¿Qué le ocurre al cuerpo cuando está en el espacio?

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Las nuevas fronteras de la exploración espacial, recreadas en peliculas como “Gravedad” e “Interestelar» cuya trama gira en torno a la misión de un grupo de exploradores que viaja a otra galaxia buscando un planeta que sea habitable-, tienen un enorme reto por vencer: lograr que el cuerpo humano se adapte a las difíciles condiciones extraterrestres.

Aunque para muchos la referencia astronómica inmediata sea la ciencia ficción, lo cierto es que la propia NASA ya echó a andar sus planes de llevar seres humanos a un asteroide, para empezar, y a Marte en el 2030. Con eso en mente este mes la agencia estadounidense lanzó la nave Orión (que en el futuro cercano transportaría los osados astronautas), en un vuelo de prueba de alto riesgo.

Si las cosas se dan, para ese momento la ciencia ya debería haber resuelto el problema de que la tripulación aguante una travesía cuya sola ida tardaría 500 días, en condiciones de ingravidez.

No es un problema menor. Durante sus misiones los astronautas pierden masa ósea y muscular, se sienten mareados permanentemente, su circulación se concentra en la parte superior del cuerpo y se exponen a radiaciones (particularmente las ionizantes) que, además de aumentar el riesgo de cánceres, pueden afectar su fertilidad.

Los astronautas flotan por doquier, sienten la cabeza pesada y tienen la sensación de estar colgados de los pies. A causa de la ingravidez se da un conflicto sensorial de los órganos de la orientación y se produce un desajuste que provoca síntomas como mareo, malestar estomacal y vómito, que cesa con el tiempo.

 

LOS MÚSCULOS SE ATROFIAN

La teniente coronel Rocío Garzón, subdirectora científica del Centro de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea Colombiana, explica que en condiciones de microgravedad el cuerpo humano no requiere toda la fuerza de su sistema esquelético y muscular, pues no necesita estar en posición vertical, razón por la cual los músculos se atrofian.

Los especialistas en medicina aeroespacial han establecido que la masa muscular de los astronautas puede reducirse hasta en un 20 por ciento después de las dos primeras semanas de misión, e incluso puede llegar a ser del 30 por ciento luego del primer mes de estar en el espacio.

Los huesos pierden calcio y se vuelven débiles. Vale la pena aclarar que estos mantienen un equilibrio entre la formación y destrucción de tejido; en ese proceso es vital la acción muscular, cuya fuerza está mediada por la gravedad.

Cuando esta es menor, la fuerza del músculo se reduce y, por ende, su acción reparadora del hueso. Se estima que por estos factores la densidad mineral ósea se pierde en un porcentaje del uno por ciento por mes. Además, como aumenta la expulsión de calcio por la pérdida ósea, se eleva el riesgo de formación de cálculos renales y de fracturas.

La medicina aeroespacial ha intentado amortiguar dichos efectos con acciones antes, durante y después de las misiones espaciales. Con planes de ejercicios (en piscinas, bicicleta estática) y modificaciones de la dieta.

Garzón dice que mientras se está sujeto a la gravedad terrestre, el cuerpo acumula los líquidos en su parte inferior, por debajo del abdomen.

En condiciones de microgravedad ocurre lo contrario: líquidos como la sangre se acumulan en la parte superior, lo cual modifica el funcionamiento del corazón y las presiones venosa y arterial.

Hay una nueva redistribución de los líquidos en el cuerpo, que se interpreta como un exceso que empuja al riñón a filtrar más, lo que hace que la cantidad de orina aumente. El exceso de líquido afecta los pulmones y causa hinchazón. La cara se congestiona y se ve más redonda, incluso la voz cambia, se vuelve nasal y apagada. También disminuye el apetito y se alteran los movimientos intestinales.

En el espacio se pierde el ciclo del día y noche de 24 horas que, sumado a la ingravidez, un entorno reducido y las exigencias del trabajo, hacen que sea difícil dormir.

Garzón afirma que estos factores conducen a pérdidas de sueño acumulativas y un riesgo mayor de accidentes.

 

¿QUÉ RETOS VIENEN?

Los retos en salud que se asumen al viajar al espacio incluyen no solo adaptarse a la microgravedad, sino también readaptarse a la gravedad una vez se retorne a la Tierra.

Según la mayor Sonia Jaimes, coordinadora académica del Centro de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea, si el viaje espacial es corto, los efectos secundarios derivados de exponerse de nuevo a la gravedad terrestre, como el mareo, la sensación de pesadez y de desvanecimiento al ponerse de pie, al igual que la dificultad para calcular los movimientos para caminar y subir escaleras, van disminuyendo con el tiempo.

La pérdida ósea y muscular, así como los cambios en el tamaño del corazón (se vuelve más pequeño en misión por la pérdida de líquidos que hay en la sangre) irán corrigiéndose poco a poco, hasta llegar casi a la normalidad.

Sin embargo, si se hace un viaje espacial de larga duración, la pérdida ósea y muscular sería tan grande, que le impediría al viajero caminar al estar bajo los efectos de la gravedad terrestre.

Hoy, un viajero espacial que durara mucho tiempo en una misión, quizá no podría retornar a la Tierra o tendría que utilizar exoesqueletos para caminar, afirma Jaimes.

Otro de los retos es viajar y colonizar otros astros, dice la mayor, lo cual implica construir naves espaciales con gran capacidad, garantizar las condiciones mínimas de supervivencia, como aporte de oxígeno, agua y alimentos.

Los científicos, cuenta, tendrín que diseñar mecanismos que permitan proteger a los viajeros espaciales de la gran exposición a la radiación ionizante, proveniente de estallidos de supernovas y de las tormentas solares a las que se expondrían al salir de la protección de nuestra atmósfera terrestre.

De hecho, uno de los mayores riesgos de una misión espacial, dice la Mayor, son las radiaciones ionizantes que afectan el sistema inmunológico, producen cambios celulares que pueden terminar en cánceres, alteraciones del sistema nervioso, mal de Alzheimer y daños celulares que afecten la reproducción o den pie a alteraciones congénitas.

Para Jaimes la posibilidad de reproducirse, desarrollarse, nacer y crecer en el espacio, en condiciones de microgravedad y expuestos a radiaciones, resulta problemático. Algunos experimentos realizados con animales no han sido alentadores en este sentido; se calcula que pasarían muchas décadas antes de que pueda pensarse en que esto sea posible para el ser humano.

Según la médica espacial, a la luz de la tecnología actual, no es posible viajar y colonizar Marte, pero se constituye en un reto que debe asumirse con responsabilidad. En este momento muchos científicos de diferentes disciplinas trabajan para solucionar los problemas que este reto plantea.

El Sol como estrella continuará su evolución. En las últimas fases de su vida aumentará su tamaño hasta volverse una gigante roja, para terminar convirtiéndose en una estrella enana blanca rodeada de gases, lo que se conoce como nebulosa planetaria. Para eso faltan 5.000 millones de años y esto marcará el fin de la Tierra.

“Si no queremos estar condenados a la extinción, debemos viajar y colonizar otros mundos” dice Jaimes.

La investigación sobre cómo actúa el cuerpo humano en el espacio es definitiva para el proyecto de que el hombre algún día haga realidad, por ejemplo, una misión tripulada a Marte.