«Duarte, devuélveme a mi hijo»

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  • 9fea8e07585c480“Mi hijo fue desaparecido por los policías en Tierra Blanca y mi nieta tiene 3 años y ya no sé qué inventarle a la niña”
  • Acampada en la agencia del MP duerme en el suelo sobre unos pedazos de colchones y se pasa rezando día y noche 
  • Mario Arturo Orozco trabajaba once horas diarias en un negocio de refacciones de carros en Playa Vicente que le daba para vivir con su esposa y su bebé

 

Crónica de Miguel Ángel León Carmona/blog.expediente.mx 

 

“Todo el día estoy rezando y pidiéndole al señor de la Misericordia que nos regrese a nuestros hijos. Que les ablande el corazón a esas personas. No tenemos nada contra ellos. Que se apiaden de mi nietecita, tiene tres años y está desesperada. Ya no sé qué inventarle a mi niña”.

 

Dionisia Sánchez Mora, madre de Mario Arturo Orozco Sánchez, se cuestiona frente al altar con las fotografías de los cinco jóvenes desparecidos: “¿Por qué levantaron a mi hijo? si es un papá cariñoso, bien noble mi muchacho. Se fue con los amigos al puerto de Veracruz, le iban a festejar su cumpleaños, parecía una salida común y corriente, pero ya no regresaron”.

 

Se cumplen diez días de incertidumbre para la madre de ávidas plegarias. No descuida su pedazo de suelo en las instalaciones del Ministerio Público de Tierra Blanca, allí ha gastado 240 horas en oración, durmiendo sobre pedazos de colchones, pendiente si hay nuevos reportes policiales.

 

En las últimas 48 horas, doña Dionisia ha sido obligada a conocer realidades siniestras que han acontecido cerca del perímetro donde policías estatales sustrajeron a “El metralla”, como le apodan a su primogénito en Playa Vicente.

 

Se ha visto en la necesidad de analizar cuerpos disueltos en ácido sulfúrico para descartar una desgracia. En contra de su voluntad, ha aplicado el zoom a fotografías de portales noticiosos que recién anuncian el hallazgo de cadáveres en estado de putrefacción, en el municipio de Emiliano Zapata.

 

La señora Dionisia Sánchez es la madre que menos llora de las cinco. Asume el papel que la viudez le ha otorgado; piensa en su otro hijo y en su pequeña nieta. Se persigna frente al altar antes de darse un espacio para la entrevista, previo a la traducción de su tortura, a la que los demonios de la inseguridad la van sometiendo sin piedad.

 

“FUERON A FESTEJAR SU CUMPLEAÑOS, DESPUÉS LOS LEVANTARON”

 

Mario Arturo Orozco Sánchez, avisó a su madre que cuatro amigos le celebrarían su aniversario número 27 en Boca del Río, Veracruz. Cerró temprano su negocio de autopartes, horas antes se había asegurado de dar un buen obsequio el Día de Reyes a la infanta de sus amores. Sin embargo, la pequeña ha abandonado su casita de muñecas, no deja de preguntar por el paradero de su papi.

 

Antes de partir hacia la costa boqueña, el 9 de enero, Mario rebajó su bigote, delineó la barba al estilo candado, misma que luce desde los 17 años. Eligio para su viaje un pantalón de mezclilla azul marino marca Levi’s, una camisa tipo polo color verde limón, botas de piel café oscuro, llevó también un cinturón de hebilla con la letra “H” y su reloj con extensible de acero inoxidable.

 

Finalmente salió de su domicilio el 09 de enero de 2016 a las 15:00 horas, a bordo de su vehículo, Jetta color gris, vidrios polarizados, con placas: 566-XNS, mismo que sería abandonado en Medellín de Bravo tres días después. El automóvil ahora es parte de la investigación 27/2016 ante el Ministerio Público de Tierra Blanca.

 

“Cuídate, pórtate bien y que Dios te bendiga”, fue la última frase de su señora madre. “El metralla” reportó su llegada a Veracruz y posteriormente su viaje de regreso. No fue necesario relatar los pormenores del fin de semana, había compartido el itinerario con días de anticipación.

 

Doña Dionisia Sánchez regresaba de un novenario familiar, el lunes 11 de enero alrededor de las 18: 00 horas, para entonces, el pueblo ya rumoraba la desaparición de cinco jóvenes, entre ellos su muchacho. El padre de José Benitez de la O le notificaría más tarde el sucio acto cometido por los elementos de la seguridad púbica en Veracruz: la múltiple desaparición forzada.

 

“SE LLEVARON AL HOMBRE EQUIVOCADO”

 

“El metralla”, Mario Arturo Orozco Sánchez, su madre aclara que el apodo se deriva de un problema al hablar de su difunto esposo, quien tartamudeaba en su infancia. A su muerte el sobrenombre, como los gastos familiares, fueron heredados al mayor de los dos hermanos. “La gente nada más por el apodo lo juzga; pero que no se equivoquen, él es un pan de Dios”.

 

En las fotografías que se difunden en colectivos de desaparecidos por todo México a Mario se le aprecia con un rostro serio, de mirada gélida como doña Dionisia; ojos rezagados, pómulos pronunciados, labios gruesos, nariz chata, el mismo café claro en la piel de su madre.

 

El joven, de 27 años, estudio Comercio Internacional, en la Primera Escuela de Tráfico y Tramitación Aduanal, (ETTA), en Veracruz, Veracruz. No la acabó por problemas económicos. Desde entonces encontró gusto por el trabajo, emprendió un negocio de refecciones de carros y de esa manera sostiene a los suyos, trabajando once horas diarias, de ocho a siete de la tarde.

 

Gusta de escuchar música con los amigos; salsa, banda, romántica, son sus géneros favoritos. No es fanático de algún deporte, desde su infancia su padecimiento de asma no le permitió practicar alguna disciplina.

 

Suele llegar del trabajo por la noche y ver la televisión sin importar el canal, a veces se arrulla con el mismo ruido. “A mi hijo qué no le gusta comer, le encantan los tacos de barbacoa, de bistec, de tripa, se los baja con Coca-Cola. Se ponía a ver la tele, nada en especial, lo que hubiera”.

 

El negocio del joven en Playa Vicente, ha permanecido cerrado durante los últimos diez días, la madre debe sobrellevar los gastos con las ganancias que le deja el pintar uñas de pies y manos, el pedicure y manicure, además de su oficio como costurera.

 

El insomnio le provoca a doña Dionisia imaginarios espeluznantes: “No sé qué le estarán haciendo a mi hijo. Esto es una cosa tan; pero tan dolorosa, se trata de un hijo, sangre de mi sangre, salió de mis entrañas” Si estoy de pie es gracias a la familia y a Dios.

 

A la madre, le sorprende el apoyo de las personas. ”Me hablan por teléfono, me dan ánimos. Me sorprende toda esta gente de Tierra Blanca que nos ha apoyado; nos dan comida, rezan con nosotros. Todo esto me da fuerzas, aunque la ausencia de mi hijo no se la lleva nadie”.

 

SU HIJA LO EXTRAÑA, ME DUELE MENTIRLE SOBRE SU PARADERO

 

“A cada rato me dice que quiere ver a su papi. Yo le digo que anda en un mandado y que anda en un mandado. Todavía está chiquita; pero ya no puedo seguir mintiéndole, me duele”.

 

Ya pasó el primer viernes, la pequeña no vio al medio día a su padre en la entrada de la escuela. No había motivo alguno que le impidiera recogerla, ahí empezaba su fin de semana juntos. Doña Dionisia prepara un nuevo pretexto para argumentar la ausencia de su hijo. No sabe si asistirá este viernes ni el próximo, sencillamente no sabe si regresará.

 

Mario Orozco suele llevar a su reina, como él la llama, al parque del pueblo, le ayuda a hacer la tarea, la consciente en todo momento, “Siempre la apapacha, le dice papi, cómprame un dulcito”. Cuando no hay clases va por ella, a la nena no le importa pasar el día en el taller, ella es feliz con el papá.

 

Vio a su hija por última vez el 6 de enero, festejaron juntos el Día de Reyes, su último regalo fue una casita de muñecas, la ilusión en una niña de tres años, a la fecha el obsequio está en desuso, la pequeña prefiere volver a ver a su padre, necesita a su compañero de juegos.

 

Doña Dionisia, antes de culminar con la entrevista, envía un mensaje a las personas que tienen a su hijo, “Devuélvanlo, pero que lo mande bien, entero como se fue. Se llevaron a puro joven inocente, no se vale. Ten fe, Mayito, sé fuerte, aquí te estoy esperando”.

 

La madre pide disculpas, no tiene fuerzas para seguir haciendo ejercicios mentales que le ocasionan recordar a su primogénito. Camina pausado al lugar en dónde ha permanecido la mayoría del tiempo en el campamento, el altar. Junta sus manos y las lleva a la altura del pecho, así genera la conexión al mundo celestial, su único refugio, la justicia terrenal sencillamente la decepciona, la entristece.