Se pierde emotividad para muertos

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Foto: Carol Suárez
Foto: Carol Suárez

El epitafio era un recurso poético para expresar profundos sentimientos a quienes pasaban a mejor vida.

 

“Aquí yace Juan García, que con un fósforo un día, fue a ver si gas había… y había”. La gente abandonó las estructuras literarias y poéticas grabadas en lápidas o tumbas. El mensaje emotivo a los fieles difuntos ha sido arrancado por la crisis humanista actual.

El epitafio era un recurso poético para expresar profundos sentimientos a quienes pasaban a mejor vida.

Aún se observan esos escritos en tumbas abandonadas del cementerio más antiguo de Xalapa: 5 de Febrero, cuyo nombre oficial es Cementerio Municipal.

Son pensamientos que trataban de reponer emocionalmente a los deudos o familiares en el proceso del duelo.

Para el cronista de Xalapa, Vicente Rafael Espino Jara, se trataba de un “responso de identidad”, es decir, una última oración que se reza por la persona que ha muerto.

“A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”, se lee en la cripta de Alphonse de Lamartine, un escritor, poeta y político francés, quien falleció en 1969.

Según medios de comunicación nacionales también famosos mexicanos dejaron frases en sus lápidas que aún son recordadas.

“Parece que se ha ido, pero no”, se observa en la de Mario Moreno “Cantinflas”.

Espino Jara relata que los epitafios datan de los siglos XVIII y XIX en México; sin embargo, dicha tradición se ha perdido en las nuevas generaciones.

“Se ha perdido el enfoque del epitafio que tenía esa profunda estructura literaria, se ha perdido últimamente. El desarrollo de la sociedad se vuelve cada día más simple, estamos en la crisis de un humanismo”.

En aquella época prevalecía una formación gramatical en la población, que era expresada a través de la poesía, música y los epitafios.

“Tenían un profundo sentido poético muchos de ellos y que lejos de ser grotescos, como a veces utilizamos en las redes sociales, tenían esta parte de profundo sentimiento”.

En el cementerio mencionado yace la placa del poeta y político veracruzano José María Esteva.

“Polvo, ceniza, nada”, se lee en su lápida. Corresponde a uno de los epitafios más significativos del lugar.

TUMBAS MÁS ANTIGUAS

Las iniciales “C. M.” se observan al lado izquierdo de una placa labrada en piedra, en la entrada principal del panteón 5 de Febrero.

Inexplicablemente fue pintada, lo que impide su legibilidad; sin embargo, el monograma resulta atractivo para los visitantes.

El primer cementerio civil de la capital fue construido en 1832 por un decreto del entonces gobernador de Veracruz, Sebastián Camacho.

Quien se encuentra allí sepultado y su lápida es una de las más antiguas.

Él determinó la necesidad de un cementerio público ante los problemas registrados en los camposantos -espacios que se encontraban en los atrios de los templos-.

“Tanto en el Calvario como en el San Francisco, es decir, donde hoy está el parque Juárez, esa situación trajo como consecuencias, ya había problemas de salud pública que se presentaban sobre todo por las epidemias, entonces buscaron una opción para hacer un cementerio municipal”, narra el Cronista de la ciudad.

Las autoridades decidieron que el panteón quedara en la salida de Xalapa, que en ese entonces era la carretera nacional -camino que comunicada a México con Veracruz-, ahora la avenida 20 de Noviembre.

En busca de una regularización de las sepulturas, a partir de ese momento, surgen las tumbas en Xalapa.

El panteón ha pasado diversas etapas. Ya en los años ochentas, el gobernador Agustín Acosta Lagunes y el entonces alcalde Ignacio González Rebolledo pretendían convertirlo en un jardín y un área de desarrollo habitacional.

Se registró un gran disgusto en un colectivo grande de xalapeños y una lucha de varios meses, por lo que el gobierno federal y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) intervinieron.

El cementerio fue declarado como monumento histórico de Xalapa y eso evitó que lo destruyeran.

“Pero durante toda esa jornada de indecisión se hicieran exhumaciones y después se prestara todo para un proceso de saqueo, destrucción y abandono”, cuenta Vicente Espino.

DAÑOS IRREPARABLES

El inmueble luce deteriorado, maltratado. Ha sufrido daños en su estructura, pese a que el INAH prohíbe dicha situación.

En el acceso por la calle 5 de Febrero, se observa la capilla del General Juan de la Luz Enríquez. En la parte trasera, se encuentran los restos de Sebastián Camacho.

“La lápida de Sebastián Camacho es una de las más antiguas, pero por el lamentable deterioro y el abandono se ha ido perdiendo”.

Los rasgos arquitectónicos fueron modificados para que el cementerio creciera con dirección a la avenida 20 de Noviembre.

Los columbarios fueron destruidos y retirados del lugar. Se trataba de nichos que contenían las urnas cinerarias en los sepulcros de familia.

Los romanos iniciaron con estas tumbas colectivas, mismas que tenían una forma cuadricular.

La gente moría. La demanda crecía. El Cementerio Municipal resultaba insuficiente.

Los trabajos de ampliación ocasionaron la pérdida de los columbarios y otros aspectos históricos del lugar.

La primera etapa constructiva del cementerio se dio en la parte de la calzada 5 de Febrero.

Donde se observan los monumentos con mayor belleza histórica, propiedad de las familias Bouchez, Canova, Domínguez, mismas que conservan su esencia.

A juicio del cronista, también los cementerios Palo Verde y Bosques de Xalapa presentan deterioro y lucen descuidados.

Por tal motivo, los ayuntamientos que entrarán en funciones el año próximo deberán diseñar una política económica y pública para el manejo de los panteones.

“Debemos crear condiciones administrativas acorde a lo que tenemos en la mano. Hagamos acuerdos con las autoridades especializadas, con la universidad veracruzana, para que hagamos un trabajo de recuperación de nuestro patrimonio y lo podamos exhibir dignamente y le estemos dando mantenimiento permanente”.

OPORTUNISMO

La estructura decimonónica del cementerio se ha prestado para la construcción de leyendas.

“El cementerio como tal no tiene leyendas. Hemos venido sustituyendo el epitafio emotivo y sentimental por construir leyendas, eso se dio a partir de un programa que nació hace algunos años en el Colegio Preparatorio de Xalapa, que se llamaba la ruta fantasmal”.

Se trataba de recorridos nocturnos en el panteón 5 de Febrero, para que la gente aprendiera sobre la historia que encierra su estructura.

“Pero ha ido creciendo con diversos actores, diversos grupos, que lo que vienen construyendo es una leyenda para generar público que en lo personal no me parece cuando se pierde esa visión humanista de recuperar la memoria y se le da el sesgo del horror”, lamenta el Cronista de Xalapa.

Y es que las actuales actividades programadas sólo buscan atraer gente con base en mentiras y la cultura del horror, impuesto por el cine americano.

Anteriormente, la antropóloga Nidia Cañedo Morales organizaba y encabezaba los recorridos guiados, donde explicaba la relevancia de cada tumba, como la de Juan de la Luz Enríquez, quien fue gobernador.

Sin embargo, recientemente se ha ido imponiendo una visión terrorífica y de mercado, con fines lucrativos.

Por ello, el regidor cuarto del ayuntamiento capitalino, Lino Jiménez Gómez, encargado de la Comisión de Panteones, ha dado privilegio a dicha situación, dejando de lado las visitas guiadas que aportaban datos históricos y culturales a la población.

Y es que los espectáculos de terror se asemejan a la festividad norteamericana Noche de Brujas (Halloween).

A juicio del cronista, pareciera que el regidor citado prefiere fomentar dicha tradición extranjera.

“Yo creo que el ponerle precio no es correcto cuando el espacio público que se está utilizando es un monumento histórico, por lo tanto es patrimonio de todos los mexicanos, ahí deben de regularlo una institución y no especular con el escaso patrimonio que nos queda”.