Waterloo de Flores Espinoza - Doblegado ante los Zetas
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Felipe Amadeo Flores Espinoza ha sido y es un político del poder y con poder. Ahora, lo miran con un tlatoani, el viejo de la tribu dueño de experiencia y fogueos que lo podrían visualizar como un negociador, a partir, digamos, de la prudencia que a veces los años (y las arrugas en la cara) significan.
Algunas veces suele pasear trepado en su caballo en su rancho, arreando vacas, vaquillas y toros, acompañado, Quijote que se siente, de su Sancho, a la sazón Mario Tejeda Tejeda, su fiel escudero desde 450 años antes de Cristo, cuando, por ejemplo, en el sexenio de Patricio Chirinos Calero (ahí estaba Miguel Ángel Yunes Linares) estuvieran en el CDE del PRI.
Igual que otros priistas (Jorge Uscanga Escobar y Carlos Brito Gómez, por ejemplo) ha sido ex de todo, menos de gobernador.
Desde luego, ya nunca será el Jefe Máximo del Priismo en el trono imperial y faraónico, porque el tiempo político, y hasta biológico, se le fue.
Tal cual, con todo y prestigio, ahora tiene su Waterloo.
Está significado por la señora Rosalía Castro Torres, una de las integrantes del colectivo “El Solecito” que aglutina a las madres con hijos desaparecidos en el Veracruz turbulento y revuelto de Javier Duarte.
Su hijo, Roberto Casso Castro, desapareció el 14 de diciembre de 2011 y cuando interpusiera la denuncia le asignaron un par de grupos de la entonces Agencia Veracruzana de Investigación, AVI, ya extinta, por ineficiente.
En el año 2012, la señora Rosalía siguió la búsqueda de sus hijos, y en Cardel, los mismos agentes de la AVI, le dijeron:
“Ya párele, porque te va a cargar la chingada”. (Reforma, César Martínez, domingo 7 de febrero, 2016)
Entonces, habló con el procurador de Justicia, Felipe Amadeo Flores Espinoza.
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La señora solicitó al procurador que ordenara buscar a su hijo en los moteles de Veracruz puerto y Cardel, considerando que con frecuencia los malandros los vuelven una especie de casa de seguridad.
Y la respuesta del ex secretario General de Gobierno, ex director de Seguridad Pública, ex director de la Policía Judicial, ex agente del Ministerio Público, ex diputado local y federal y ex presidente del CDE del PRI (otra vez elegido) fue la siguiente:
“¿Qué quiere que haga? ¡Cardel es de Los Zetas!” (Reforma, ibídem).
Hacia el año 2014, los malosos habían efectuado varios retiros de la cuenta de su hijo en el banco Santander.
Cuenta el reportero César Martínez:
“Durante un año sacaron más de cien mil pesos, pero la Fiscalía no obtuvo ni un solo video.
En ese entonces, el fiscal (Luis Ángel Bravo Contreras) me dijo “métale más dinero a la tarjeta”.
Tal cual, tanto con Flores Espinoza y Bravo Contreras, la misma actitud política, la misma, digamos, filosofía de vida, la indolencia, el desprecio y el menosprecio, el pitorreo.
Pero, bueno, y en el caso de Felipe Amadeo, caray, ¡vaya insensibilidad, vaya Poncio Pilatos lavándose la mano!
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La respuesta de Amadreo a la señora Rosalía Castro (“¿Qué quiere que haga? ¡Cardel es de Los Zetas!”) es la misma que en el sexenio de Agustín Silvestre Acosta Lagunes tuvo como director de Seguridad Pública y secretario de Gobierno.
Nunca, jamás, tocó “ni con el pétalo de una rosa” a los siguientes caciques:
Felipe “El indio” Lagunes Castillo, dueño de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.
Cirilo Vázquez Lagunes, dueño de la zona sur. Toribio Gargallo, dueño de la zona centro.
Y Luis Rivera Mendoza, dueño de Huayacocotla.
Y los hermanos Roberto y Justo Cabrera Sahagón, dueños de Chicontepec.
Todos ellos formaban lo que se llamó “La Sonora Matancera”, intocables, digamos, quizá, acaso, porque eran las órdenes del gobernador.
Y Flores Espinoza, priista institucional y disciplinado, callado y sumiso, mátalas callando, monaguillo en la iglesia del “dejar hacer y dejar pasar”, casi se tendía al piso cuando alguno de ellos tocaba a su oficina.
Más, mucho más en el caso de Felipe “El indio” Lagunes y Cirilo Vázquez Lagunes, de quienes siempre se afirmó eran primos de Acosta Lagunes.
Por eso, su frase “¿Qué quiere qué haga? ¡Cardel es de Los Zetas!” suena congruente con su pasado político.
El pasado condena a Flores Espinoza.
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Felipe Amadreo estuvo en la procuraduría de Justicia duartista en un tiempo, digamos, efímero.
Y no obstante, también dejó su cuota de sangre, el Veracruz sórdido de secuestrados, desaparecidos y asesinados, pero también de fosas clandestinas, cadáveres flotando en los ríos Blanco y Coatzacoalcos, tirados en los cañaverales, arrojados en la vía pública y a orilla de carretera y refundidos en los pozos artesianos de agua dados de baja en la ruta Omealca a Tezonapa.
En su tiempo también fueron ejecutados reporteros, abogados y activistas sociales.
Su mayor logro, quizá el único, fue encarcelar a la ex alcaldesa de Alvarado, Sara Luz Herrera Cano (le llaman “La jefa” en el penal de Amatlán) por el asesinato de su secretario particular, en alianza de los policías con los carteles.
Ahora, la señora Rosalía Castro Torres, del colectivo “El Solecito” ha exhibido su talante. Su estilo personal de gobernar y ejercer el poder. Su actitud pública ante la vida revolcada.
En el sexenio de Acosta Lagunes se cruzó de manos ante “La Sonora Matancera”.
Ahora, en el duartismo, ante los Zetas de Cardel.
Con todo, ha aceptado por segunda ocasión la presidencia del CDE del PRI con Héctor Yunes Landa de precandidato a la mini, pero con Jorge Moreno Puga como coordinador de la campaña electoral constituye su camisa de fuerza.
El precandidato lo habría utilizado, primero, para destituir a Alberto Silva Ramos, y segundo, como un freno, quizá, ante Javier Duarte y Fidel Herrera.
En el fondo, como una simple figura decorativa, pues de acuerdo con el ritual priista, muerto el rey, aparece nuevo rey en automático.