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Expediente 2020: Mujeres desaparecidas



Luis Velázquez

09 de noviembre de 2020


Hay días como hoy cuando luego de leer el balance sobre las mujeres desaparecidas en Veracruz, el ciudadano común se pregunta si hay razón de peso y con todo para seguir reclamando la procuración de justicia.
Días cuando, además, una parte de la población electoral se pregunta si vale la pena votar en las urnas por los candidatos a un cargo público, si todos, el 99 por ciento, digamos, ofrecen la tierra prometida y solo dejan como legado un infierno.
Un infierno llamado Veracruz.
Así, el ciudadano de a pie se vuelve a preguntar si las marchas en calles y avenidas y carreteras…
Los discursos incendiarios como parte de la resistencia pacífica…
Los plantones ante los palacios municipales y de gobierno del estado en Xalapa…
Las declaraciones mediáticas con la estadística de la muerte…
Las cartas a la ONU convocando su generosidad solidaria…
Y si las tomas de oficinas públicas dejan resultados concretos y específicos para, como en el caso, detener, frenar, desaparecer, aniquilar, disminuir el número de mujeres desaparecidas.
Por ejemplo, la última referencia del Observatorio Universitario de Violencia contras las Mujeres de la Universidad Veracruzana (OUVmujeres) identificando la desaparición de 223 (doscientas veinte y tres) mujeres de norte a sur y de este a oeste de Veracruz enchina el cuerpo y «pone los pelos de punta» ante una realidad avasallante azotada por vientos huracanados.
Por lo siguiente:
De acuerdo con ellos, de las 223 desaparecidas solo sesenta y nueve (69) fueron localizadas.
Es decir, 153 (ciento cincuenta y tres) nunca, jamás, fueron ubicadas, como si de pronto, ajá, hubieran volado al cielo como Remedios, la bella, en la novelística de Gabriel García Márquez en «Cien años de soledad».
Y una soledad, en efecto, recrudecida con saña y barbarie porque cada mujer desaparecida deja pareja e hijos huérfanos, en una angustia inacabable ante la zozobra y la incertidumbre de su destino.

PEONES EN EL TABLERO POLÍTICO

El ciudadano común y sencillo lee sobresaltado la estadística de la desaparición femenina en Veracruz enfocando los municipios más sórdidos, siniestros y sombríos con Poza Rica, Veracruz, Martínez de la Torre, Tuxpan, Papantla, Xalapa, Acayucan y Coatzacoalcos, donde se concentra el mayor número de mujeres desaparecidas.
Luego, se horroriza más cuando el Observatorio de la UV enmarca el rastro de la violencia con mujeres asesinadas, feminicidios, desaparición femenina forzada y agresiones contra mujeres.
Entonces, simple y llanamente, se llega a la conclusión universal de que la autoridad utiliza los feminicidios y desapariciones de mujeres como peones en su tablero de intereses para «curarse en salud», declararse feministas al cien por ciento y hasta anunciar, ajá, mucho tiempo después de tantos estragos de la incertidumbre y la zozobra, que dedicará un día a la semana toda la conferencia mañanera a hablar sobre los feminicidios creyendo y pensando que así el río de sangre femenina disminuirá como por arte de magia de la 4T.
Y sin embargo, tal cual han transcurrido dos años de las tribus de MORENA en el mando gubernamental y como en el caso de Veracruz, si con Javier Duarte fuimos «el peor rincón del mundo para el gremio reporteril», ahora, el primer lugar nacional en feminicidios, luego del Estado de México.
Y por más «golpes de pecho» oficial, el resultado es tan fatídico como desalentador, y lo más grave, nada, absolutamente nada anuncia una lucecita en el largo y extenso túnel lleno de cardos y espinas.
La autoridad, en su «mundo color de rosa».
Los familiares de las mujeres asesinadas, ONG, Colectivos y Observatorios, en su mundo de la protesta, el coraje y la indignación crónica.
Las tribus eclesiásticas denunciando el Veracruz ensangrentado con mujeres asesinadas y desaparecidas, sin ningún resultado.
Y los partidos políticos y sus líderes y sus diputados locales, soñando con ganar las elecciones de alcaldes y legisladores locales y federales a mediados del año entrante.
Nunca como ahora, los derechos de las mujeres, a la deriva en un Veracruz lleno de dolor y sufrimiento.

LO PEOR ES EL OLVIDO

Lo peor de las mujeres desaparecidas es el olvido social. Y por eso mismo, ha de continuarse en el frente de batalla.
Lo peor del sangriento Veracruz del siglo XXI es «dejar hacer y dejar pasar» y mirar las desapariciones como normales y resignarse al mal fario, cruzados de brazos.
Lo peor es acostumbrarnos a los crímenes, desapariciones y a la impunidad porque significa dejar a la población indefensa, por un lado, ante los malandros, y por el otro, ante el desdén, el menosprecio y el desprecio oficial.
Lo peor es quedarse callado ante las bandas malignas de Veracruz que parecen estar adueñadas de todas las pelotas y tener solos el volante en las manos.
Por eso, con todo y desaliento y desencanto y riesgo social y político ha de seguirse en la lucha para que ninguna mujer asesinada y/ o desaparecida quede en el olvido de la impunidad.
Y es que el día cuando los graves pendientes sociales, económicos, educativos, de salud, seguridad y justicia estén olvidados, todos nos podriremos solitos en el infierno.

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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