“Policías estatales se llevaron a mi marido y a cinco más; todos, esposados”

0
272

juan osorio

 

 

  • Trágico lunes del 13 de octubre de 2014 en Potrero Nuevo, Atoyac

  • «Salió por unas cervezas con un amigo y todavía lo sigo esperando»

  • «Es injusto lo hayan desaparecido de la nada, pues es un hombre justo»

  • Su pareja es oaxaqueña y apenas y habla español

  • Ella trabaja como empleada doméstica y le pagan 300 pesos a la semana

  • Crónica de Miguel Ángel León Carmona 

 
Crónica de Miguel Ángel León Carmona
blog.expediente.mx

 

[quote]

“Un testigo me dijo, antes de que huyera del pueblo por temor, que a mi esposo y a otros cinco se los llevaron policías estatales; esposados, con la cabeza apuntando a la batea. Me dejó sola con mis dos hijos, a uno ni lo conoció, se lo llevaron cuando estaba embarazada. Quisiera encontrarlo como sea. Si está muerto pues qué le hago. Mínimo decirles a mis niños a dónde pueden ir a visitarlo”.

[/quote]

 

José Osorio Flores gozaba del día de asueto que cada quincena le otorgaba la línea de Autobuses Unidos, AU, donde laboró durante ocho años. Aquella ocasión invitó al pueblo a su amigo, también conductor, Domingo García Morales, de 32 años. Ambos desaparecerían junto a otras cuatro personas. Aquel lunes 13 de octubre de 2014, en Potrero Nuevo, Atoyac, Veracruz.

Su esposa, quien apenas habla español, no logra explayar su rabia como lo haría en su dialecto natal, el Mazateco, de la Sierra de Oaxaca. Invadida de llanto, comparte la última vez que lo vio. Se despidió de la familia, incluido del vientre abultado de la mujer, lo persignó y prometió volver antes de comer. Jamás lo hizo.

La señora de Osorio, como se le nombrará en el texto para cubrir su identidad, confiesa que apenas puede sobrellevar los gastos de su familia. Labora como empleada doméstica y 300 pesos semanales no le rinden para alimentar a sus dos hijos, mucho menos para regresar a su pueblo, como le aconsejan sus familiares. “Me dicen que me vaya con mis hijos, pero, ¿y si aparece?, ¿y si regresa a la casa y no estoy?…

 

 

“SALIÓ POR UNAS CERVEZAS CON SU AMIGO… YO LO SIGO ESPERANDO”

A las diez y media de la mañana, Pepe, como la familia le llama de cariño, avisó a su señora esposa que saldría a beber unas cervezas con su amigo; era una tanda de alcohol justificado, pues le pediría que apadrinara a su hijo, que estaba próximo en nacer. Esa era la idea…

José Osorio de paso iría a revisar si su camión de volteo ya estaba listo para la temporada de zafra que comenzaba en noviembre. Pidió que lo esperaran a comer, que regresaría con un pollo asado para antes de las 16 horas.

Entonces despidió a su familia: a su esposa de siete meses de embarazo, a su pulguita, una pequeña de 2 años. Se dirigió por último a su hijo, desde la pared de vientre que los separaba. “Los amo mucho” finiquitó el hombre.

Según dicta la denuncia 66/2014, ante el ministerio público de Atoyac, Veracruz, Pepe salió de su domicilio, vistiendo un short azul, camiseta color blanca, gorra en tonos anaranjados y guaraches de suela de llanta. Su fotografía ahora la replican integrantes del Colectivo Desaparecidos Córdoba – Orizaba.

A las 14 horas avisó por teléfono que estaba bien, que llegaría en un rato. Su última ubicación dictada fue en el taller mecánico. En el mismo sitio, un mes atrás, mataron al dueño del establecimiento. Tres impactos de bala se saben desenfundaron en contra del finado.

La esposa de Osorio le dijo que no tardara y que tuviera cuidado. Pepe colgó luego y aparentemente partió a la tierra de los desaparecidos. “Lo escuché normal, me dijo que nos quería mucho. Esas fueron las últimas palabras que escuché”.

Se dieron las 17 horas, 60 minutos más de lo acordado. La cónyuge intentó contactar a José Osorio, pero el móvil ya sonaba apagado. Insistió toda la noche, sin embargo la respuesta siguió siendo nula. El primer responsable fue el alcohol, una posible borrachera era el consuelo de la mujer…

 

No obstante, se marcharon 24 horas, la preocupación invadió entonces a la familia. “Yo no creí que anduviera de borracho porque solo le dan tres días de descanso y ya tenía que regresarse a la ruta” comparte desconcertada.

 

Fue hasta el 15 de octubre, 48 horas posteriores, que decidieron acudir al ministerio público de Atoyac, Veracruz. Ahí los oficiales advirtieron en primera instancia que lo más seguro es que el desaparecido tenía otra mujer y que se había fugado con ella. Que lo tomara con calma.

 

“Es lo peor que te pueden decir, no piensan que llega uno alterado. Tampoco les importó mi embarazo”. La preocupación llevó a la señora hasta una crisis nerviosa, según dictaminaron los doctores. Ella hizo caso omiso y siguió llamando al celular de su José.

 

Fue hasta el 28 de octubre que los agresores encendieron el teléfono. “Alguien ocupó el celular de Pepe todo el día, pero sonaba ocupado. No me quisieron contestar”, fue la última proximidad que existió entre la pareja de esposos. De José Osorio y su amigo Domingo García Morales no se ha vuelto a saber.

 

 

“A SU ESPOSO SE LO LLEVARON LOS ESTATALES CON OTROS CINCO”

Fueron las palabras de un testigo que presenció el múltiple levantamiento. Detalló que a seis personas del sexo masculino los esposaron y los subieron a la batea de un vehículo de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado.

 

Nadie de los levantados miraba al frente, menos hablaban. Así se perdieron, entre las rutas de Potrero Nuevo, Atoyac; campos de caña interminables, custodiados de riachuelos inertes y pisos de terracería.

 

La familia acudió al destacamento de Policía Estatal, donde negaron la versión del testigo. “No puede ser, señora. No ha habido orden de ningún retén. Tal vez se trate de una camioneta clonada, traiga a su testigo para que nos afirme lo dicho” sentenciaron.

 

 

“ES INJUSTO QUE LO HAYAN DESAPARECIDO DE LA NADA, ES UN HOMBRE BUENO”

 

La mujer, mientras borra su rastro de llanto, describe a su ausente como alguien solidario. Un padre consentidor, que siempre procuró de su pulguita, como llama a su hija. “Si veía a una persona sin dinero la invitaba a pasar a la casa y me decía que lo invitara a comer.

 

Yo soy de Huautla de Jiménez, un lugar muy pobre en la Sierra de Oaxaca, y cuando íbamos a visitar a mis padres les llevaba despensas. Me parece injusto que lo hayan desaparecido de la nada. Es un hombre bueno y sus hijos lo extrañan”.

 

Su hija pregunta por el desaparecido: ¿Dónde está? ¿Cuándo me lo van a regresar? La madre comparte que en el jardín de niños donde asiste a sus compañeros de grado les comparte que a su papito se lo llevaron los gendarmes. “Desde entonces mi hija no puede ver a los policías porque entra en pánico y sale corriendo”.

 

La madre saca adelante a sus dos hijos con lo que gana realizando tareas domésticas. “Me pagan 120 pesos por día, si bien me va, me contratan tres veces a la semana”. Hace seis años que sus ganancias no le rinden ni para el pasaje a Oaxaca y por lo menos desahogar sus penas con su familia.

 

Así culmina la entrevista, la mujer con la mirada pérdida se marcha pegada a unas vías férreas, donde a menudo tiran cadáveres  los malosos, según comparten los vecinos. Gastará los pocos pesos que le quedan en veladoras, comparte.

 

Antes de despedirse emite su plegaria que replicará frente al altar de su desparecido: “Quisiera encontrarlo, como sea, si está muerto ni hablar… decirles a sus hijos a dónde lo pueden ir a visitar…por lo menos”.