‘En México estamos llenos de documentalistas que quieren salvar al mundo”: Juan Manuel Sepúlveda

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El realizador estrena ‘La sombra del desierto’, una película donde habla de migración y la forma en que una comunidad diluye las fronteras.

La comunidad Tohono O’odham habita desde hace cientos de años en la región fronteriza entre México y Estados Unidos. Hace su vida entre ambos países y en su momento rechazaron el muro propuesto por Donald Trump.

A fin de conocer y mostrar un modo de vida que trasciende las divisiones geográficas, el realizador mexicano Juan Manuel Sepúlveda viajó a su territorio para filmar La sombra del desiertosu nuevo y recién estrenado documental.

Sensible a los temas migratorios y a mostrar cómo viven grupos marginados, el cineasta ha desarrollado una mirada particular alrededor de este tipo de temas y que lo desmarca de la mayoría de sus colegas.

Recién te dedicaron una retrospectiva en la Cineteca Nacional. Al ver tus películas me parece que eres un director con obsesiones temáticas muy definidas.

Creo cualquier cineasta nunca deja revisitar sus temas, solo que intenta abordarlos con otros ángulos. Nuestras obsesiones nos definen y al descubrirlas nos descubrimos a nosotros mismos. En todo caso uno se cuida de no hacer la misma película.

¿Por qué tu interés por la migración y los marginados?

Todos somos migrantes. No conozco a nadie que no esté atravesado por el fenómeno. Cuando empecé a desarrollar mi primera película La frontera infinita, en 2004, descubrí cómo México le hace la vida imposible a los migrantes centroamericanos. A partir de entonces me comprometí con el tema. Creía que a través del cine podíamos cambiar las cosas, pero no es así. Son las comunidades quienes realmente hacen los cambios. Me parece lamentable que México dejara de ser un país que recibía exiliados y se convirtiera en un cementerio sin cruces para los migrantes.

¿Crees que esa política mantiene?

Sí, seguimos en la misma. Incluso ahora me parece más descarado porque ya se implica el crimen organizado.

Si tendemos una línea del tiempo entre La frontera infinita y La sombra del desierto, vemos un cambio en el punto de vista respecto al tema y ese cambio apunta hacia las colectividades. Muestras a una comunidad que no cree en fronteras. 

Cierto. Fui a la frontera a filmar La sombra del desierto a partir de la advertencia que la comunidad Tohono O’odham lanzó a Trump, entonces presidente de Estados Unidos, de que sobre su cadáver se construiría un muro. Independientemente de los políticos ellos cruzan una y otra vez la frontera.

Hay un tono esperanzador en el documental que conecta con la naturaleza. ¿Te lo planteaste así desde el principio?

Llegué al desierto fue con la noción de mostrar un territorio letal donde mueren miles de personas al año queriendo llegar a Estados Unidos. Sin embargo para ellos es su patio trasero. Los niños lo usan como su espacio para jugar y quería retratar esa parte. Tohono O’odham significa “el pueblo del desierto”, creo que eso los define.

¿Entre tu primera película y esta ha cambiado tu forma de acercarse a los marginados?

Sí. A mí como a muchos colegas nos sucede lo mismo que a los militantes de izquierda de los setenta: Comenzamos con un ánimo de ir a los pueblos a decirles que necesitábamos cambiar el estado del mundo. En nombre de esa voluntad aparentemente buena onda terminamos cometiendo muchas tonterías. No solemos preguntarles qué piensan y además asumimos que no actúan políticamente. En México estamos llenos de documentalistas que quieren salvar al mundo. A diferencia de anteriores proyectos, en La sombra del desierto llegué a la comunidad con más humildad. Nuestro mayor enemigo a la hora de filmar son nuestras ideas preconstruidas sobre cómo creemos que el mundo debe ser. Si dejamos al mundo o a la naturaleza en paz podremos entablar una conversación de a iguales.

¿Entonces para que filmar?

No me gustaría responder porque lo primero que me viene a la cabeza es “para nada”. Filmamos para generar una disrupción emocional y afectiva en el espectador, no para hacerlo mejor persona. Queremos sacudirlo. Si hay una revolución a través de la cual el arte puede hacer algo debe de ser estética. El problema no es que pensemos diferentes sino que estamos desapegados de nuestros corazones. El cine documental nos ofrece la posibilidad de establecer una relación inmediata con el mundo.

¿Ves un mejor futuro en atender a las colectividades?

Se antoja decir que sí, pero el cine me ha enseñado que cuando hablas de comunidad te refieres a algo específico y muy concreto. Entre la comunidad que filmé en la frontera y las que conocía en Guatemala o en Canadá hay abismos de diferencia. Cada una resuelve sus problemas de distinta manera. La esperanza está en las formas de vida que se han resistido a la homogenización de la idea de civilización.

Tomado de: Aristegui Noticias