Empujados por una naciente conciencia ecológica, nuestros días parecen ser el inicio de la era del reciclaje; el planeta y las futuras generaciones se beneficiarán de que reutilicemos algunas cosas y que frenemos, con ello, el deterioro del medio ambiente. Sin embargo, no siempre reciclar es bueno; esto que parece una contradicción en realidad no lo es si de políticos hablamos.
Y me permitiré a continuación, estimados lectores, explicar mi punto. Con las recientes reformas electorales se abrió la puerta para que los candidatos independientes, es decir, personas sin el respaldo de algún partido político, puedan contender por un puesto de elección popular. Esto, que podría ser una forma de contrarrestar la hegemonía perniciosa de la partidocracia, está siendo aprovechado por algunos políticos venidos a menos para tratar de recuperar viejas glorias.
Muchos “políticos de carrera”, acostumbrados a ir de partido en partido, valiéndoles poca cosa la ideología política, o rechazados por estas entidades por ser elementos negativos o con ambiciones desmedidas, ahora han visto en las candidaturas independientes una manera de regresar a pescarse de la ubre presupuestal, lo cual contraviene completamente el espíritu de la candidatura ciudadana.
Desafortunadamente la ley no contempla ninguna restricción para este tipo de parásitos que, como un virus que muta según las circunstancias, pretenden seguir infectando la vida política del país. Ante esto, la única manera de darles a las candidaturas ciudadanas un peso que incline la balanza a favor del pueblo, será que los votantes nos involucremos de lleno en los procesos electorales. Para empezar conociendo quién o quiénes serán los candidatos que se postulen, tanto los que sean respaldados por un partido político como los que surjan de la nueva modalidad ciudadana, esto para “filtrar” a los parásitos del sistema, los cuales no sólo saturan el abanico de posibilidades sino que envician los procesos que se pretenden rescatar.
Después, tratar de entender qué es lo que proponen y cómo es que piensan lograrlo, pues no dudo que haya gente que traiga las mejores intenciones del mundo, pero sin que tenga la menor idea de cómo aterrizarlas. Lo anterior me remite a la elección para diputados locales pasada, en donde yo cuestionaba a uno de los candidatos, que decía que iba a poner Internet gratuito en toda la ciudad, que cómo lo pretendía lograr. Él, lleno de un optimismo enternecedor, me contestó que evitando la corrupción. Supe inmediatamente que nunca lo iba lograr. El Internet cuesta dinero, el cual tendría de salir de alguna partida presupuestal a propósito, o del recorte de alguna ya existente, sin embargo, el desconocimiento de los devenires presupuestales y cómo se da la adjudicación del dinero para los programas de gobierno, fue lo que no le permitió contestar con propiedad mi pregunta, pues combatir la corrupción es una cosa pero asignar dinero a una iniciativa es otra completamente diferente.
Y por último, ir a votar, de nada sirve tanto dinero gastado en procurar la democracia si el ciudadano no ejerce su derecho de ir a las urnas.
Hay quien dice que odia la política, pero ésta debería de ser un quehacer fundamental de todo ciudadano responsable, pues mire nomás cómo nos tienen por habérselas dejado a los que ahora la tienen.
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