifestaciones, el gobernador de aquel estado habría ordenado la disolución de una protesta mediante disparos con balas de goma, una de las cuales mató a un menor de edad, pues pareciera que el fantasma del autoritarismo rondara por encima de las sillas de alcaldes y gobernadores enfermos de poder.
La protesta social tiene una fuente: la ineptitud de quienes han sido elegidos para resolver las necesidades de las personas, sin duda; por tanto es legítimo el derecho de la gente a protestar y a hacerse oír, y es obligación de los gobernantes y funcionarios, de cualquier nivel de gobierno, atenderlos. Ya va siendo hora de que se entienda que mandatario no es el que manda sin restricciones, sino el que ha recibido la oportunidad de hacerlo, pero para trabajar a favor del pueblo. Desafortunadamente la clase política de este país se ha convertido en una especie de nueva realeza, que cree que el poder se hereda entre los integrantes de un clan, y que se ejerce como una potestad divina sin consultar al pueblo.
Es cierto que es difícil contener el descontento social, sobre todo en zonas de gran efervescencia política como es el estado de Guerrero, pero ahí es en donde debe entrar el trabajo político y el social, previniendo, con acciones que beneficien al pueblo, el descontento y la protesta violenta.
Hoy vemos un clima enrarecido en varios estados de la República, un descontento que ha ido acumulándose a lo largo de los años y que han venido a incrementar las reformas del gobierno federal que, al día de hoy, no dejan ver todavía los supuestos beneficios en el bolsillo de los mexicanos.
Aguas, porque la reata siempre se revienta por lo más delgado, y cosa más delgada que la paciencia de los mexicanos en este momento no hay.
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