La nueva polémica de Damien Hirst: esculturas de fetos gigantes

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Catorce esculturas gigantes en bronce del artista británico Damien Hirst, que recorren el desarrollo de un feto desde la fecundación al nacimiento, dan la bienvenida a los pacientes del hospital de Sidra, en Qatar. El viaje milagroso, un conjunto instalado en el exterior del centro, culmina con un bebé recién nacido de 14 metros de altura. Las piezas han vuelto a ver la luz después de cinco años ocultas, supuestamente, por las críticas que generaron, según informa la agencia AFP.

Hirst intuyó la polémica que generaría la exposición de figuras humanas en un país islámico. «Es la primera escultura desnuda en el Medio Oriente», dijo entonces el artista a Doha News. «Es muy valiente». El británico calentaba la escena con sus declaraciones, y las figuras pasaron a colocarse en el punto de mira de los más susceptibles.

La instalación es parte de la impresionante colección de arte contemporáneo del hospital de Sidra, donde la hermana del emir, Sheikha Al-Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al-Than, ha invertido en lo más granado del mercado internacional, con la intención de crear y transmitir una imagen de modernidad y aperturismo del país árabe, de 2,6 millones de habitantes. En total, 65 obras de arte, entre las que figura una instalación de neón de la provocadora artista británica Tracey Emin.

El coste de las 14 esculturas de Hirst —una composición bautizada como El viaje milagroso— se estima en 17,5 millones de euros, a lo que habría que sumar los honorarios del artista. La polémica generada por la monumental instalación está dando a conocer en todo el mundo al hospital para niños y mujeres, con 400 camas, inaugurado el pasado enero con una inversión superior a los 7.000 millones de euros.

 

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EL GENIO DEL «MARKETING»

Por algo la galería White Cube considera a Hirst el artista más experto en mercadotecnia del mundo. Estas 14 esculturas lo demuestran una vez más. Para el artista Dinos Chapman, también habitual en la cima de la polémica, la calavera de platino –cubierta con 8.601 diamantes incrustados y con un peso total de 1.100 quilates– fue el trabajo de un genio, pero no del arte, sino del marketing.

No hay nadie como él para hacer de una imagen una marca capaz de dar la vuelta al mundo. De hecho, él mismo reconoce que “convertirse en un nombre de marca es una parte importante de la vida”. Porque para Hirst, ese “es el mundo en el que vivimos”. “El éxito de Damien Hirst reside en una sólida marca y un proceso de manufactura con un control de la calidad”, ha escrito el experto en arte Don Thompson, en su famoso libelo El tiburón de 12 millones de dólares (Ariel).

Veinticinco años después de su tiburón disecado, lo que más reconoce y valora el mercado del arte de Damien Hirst es su olfato para llamar la atención. “Su marca crea publicidad y sus obras atraen a gente que de otro modo nunca habría contemplado arte contemporáneo”, cuenta Thompson para elogiar irónicamente la astucia del artista.

 

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El arte es lo de menos, parece abanderar Hirst, lo único que importa es colocar una nueva imagen impactante (y kitsch), en el flujo de imágenes. Incluso si, como es el caso, se hace invisible a la mujer y se la resume en mera portadora de embriones, que crecen y nacen… tras un “viaje milagroso”.


TOMADO DE EL PAÍS.