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Diario de un reportero: La vida crapulosa

LUIS_VELAZQUEZ

•“La gloria”

•“El infierno”

•“El purgatorio”

Luis Velázquez

14 de marzo de 2020

DOMINGO

El paraíso terrenal

¡Ay, tiempos reporteriles aquellos llenos de felicidad en los antros bailando con la música de La Sonora Santanera y una cortesana!

¡Éramos pobres y muy felices!

La libertad de los reporteros fermentaba en la mirada de cada uno buscando el fin de semana, no la noticia de 8 columnas, sino el cuerpo femenino soñado descubierto, como dice la canción, en el rincón de un prostíbulo.

Entonces, había en la ciudad, digamos, tres centros turísticos enlazados por el destino.

Uno, se llamaba “La gloria” y era la casa de citas con las chicas más jóvenes y sabrosas de la época.

El otro, se llamaba “El infierno” y era el prostíbulo y estaba a una cuadra.

Y a la siguiente cuadra, en una esquina, el tercero. Se llamaba “El purgatorio” y era el motel donde las parejas furtivas del antro terminaban en el festín de la carne hasta cuando el sol caía a media mañana con el ardor tropical.

Cada 8 días, aquel grupo de reporteros se reunía en “El infierno” y en donde se quedaba, ya la mitad del salario, ya la mitad o la totalidad del embute semanal.

LUNES

“La mesa que más aplauda…”

En una mesa, siempre la misma, se sentaba un grupo de reporteros donde entre sí competían como el Vítor y el Latin Lover como el mejor bailador, siempre con unos pasitos nacidos en la euforia etílica y bamboleándose con la mejor trabajadora sexual de la noche.

En la mesa de enfrente siempre estaban un par de reporteros acompañados de unas cuatro chicas. Uno de ellos, coleccionaba mujeres. Y el otro, confundía el prostíbulo con el púlpito y el confesionario de la iglesia y entonces en el transcurso de la noche entre copa y copa les hablaba del evangelio para purificarse y lograr, según decía, que volvieran al redil del bien.

En otra mesa, un trío de reporteros ya viejitos, en el último viaje fascinante de la vida, se la pasaban bebiendo llenos de nostalgia periodística recordando hazañas en el frente de batalla y con frecuencia salían peleados porque cada uno alardeaba que era el mejor periodista del Golfo de México.

En nuestra mesa siempre estaba un cuarteto de escribidores, cada uno con su chica, siempre la misma, porque casi casi habíamos terminado enamorados de ellas.

MARTES

Una mesalina fascinante

En su libro de cuentos, Cantar de ciegos, Carlos Fuentes cuenta la vida intensa de unos jóvenes y en donde un chico dice a su chica:

“Somos jóvenes y tenemos derecho a vivir sin responsabilidades”.

Eran los mediados del siglo XX, tiempo aquel, por ejemplo, de las sabrosísimas minifaldas y los greñudos y las pastillas anticonceptivas y la vida hippiosa y las comunas con el intercambio de parejas y el tiempo del consumo de drogas y ni se diga del alcohol.

Y el tiempo de acariciar sueños en la euforia sabadaba como dice el clásico.

Una cortesana de “El infierno”, por ejemplo, solía pasar al periódico en las noches por un compañero reportero a quien lo esperaba hasta el cierre y cada vez cuando aparecía seductora hacia las 22 horas le decía:

–Hoy quiero estar contigo. Por eso no fui al prosti… y que así llamaba de cariño al prostíbulo.

Y la mesalina aquella, de unos 24, 25 años de edad, lo esperaba y luego se iban a su departamento y se encerraban hasta el mediodía del día siguiente, felices de estar juntos y haberse encontrado en la ladera de la vida rodando como las piedras.

MIÉRCOLES

Amor afiebrado

Un reportero tenía una cortesana de planta de nombre Rubí. Recién habían apagado la primera velita de su aniversario. Entonces llegó una chica rubia, flaquita flaquita, de seno exuberante, de unos 22 años, y el escribidor se prendó de ella.

Y la cortejó una y otra y otra vez… hasta que una madrugada, todos borrachos, Rubí echó pleito al colega. Y le reprochó sus coqueteos con la chica rubia de 22 años, flaquita, como una mozuela de quince años.

Y aquella cortesana enamorada, tan urgida de cariño dada la terrible y espantosa soledad en que vivía, de pronto, ¡zas!, en el forcejeo, sacó una navaja y se la quiso hundir al reportero.

Y se armó el zipizape.

Un conjunto musical siguió tocando una canción de La Sonora Santanera y que era la preferida. Pero la trifulca, o mejor dicho, el intento de asesinato era peor.

Y es que en el mundo está comprobado que ninguna pasión amorosa es tan impetuosa, frenética y avasallante como cuando se tiene de pareja a una trabajadora sexual.

La policía por poco y cierra “El infierno” y entre todos los periodistas clientes asiduos hablamos con el jefe policiaco. Manlio Tapia Camacho era el presidente municipal de Veracruz, y entendió las pasiones descarriladas del amor afiebrado.

JUEVES

Escuela de pasiones

En aquellos prostíbulos donde éramos pobres, libres y felices nuestra generación encontró una escuela casi casi de posgrado.

Y de posgrado, porque más allá de que todas las noches trabajaban unas cincuenta cortesanas, “El infierno” se convirtió en una escuela de pasiones, deseos, amores, desencantos, rupturas y reconciliaciones y de utopías fallidas, pleitos amorosos por adueñarse del sujeto y objeto supremo del deseo.

Éramos felices, porque aquel mundo era el principio y el fin pues allí teníamos todo.

Incluso, las chicas eran solidarias y cuando algún compañero andaba sin dinero se lo prestaban. Y cuando era lanzado de su departamento por falta de pago le cubrían la mensualidad y si era necesario se lo llevaban a vivir a su depa así durmiera en suelo o calientito.

Es más, y cuando así sucedía, con todo y acostarse tarde se levantaba temprano para hacer el desayuno y hasta la comida formando, digamos, una comunidad fraterna.

VIERNES

Pasiones memorables

Muchos años después, la puerta al cielo, La gloria (la casa de citas), El infierno (el antro) y El purgatorio (el motel) fueron clausurados en nuestras vidas.

Fue un sabadaba hacia la medianoche. Un colega reportero fue al baño y orinó sangre. Y regresó a la mesa alarmado, angustiado.

Así la pasó el resto de la noche y el domingo y el lunes, sangrando, hasta que el urólogo lo recibió el martes y le dio un botiquín de medicinas para frenar el sangrado.

–Se te reventaron unas venas… por tanto alcohol. Y tienes dos caminos: uno, te operas y sigues tomando. Y dos, tratamiento médico y dejas el alcohol.

Era hora, además, de pensar en la familia. Los niños iban creciendo y las necesidades aumentaban.

Y aquella vida de crápulas quedó en el olvido, pues el resto de compañeros quedamos asustados con aquellos dos días y medio sangrando.

Albert Camus decía que la felicidad consiste en estar de acuerdo con la vida que se lleva.

Y, bueno, durante un tiempo así fue con aquella vida nocturna de los sabadabas. Pero como dice una bruja del mercado, “antes como antes y ahora como ahora”.

Y de aquellos amores vividos en el prostíbulo sólo quedaron bellos recuerdos, imborrables, memorables y citables…

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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