En 2018, el PRI pagará el precio de la corrupción

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DuarteLos escándalos de corrupción de los gobernadores del PRI traerán un alto costo político electoral para el partido en las próximas elecciones de 2018. La corrupción se convirtió ya en el principal problema público para los mexicanos después de la inseguridad. Es claro que hay un hastío con la corrupción, con el cinismo que caracteriza a toda la clase política, por eso el tricolor está pagando ya los costos.

“La gente no aguanta más y se suman más casos, por supuesto que el de Javier Duarte es el más visible, el objeto de los odios populares. Es un espectáculo, una especie de pararrayos que debe atraer la atención nacional, y si en este caso en particular no son capaces ni el gobierno federal ni el estatal de demostrar sus patentes arbitrariedades, esto terminará siendo un nuevo fracaso para el gobierno federal y, por tanto, pagará un costo altísimo por demostrar que no puede combatir la corrupción”, señala Alberto Olvera, investigador de la Universidad Veracruzana (UV).

Es más —agrega Olvera—, su partido “ya lo empezó a pagar en 2016 al perder diversas gubernaturas, y este año logró mantener el Estado de México mediante todo tipo de trampas, que tampoco serán castigadas por las instituciones, ya el PRI no puede ganar elecciones limpiamente, bueno nunca las ganó así, pero ahora sí que solo las puede ganar a la vieja usanza, no bajo la usanza de la competencia normal electoral”.

El PRI se siente acorralado, trata de buscar una medida para certificar su espacio en el gobierno federal, pero no tiene posibilidad alguna de ganar la elección presidencial “por todos los escándalos a escala nacional de Eruviel Ávila, Alfredo del Mazo, Roberto Borge, los dos Duarte —Javier y César—, las propias pifias de Enrique Peña Nieto, todos estos ingredientes que abonan a que el partido no tenga forma de legitimarse”, afirma Noé Zavaleta, periodista y autor del libro: El infierno de Javier Duarte. Crónicas de un gobierno fatídico.

Un externo para el tricolor

Zavaleta explica que de alguna manera “el PRI tiene contemplado que hay una real posibilidad de entregar el poder, peor aún, entregarlo a una opción de izquierda. Por eso, la desesperación de: agarremos a Duarte, a Borge, busquemos con ahínco a César Duarte; es un acto desesperado”, porque hoy quien realmente le puede competir a Andrés Manuel López Obrador y, en todo caso, si me apresuras, hasta Margarita Zavala.

Por eso, en opinión del politólogo de la UV, el PRI tendrá que buscar un candidato a la Presidencia de la República que no tenga, o el que menos tenga, que ver con el grupo de Peña Nieto; con los escándalos de corrupción; el que esté más lejos del grupo actual en el poder. Lo lógico sería que el PRI no postule a ningún peñista, sino que busque a un externo, alguien de fuera del partido, sería la mejor solución paradójica para que el PRI sobreviva. Esto nos habla del desgaste absoluto de la clase política y de la imagen creada y real del grupo de Peña como el grupo más corrupto de la historia del país.

“El PRI ve venir la repetición del fenómeno cuando Roberto Madrazo se fue al tercer lugar de la elección presidencial, hoy ve esas posibilidades muy reales y por eso está tomando medidas desesperadas para luchar contra la corrupción dentro de su propio partido”, advierte el periodista veracruzano.

Sin embargo, para Olvera no basta con que el PRI expulse a los priistas corruptos para solucionar el problema, porque “la corrupción es el sistema, un sistema de arriba a abajo; para limpiar el PRI de corrupción habría virtualmente que cerrar las puertas del partido, porque ahí no hay quien se salve, es imposible. No hay manera de que se resuelva el problema, el PRI no puede lavarse la cara, la marca PRI está asociada a la corrupción, por tanto su candidato presidencial tiene que ser alguien que no pertenezca a este grupo”.

Hay que tomar en cuenta —dice Zavaleta— que el escándalo Duarte no nada más lo salpica a él; no, hay más actores políticos, por ejemplo “hay dos diputados federales priistas señalados que tienen curul en San Lázaro, Alberto Silva Ramos y Tarek Abdalá Saad; a este último le han congelado su juicio de procedencia, ¿qué sabrá Tarek Abdalá Saad, que su propia bancada está siendo benevolente con él? Habría que preguntárselo, o el caso de Alberto Silva, que participó en desvíos millonarios”.

El periodista bromea y afirma que Duarte vendió “muy caro su amor a final de cuentas. Recordemos también los casos de corrupción que a finales de la década de los noventa terminaron salpicando al PRI, y el hartazgo de la población, que hicieron que el PRI entregara el poder en el 2000, pues parece ser que ahora se repetirá, que fue un tema de debut y despedida de Peña Nieto”.

En la encrucijada

El autor del libro El infierno de Duarte, publicado por ediciones Proceso, señala que “Veracruz es un bastión importante para el PRI, hay un lema muy coloquial que se maneja en la entidad que es: la Presidencia de la República pasa por Veracruz. Hoy, tras 87 años, el Revolucionario Institucional pierde la gubernatura con un expriista, con Miguel Ángel Yunes, y a quien le toca entregar el poder es a Duarte, que ni siquiera lo hace porque pidió licencia el 12 de octubre del año pasado; tuvo al peor gobernador de su historia, ni en épocas de Miguel Alemán, de Fidel Herrera, de Patricio Chirinos, habíamos tenido un gobierno tan caótico, con tanta anarquía, con tanta inseguridad, con tanto desastre financiero, con tanta parálisis de la economía como el de Javier Duarte de Ochoa, fueron realmente 70 meses de terror”.

Capturado Javier Duarte en Guatemala y juzgado en México, “el PRI está en una encrucijada, si lo sanciona con todo el peso de la ley para legitimar un nuevo sistema anticorrupción o si le da impunidad, porque Javier Duarte, con la tesorería que acumuló en Veracruz, también le inyectó dinero a campañas federales del PRI. Ese debe ser ahorita el gran tema de discusión en Los Pinos y en Bucareli, que es donde se toman las decisiones del país”, afirma el periodista veracruzano.

No obstante, Alberto Olvera duda mucho de que el proceso legal del exgobernador de Veracruz termine antes de las elecciones del próximo año, “después de las elecciones, y dependiendo del resultado, se acelerará el proceso; si pierde el PRI, habrá desesperación para ser juzgado y exonerado antes de que entre un siguiente gobierno, y eso mismo sucederá con los demás casos de gobernadores que han sido judicializados hasta hoy”.

El investigador de la UV insiste en que “Duarte por el próximo año es simplemente un vehículo, un espectáculo, que lo más probable es que una vez que haya cumplido su función quede libre y ratifique la impunidad que se otorga a sí misma la clase política”.

Mientras que Noé Zavaleta asegura que “si el PRI no hubiera perdido la gubernatura, probablemente Duarte ahorita estaría disfrutando de su piso en Madrid o gozando de sus terrenos en Costa Rica o en su casa en el condado de Texas, todos estarían felices y contentos y la corrupción hubiera seguido caminando. Es lo mismo que pasó con Roberto Borge”.

“Aquí —añade— hay que ver la connotación política también: “a Roberto Borge se le liberó una orden de aprensión, ¿por qué?, porque pierde la gubernatura y la pierde con un expriista, Carlos Joaquín González. Lo mismo pasó en Chihuahua con César Duarte, se le libera la orden de aprensión, pero pierde la gubernatura con Javier Corral. No quisiera ser tan ingenuo y en un análisis de sentido común pareciera una vendetta política, como decir: hemos sabido que los priistas siempre hemos sido corruptos, pero se les permite. Una vez le escuché a un priista decir, en un lenguaje jarocho: nosotros somos corruptos, pero no pendejos; a lo mejor con los Duarte y con Borge, pasó que fueron corruptos y además muy pendejos”.