La compleja tarea de visibilizar el talento femenino

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Por Estefania Ibañez

Han pasado 22 años de la muerte de Guadalupe Dueñas (1910-2002) y su herencia artística sigue reinando, imagen de ello es el próximo lanzamiento del libro Guadalupe Dueñas. Obras completas, del Fondo de Cultura Económica. La selección de esta segunda edición corregida y aumentada, con piezas ya publicadas e inéditas de la escritora y promotora cultural jalisciense, la realizó Patricia Rosas Lopátegui, quien se suma al fomento de muchas mujeres y hombres que ya no quieren que la genialidad de las exponentes del arte sea un elefante en la habitación.

La académica protesta por las que ya no están, rescata y convida, a quien está abierto a conocer, el trabajo y talento de artistas mexicanas del siglo XX, algunas sin razón desaparecidas del mapa cultural, otras, debido a los rumores que se han transmitido generación tras generación.

Sin deseo de revictimizar la creatividad de las artistas, no se debe olvidar que muchas tuvieron que abrirse camino revolucionando la mentalidad de su entorno y dejando cuerpo, mente y alma en su quehacer artístico, esos temperamentos son los que Patricia homenajea a través de publicaciones como Elena Garro sin censura (Gedisa, 2023); Nahui Olin. El volcán que nunca se apaga (Gedisa, 2022) o Antonieta Rivas Mercado. Torbellino de voluntades (Gedisa, 2022), estos dos últimos de su serie InSurrectAs. Son sólo algunos, su catálogo es amplio.

Conocimiento vs. misoginia 

Patricia disfruta de esencia rebelde. Nacida en 1954 en Tuxpan, Veracruz, llegó a Elena Garro (1916-1998) en su juventud; desde esa época robusteció su pensamiento valiente gracias a los personajes femeninos que rompieron patrones en los diversos libros de la escritora poblana, ahora también reconocida como dramaturga, guionista y traductora.

La académica rememora cómo fue vivir en Monterrey, Nuevo León, cuando estudió la licenciatura en Letras Españolas, acompañada simbólicamente de la creatividad de la autora de Los recuerdos del porvenir (1963).

“Un aspecto que me tocó una cuerda muy importante en nosotras las mujeres fue precisamente su tratamiento de la mujer en la sociedad patriarcal, es decir, una mirada totalmente feminista, con todos los personajes en la novela: JuliaIsabelConchita, las cuscas. Todos los personajes femeninos están oprimidos, están bajo el látigo masculino por una razón o por otra, eso también me tocó muy de cerca ya que estaba estudiando Literatura y Letras Españolas en el Tecnológico de Monterrey, y todos mis compañeros que estudiaban Ingeniería se burlaban de nosotras las que estudiábamos Literatura, porque decían que estábamos estudiando únicamente para encontrar marido. Así nos lo decían en nuestra cara”, revive esas experiencias la también ensayista.

Patricia combatió preguntas como “¿Para qué estudias si te vas a casar?” “¿Ya sabes cocinar? Porque si ya sabes, ya te puedes casar”, frases en apariencia inofensivas, pero que fueron expresadas en tono de burla y agresión, y que indudablemente, la ofendieron.

“Otro insulto era ‘¿tú qué estudias? ¿Y eso? ¿Letras? ¿Como la sopa de letras?’. Ver a estos personajes como Isabel Moncada cuyo destino es casarse y que ella se rebela en contra de ese destino machista, a mí me liberó y me hizo todavía reforzar más el deseo de no perpetuar esos roles machistas, esa misoginia.

“Elena fue para mí muy importante en ese sentido. Creo que por eso se convirtió en mi motor de vida”, evoca la investigadora.

Aunque sus contemporáneos eran feroces, Patricia y sus colegas tuvieron que aprender a responder de forma rigurosa, lo hicieron a través del conocimiento.

“Nosotros nos defendíamos y les decíamos que estábamos seguras que ellos no tendrían la capacidad de entender una novela como Los recuerdos del porvenir de Elena Garro y les decíamos, por ejemplo, ‘qué saben de la historia de México, qué saben de Venustiano Carranza, qué saben de Francisco I. Madero, qué saben de la Guerra Cristera’, por supuesto que no sabían, sabían lo que se repite a través de la historia oficial. Decían que Carranza era el gran héroe de México, el padre de la Constitución Mexicana, nosotras le decíamos que fue un traidor, fue un dictador, se autonombró presidente de México, pero nunca lo fue.

“También les preguntábamos por Obregón. Así nos defendíamos, a través de Elena. Les decíamos ‘estamos seguras de que ustedes no podrían leer Ulises (1920) de James Joyce’, porque nosotras leíamos no sólo literatura mexicana, sino universal. Así nos defendíamos porque eran sumamente agresivos”, explica la profesora en Literatura Mexicana e Hispanoamericana.

Mejor migrar

Patricia estuvo una corta estancia en la Ciudad de México, hacía investigación y promoción de la autora de Testimonios sobre Mariana (1981). Al conocer a los grupos culturales y medios de comunicación de los 80, aceptó que no podría ejercer con libertad su vocación.

“Cuando tomé este compromiso con ellas y sobre todo con Elena Garro sabía que no iba a ser un camino color de rosa, de hecho, en gran parte, por eso salí de México, porque viví en la Ciudad de México de 1980 a 1984, en ese periodo estaba muy centrada en mi trabajo de investigación sobre Elena Garro, pero había tal cerrazón entorno a ella, tal crítica que decía ‘aquí no voy a poder trabajar sobre Elena Garro’, nadie quería hablar de ella, es como si estuviera hablando de un personaje apestado, un personaje que tuviera lepra y que no la puedes tocar porque te vas a contaminar, porque te vas a infectar. Así sentía”, afirma la académica.

Poder desenterrar el legado de Elena Garro ha implicado para Patricia placeres y disgustos. Para no perder el entusiasmo al respecto decidió seguir con ese deber desde Estados Unidos.

“Era tan fuerte el rechazo del medio cultural mexicano, ya había publicado varias cosas y era terrible. Busqué la manera de estudiar en Estados Unidos para continuar con mi proyecto.

“He podido trabajar y publicar y hacer lo que he hecho sobre Elena Garro, porque no vivo en México, si viviera en México no lo hubiera podido hacer, porque el machismo, la misoginia y el grupo de Octavio Paz que sigue en el poder es sumamente fuerte, el statu quo es muy fuerte”, explica.

Reivindicar a las escritoras mexicanas

 Sería injusto no dar lugar a todas las escritoras que han nacido en este país, conocidas o con imagen discreta, sin embargo, Patricia cree que todavía no se alcanza la equidad de género en la literatura, para ella, falta exposición, faltan propuestas, pero reconoce que las generaciones de este siglo van consolidando la literatura femenina.

“Entiendo y me da un enorme gusto que cada día haya más jóvenes mujeres escribiendo y publicando, pero no solamente se trata de publicar, publicar quizás sea hasta el paso más fácil dentro de este mundo caníbal que es el mundo de la cultura y de la literatura, porque viene el segundo paso que es el de la distribución de tu libro, que tu libro se distribuya por lo menos en las librerías más importantes adónde va el público o de manera virtual en muchas plataformas.

“Y luego el otro punto es que no hay crítica, no hay prensa sobre estas nuevas voces o todavía es menor en comparación a la crítica o a la prensa que se les hace a los escritores varones”, argumenta.

Los puntos de vista correspondientes a las escritoras y su talento no siempre deben ser en favor, es respetable también la diversidad de opiniones. En ese aspecto Patricia tiene una valoración severa que abona al análisis y al crecimiento.

“Todo esto es muy complejo, no es nada más de que ahora ya están escribiendo las mujeres y ya están publicando, sí, pero, ¿cuántas de ellas están siendo realmente leídas y difundidas? Todavía contadas con los dedos de las manos y todavía la literatura femenina, no quiero generalizar, pero me doy cuenta de que las pocas escritoras que logran ocupar un lugar predominante o importante en la literatura en los últimos cinco o siete años, los temas que abordan son, para mí, intrascendentes.

“Las editoriales mexicanas y latinoamericanas que manejan todos los monopolios, las que sí te van a distribuir, las que sí van a difundir para que te hagan prensa, los temas sino es el narcotráfico, es la prostitución, las drogas, las mujeres de la mala vida y supuestamente las prostitutas que rompen con los preceptos patriarcales y se convierten en heroínas, es decir, me parece que no están tocando temas más trascendentales de la condición humana”, afirma la creadora de Testimonios sobre Elena Garro (2002).

Las opiniones que sostiene Patricia son específicamente en cuanto a la forma de transmitir a través de las obras literarias.

No hay manejo de lenguaje, no hay estilo, denotas que estas autoras no están leyendo, porque hay una gran presión a que tienes que escribir y publicar y convertirte en la escritora próxima Premio Nobel, y no, no es así, falta todavía una gran concientización de lo que es escribir y de lo que es realmente un compromiso con la literatura, sin embargo, claro, por supuesto que me da mucho gusto que haya más voces femeninas escribiendo, estamos definitivamente avanzando, pero creo que a veces equivocamos el camino”, explica.

Feminismo para dar voz

Patricia examina a detalle a las creadoras del pasado, lo hace con la intención de que se conozca más su talento que la neblina en cuanto a sus vidas personales, para lograrlo, ha utilizado el feminismo como impulsor de sus luchas, como herramienta sin violencia para abrir espacios.

“Definitivamente me considero una investigadora y estudiosa feminista. Las autoras que me interesan, a las que he abordado, las he estudiado precisamente porque vivieron en circunstancias muy distintas a las nuestras, incluso a la mía, la mía sumamente bajo preceptos machistas muy fuertes, sin embargo, nosotras ya teníamos la libertad de estudiar, a pesar de los comentarios tan machistas y misóginos había más mujeres estudiando en los años 70, más oportunidades para nosotras”, comparte la también conferencista.

Si bien Patricia dedica su trabajo, análisis y corazón a Elena, siente admiración por otras figuras desplazadas como las hermanas Nelli y Gloria Campobello, Guadalupe Dueñas, Josefina Vicens, Amparo Dávila, Devaki Garro, Inés Arredondo y María Luisa Mendoza, entre muchas otras.

“Hoy en día por supuesto ya es un cambio mayor, pero estas escritoras a las que me he dedicado que son de la primera mitad del siglo XX, son las pioneras de nuestra libertad y están muy olvidadas, muy rezagadas, todavía estigmatizadas, por eso me he dedicado a ellas, para rescatarlas de ese olvido como Carmén Mondragón-Nahui Olin, Guadalupe Dueñas, Antonieta Rivas Mercado, mi serie InSurrectAs que estoy trabajando en ellas, son diez mujeres y claro hay muchísimas más que nos falta darles el valor que ellas se merecen”, comenta la académica.

Patricia considera que de la vida y obra de Elena Garro existe más sensibilidad, las personas ya no se dejan llevar sólo por los juicios.

“Apenas están los lectores y las lectoras acercándose a Elena Garro, ya con una mirada un tanto desprovista de estos prejuicios, pero todavía no faltan hombres y mujeres que hagan comentarios peyorativos en contra. Hoy en día, al salir el libro Elena Garro sin censura en las redes sociales comienzan a hacer comentarios de lo mismo: ‘Elena Garro la traidora’, ‘la soplona’, ‘la que traicionó a los intelectuales’, porque se dejan llevar por lo que escuchan, sin leer”, finaliza Patricia Rosas.

Una de las consecuencias que ha dejado el machismo y otros pensamientos y conductas, es encasillar, sobre todo al mundo creativo. Las artistas femeninas no son ajenas a ello, porque fueron y son rebeldes, valientes y trasgresoras, o por la oscuridad en sus vidas. En la literatura y en todas las disciplinas del arte, es necesario voltearlas a ver sin conclusiones negativas, a todas, a las del siglo XX, a las de antes, a las de ahora.