Entre abusos laborales y pagos pendientes, así maneja Kuri al Club Veracruz y busca la Gubernatura del estado

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Clemente aguarda desde hace ocho meses poder exigir de frente a Fidel Kuri Grajales, dueño de los Tiburones Rojos de Veracruz, el pago del laudo laboral que le debe. Despedido de manera injustificada desde el 2011 de su oficio de conductor del autobús oficial del equipo, Clemente Jorge Delfín Enrique, ganó un laudo laboral el 16 de agosto de 2016 tras años de lucha. Lo mismo ocurrió con otras once personas, mujeres y hombres en su mayoría de avanzada edad que, como él, aguardan que ese recurso les permita comenzar una nueva vida.
La suya, cuenta, consiste en sobrevivir junto con su esposa. A sus 68 años de edad ya no puede conseguir un trabajo estable. Su vida, también transcurre en la insistencia con sus compañeros y los abogados, ante la Promotora Deportiva del Valle de Orizaba. Buscan conseguir que el Diputado federal con licencia y candidato a la Alcaldía de Veracruz, les pague los cerca de 10 millones de pesos que debe por salarios caídos y otras prestaciones.

Por eso intentó abordarlo el domingo 23 de abril, apretujándose entre la multitud que aguardaba a Kuri Grajales ante la sede del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la ciudad de Veracruz. De nada le valió recibir pisotones, empaparse de sudores ajenos y la fatiga de recibir el sol de las una de la tarde sin ningún cobijo. El polémico propietario de los escualos, arribó custodiado por militantes y el alcalde de Veracruz, Ramón Poo.

Kuri se perdió entre la gente hasta ingresar al recinto. Clemente no piensa desistir y afirma que continuarán pidiendo que se cumpla la decisión de la Junta de Conciliación y Arbitraje número 10 con sede en Boca del Río. Recuerda que “Han sido seis años de lucha y exigimos un acercamiento con el candidato a la alcaldía de Veracruz. Ha hecho caso omiso a las autoridades laborales. Desde que llegó al puerto en 2013 se le dijo que había juicios laborales a los que se negó a dar solución”.

UNA DÉCADA CON EL TIBURÓN

“Uno tiene que mover a gente que tiene mucho valor por ser jugadores, cuestan muchos dólares, los trae uno bajo su responsabilidad”, recuerda Clemente, quien por 10 años fue el conductor oficial de los jugadores de los Tiburones Rojos de Veracruz.

“Con unos hice como amistad, con otros como que no hablan mucho. Amistades que tengo fue con Cuauhtémoc Blanco, Christian “El Chaco” Giménez, (Walter) “El Lorito” Jiménez, con “Paco” Bravo, algunos de ellos”, para quien solo quedan los recuerdos de esa época a principios del milenio. Además de las memorias y la batalla legal por conseguir que se cumplan sus derechos laborales, lo que le queda a Clemente de su antiguo empleo es la gastritis y la colitis.

De madrugada, a veces a las tres de la mañana, tenía que llegar al estadio Luis “Pirata” Fuente, en Boca del Río y encender el autobús que llevaría a los jugadores a otro sitio para jugar o entrenar. “A la hora que me decían que me tenía que ir a viajes, me tenía que ir porque era mi trabajo y tenía que desempeñarlo y a veces pues no comía uno y de ahí vienen esos males que padezco ahorita”. No existían vacaciones. Ni días de descanso. Su rutina ajetreada, invariable, duró una década. Hasta el cinco de julio de 2011.

El equipo en ese entonces jugaba en la Liga de Ascenso, luego de haber perdido su categoría por cuarta ocasión en 2008. Hasta que el tres de junio de 2011 la Federación Mexicana de Fútbol desafilió al equipo de la Liga de Ascenso.

El Gobierno del Estado, entonces, recurrió a cambiar de nombre a los Albinegros de Orizaba, franquicia de su propiedad, por Tiburones Rojos de Veracruz. La modificación fue oficial el tres de junio de ese año.
“Tiburones Adelante S.A.”, con un nombre sacado del lema distintivo del entonces gobernador Javier Duarte de Ochoa, se hizo cargo del club, aun sin presidente. Y aunque el cambio permitió una bocanada de aire al gobierno y la afición, los trabajadores resultaron afectados.