Carnaval en tiempos de Bolsonaro

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Bolsonaro CARNAVAL

“El PT acabó con mi vida”, reza un cartel colgado sobre la camiseta amarilla de la selección de fútbol brasileña de una mujer de 24 años que sale de una panadería en el centro de Río. Sujeta un cazo de los que sirven para hacer una cacerolada.

Es una copia calcada del atuendo de las coxinhas (pijas) indignadas que se lanzaron a las calles de Río y Sao Paulo en los años 2015 y 2016 para exigir la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula.

Pero este es el carnaval de Río y el uniforme de la carioca es un disfraz. Se trata de una crítica mordaz a la llamada “rebelión de las clases medias” que, tras tumbar al Partido del los Trabajadores, allanó el terreno para la victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de octubre. “Es una ironía; a la gente privilegiada nunca le va muy mal”, explica.

Otra mujer vestida y maquillada al estilo de una muñeca Barbie lleva otro cartel con la misma frase: “El PT acabó con mi vida”. Este año el carnaval –al menos los dos que recorren las calles de las grandes ciudades– tiene a Bolsonaro y la derecha brasileña en el punto de mira.

Muchos en los blocos van disfrazados de naranjas, en referencia a los llamados laranja, testaferros y falsos candidatos utilizados por la campaña de Bolsonaro y sus hijos para desviar financiación electoral a su favor.

Desfilan también pandas de hombres vestidos de rosa que llevaban carteles con la frase: “Los niños visten rosa”

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En el Cordao do Boitatá en Río, el sábado, 47 personas se habían vestido de cheques laranja por valor de 2.000 reales, en referencia al escándalo que rodea Flavio Bolsonaro, acusado de corrupción en sus años de diputado en la Asamblea del estado de Río .

Pero hay un mensaje carnavalesco aún más siniestro para Flavio Bolsonaro: los grandes retratos de la concejal asesinada Marielle Franco que adornan algunos de los carros del carnaval. Casi un año después del asesinato de Franco, una activista contra la violencia policial y paramilitar en las favelas, no se ha juzgado a nadie. Pero se sospecha que los culpables son un grupo de integrantes de las milicias, grupos paramilitares de ultraderecha que mandan en gran parte de la periferia de la ciudad. Varios familiares de estos milicianos, acusados de acribillar el coche de Franco matándola a ella y a su chófer en enero del 2018, figuraban entre los empleados de la oficina de Flavio Bolsonaro, según una investigación sobre el uso de laranjas en sus campañas.

En un b locoespontáneo en el barrio de Humaitá, una pareja va disfrazada del llamado kit gay, en referencia al bulo que la campaña de Bolsonaro distribuyó por WhatsApp sobre el supuesto plan del candidato del PT, Fernando Haddad, de enseñar a los niños a ser homosexuales. (En realidad, Haddad, durante sus años de ministro de Educación en el gobierno de Lula, trataba de combatir la violencia homofóbica).

Desfilan también pandas de hombres vestidos de rosa que llevaban carteles con la frase: “Los niños visten rosa”. Es una referencia a la nueva ministra de Derechos Humanos, Mujer y Familia, Damares Alves, una pastora evangélica que llegó a decir que pretende recuperar los valores tradicionales de cuando los niños iban vestidos de azul y las niñas de rosa.

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Todo lo cual ha sido citado como un ejemplo más de la decadencia del carnaval por una derecha brasileña que prefiere las fiestas católicas al gran festival del samba. Para los partidos evangélicos, que forman ya la bancada más poderosa del congreso en Brasilia, el problema empieza con los disfraces típicos de cuernos rojos. “Lamentablemente, las personas que hoy en día están detrás del carnaval adoran al diablo”, advierte el portal evangélico Gospelgeral.com. “Y reciben dinero de nuestros impuestos”, añade.

Muchas de las escuelas de samba que diseñan los espectaculares carros alegóricos que recorren el estadio Sambódromo ya están sufriendo las consecuencias de los ataques del fundamentalismo cristiano. El alcalde de Río, el pastor evangélico Marcelo Crivella, ha recortado a menos de la mitad el presupuesto público para el carnaval pese a que asisten a Río más de un millón de turistas durante la semana de carnaval.

La decisión de Crivella resume de alguna forma la filosofía del nuevo conservadurismo brasileño: neoliberal en lo económico, hiperintolerante en lo social y cultural. “Estoy retirando recursos públicos pero garantizo que vendrá la iniciativa privada”, dijo Crivella tras invitar a Uber a ser socio del carnaval. En la misma entrevista en el diario Folha de Sao Paulo se declaró defensor de “principios cristianos de la civilización occidental”.

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Dadas estas preferencias, no es de extrañar que la escuela de samba Académicos do Sossego decidiera esculpir como alegoría una gran cabeza de Crivella decorada con dos pequeños cuernos rojos. Cuando el alcalde protestó, el director de la escuela fue despedido y la escultura retirada de la pasarela del Sambódromo.

TOMADO DE LA VANGUARDIA.