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Expediente 2016: Cinco hijos ejecutados

LUIS_VELAZQUEZNada más doloroso en la vida que la muerte de un hijo.

Y más si es una muerte violenta.

Y mucho más, si es propiciada por la inseguridad.

Y mucho más si los culpables son policías.

Y más, mucho más, si los policías los entregan a los malandros y los malandros los desaparecen.

Y más, mucho más, mucho más, si ningún jefe máximo del cuerpo policiaco, por ejemplo, el secretario de Seguridad Pública es removido, y ahí sigue hasta que le regalen la diputación local pluri, sin hacer campaña, sin gastar un solo centavo y sin exponerse a una derrota en las urnas.

Terrible, espantoso, trágico, el desenlace de los cinco jóvenes originarios de Playa Vicente levantados en Tierra Blanca.

Y más porque todo sucedió 29 días después de la desgracia.

Y más porque los siete policías detenidos e internados en el penal de Cosamaloapan, con su delegado de Seguridad Pública al frente, Marcos Conde Hernández, sabían el destino de los chicos, y no obstante, nunca hablaron, y si hablaron, el Fiscal de 9 años, Luis Alberto Bravo Contreras, guardó silencio.

Se hizo omiso y occiso… hasta que llegó la Gendarmería y ni modo, el destino los alcanzó.

Se ha llegado en Veracruz al límite.

Mejor dicho, se ha transgredido el límite de la legalidad, de la ley, del llamado Estado de Derecho, de la seguridad en la vida y en los bienes y de la administración de justicia.

El peor sexenio en la historia pública de la tierra jarocha es con Javier Duarte.

Y ni se diga con Arturo Bermúdez y Bravo Contreras.

En aquellos días revolcados y turbulentos en Coatzacoalcos, cuando la niña Karime Alejandra fue secuestrada, asesinada y sepultada en una fosa clandestina con su tía, sus padres marcharon en una caminata silenciosa cargando la siguiente cartulina:

“Hoy fue mi hija Karime. Mañana puede ser tu hija”.

Nadie está seguro en el Veracruz duartista.

Nadie.

Absolutamente nadie.

Basta y sobra referir que el mismo día cuando la Secretaría de Gobernación informó a los padres de los cinco chicos levantados por los elementos policiacos, en la zona centro de Veracruz fue secuestrada la reportera de la fuente policiaca de “El Sol de Orizaba”, Anabel Flores Salazar, a la que un boletín de la Fiscalía de Puebla, emitido hacia el mediodía de ayer, dio como un hecho su muerte.

Pero… cuando fue el secuestro, de forma inmediata, rápida y apresurada, la Fiscalía jarocha emitió un boletín.

Se investigan sus nexos con un narco apodado “El pantera”.

¡Vaya calumnia exclamó su tía!

 

TERRIBLE FRACASO DE LA SEGURIDAD EN VERACRUZ

 

¡Pinche dolor tan canijo la muerte violenta de un hijo!

Y más de cinco hijos, todos, con sus familias, viviendo en el mismo pueblo.

Y más por tantos y tantos y tantos días de sufrimiento y dolor, como si fuera una rudeza innecesaria.

Más aún: como si desde días anteriores la autoridad ya tendría conocimiento, pero le faltaba entereza, integridad, honestidad, para asumir las consecuencias.

El fracaso, el gran fracaso de las políticas de seguridad y administración de justicia en Veracruz.

Sólo resta odiar y seguir odiando al gobierno de Veracruz, aunque en el odio el alma de pudra.

Simple y llanamente, vivir cada día para odiar con más intensidad.

¡Que fueron los malosos! diría Javier Duarte.

Sí.

Pero los policías estatales, comandados por Arturo Bermúdez Zurita, general de West Point, condecorado por la DEA, se los entregaron a los malandros.

Y aun cuando los siete policías estén sujetos a un juicio penal por desaparición forzada, hay un jefe máximo.

Se llama Arturo Bermúdez.

Malo, si ignoraba la calidad de sus policías, como comandante en jefe, capitán del barco, que es y ha sido.

Peor tantito, nadie quisiera pensarlo, que si el delegado de Seguridad Pública, Marcos Condes Hernández, había sido removido de Cardel a Tierra Blanca, significaría que en la SSP tiene influencias, fuerza policiaca, social y política, contactos, relaciones, que lo dispensan con impunidad.

 

NADIE GUARDA RESPETO A JAVIER DUARTE

 

Dura, canija, la realidad que Javier Duarte ha creado.

Todos estamos expuestos a un secuestro, a un asesinato, a ser entregados a los malandros.

Como si ellos fueran los dueños de las calles y avenidas, de las ciudades y las carreteras, de los pueblos y las regiones.

Cuídese cada ciudadano como pueda.

Y si de pronto se le atraviesa un policía, corra y huya.

Pero si es necesario grite, toque puertas en la casa cercana, porque se trata de una muerte inminente, segura, inevitable.

A otros con el chorizo de que se trata de “unos malos elementos”.

¡Nadie les cree!

¡Hace rato, desde el año 2011, se les perdió la confianza!

Un pueblo, Playa Vicente, vive hoy, como antes otros, la peor desgracia colectiva de sus vidas, gracias a los policías del gobierno de Veracruz.

Tales son los hechos. Crueles, despiadados, infaustos.

En un país democrático, todos (el gobernador, el secretario de Seguridad Pública, el Fiscal, etcétera) renunciarían, incluso, hasta por vergüenza.

Pero ellos siguen ahí, inamovibles.

Lo bueno es que con todo… usufructúan el repudio social.

¡Nadie los quiere!  

¡Nadie les guarda respeto!

Todos los abominan.

 

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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