Aurora enseña natación a niños con discapacidad

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Fotos: Gina Collins

 

 

Le entra el sentimiento y llora cuando recuerda los avances que lograron sus alumnos en tan solo un mes, pues ha sido muestra de su dedicación, perseverancia y la entrega de sus estudiantes.

 

Aurora Guadalupe Rojas Ortigoza es instructora de natación y rehabilitación acuática en la Fundación Santiago Miranda Fernández y apadrina a niños con alguna discapacidad para que accedan a dichos servicios.

 

Ella es la promotora del proyecto “Padrinos por una vida más activa” que surgió en el municipio de Banderilla, una zona conurbada con Xalapa, donde arrancó con una población de infantes del Centro de Atención Múltiple (CAM).

 

Le entra el sentimiento y llora cuando recuerda los avances que lograron sus alumnos en tan solo un mes, pues ha sido muestra de su dedicación, perseverancia y la entrega de sus estudiantes.


 

“Se pensaba primero en un proyecto pequeño, de tres meses. Me doy cuenta de que nosotros en tres meses no íbamos a lograr nada, no íbamos a impactar de una manera positiva”, relata.

 

Para recaudar fondos, realizaban una campaña y vendían donas con causa, cuyos recursos eran destinados para ayudar a un mayor número de niñas y niños con discapacidad.

 

También se contaba con el apoyo de “padrinos”, quienes cubrían los costos de los trajes de baño, goggles, chanclas y pañales acuáticos, en algunos casos.

 

“Además los padrinos cubrían una parte del pago, una cuota, pero la otra parte la cubría la Fundación Santiago Miranda. Aquí se da, aparte de la gestion, la buena voluntad. Las cosas no pueden funcionar sin la sociedad civil, sin el municipio, el ayuntamiento de Banderilla, se responsabiliza, dona y dice: vamos con este proyecto”, expresa.

 

HABILIDAD INCLUSIVA

 

Aurora estudió una maestría en educación especial con enfoque inclusivo y logró conformar un grupo de 30 alumnos nadadores con distintas discapacidades, desde el trastorno del neurodesarrollo hasta discapacidades motoras.

 

“La verdad a veces acabamos muy agotados, la primera vez que tuvimos al grupo de siete niños con diferentes discapacidades fue algo impactante, estábamos acostumbrados a hacer el trabajo individual, entonces, nos sobrepasó todo”, indica.

 

En ese momento fue necesaria la participación de un mayor número de instructores o docentes con habilidades inclusivas.

 

“Les decía siempre a mis maestros: a partir de que se abre la puerta aquí no hay ninguna discapacidad, aquí no hay pobrecitos, aquí todos pueden moverse, por favor, si no se ponen ese chip no vamos a poder lograr absolutamente nada”, recuerda Rojas Ortigoza.

 

La especialista recibió niñas y niños que ni siquiera podían trabajar con los demás integrantes del grupo por dificultades en la adaptación acuática.

 

“La adaptación al medio acuático es algo decisivo, es la parte donde enamoramos a los niños, entonces, eso es lo más difícil: hacer la adaptación al medio acuático”, señala.

 

Se estima que en el primer mes fueron notorios los resultados y a los tres meses los estudiantes ya habían logrado adaptarse al medio acuático.

 

EMOCIONES ENCONTRADAS

 

La maestra Aurora Guadalupe recuerda con cariño a su pequeño estudiante Kevin, quien lloraba todo el tiempo y se negaba a trabajar con los demás alumnos.

 

“Lo trabajé de manera individual. Logramos los dos que él pudiera trabajar con todos los demás alumnos, yo salí con lágrimas en los ojos y le dije a las mamás: hoy me siento enamorada porque hoy Kevin pudo trabajar con todos”, cuenta con la voz entrecortada.

 

La instructora admite que es muy difícil dejar a un lado los sentimientos que las niñas y los niños transmiten, pues son muy sensibles y de gran corazón.

 

“Yo no sigo que las cosas sean fáciles, es completamente difícil, es un grado de mucha responsabilidad, que a veces te sientes impotente porque quisieras hacer maravillas pero entiendes que no tienes la varita mágica, pero que sí tienes la actitud”, añade.

 

Comenta que algunos maestros suelen ser una “barrera” para el aprendizaje de los infantes con discapacidad y, por ello, es de suma importancia que siempre tengan una actitud de servicio.

 

“Los maestros también nos sentimos cansados, porque creció tanto el grupo y eso nos ayudó a ser mejores personas, a partir de ahí creo que la vida nos cambió a todos. Creo que Fundación Santiago Miranda se siente afortunada de poder hacer este trabajo tan bonito, donde se dieron risas, se dieron alegrías, se dieron llantos y todos aprendimos de todos”, refiere.

 

No solo hubo largas jornadas de trabajo en el agua, sino también, juntas laborales, planeaciones y procesos de capacitación de los docentes.

 

Se logró gestionar un elevador para la alberca, toda vez que llegaban niñas y niños en sillas de ruedas, con discapacidades neuromotoras.

 

“Les agarra la cabecita, porque se les va para todos lados, para bajar a la alberca tenemos un escalón y luego era muy difícil poder hacerlo. Las personas adultas que vienen en silla de ruedas, también era muy difícil bajar. Lo complicado también era subirlos por el escalón”, añade Aurora.

 

NATACIÓN Y EL AUTISMO

 

La natación es un deporte completo para cualquier persona desde los primeros meses de vida, ya que los beneficios son muchos y conocidos.

 

Este deporte se ha convertido en una actividad muy aconsejable para los niños y niñas con el Trastorno del Espectro Autista (TEA). La práctica de la natación es una estimulación perfecta para el desarrollo psicomotor de los niños, y además favorece a la relajación y al bienestar del niño.

 

Otro aspecto importante es que el niño con autismo en estos momentos deportivos se encuentra en un entorno lúdico donde puede hacer ejercicio acuático, lo que mejora su estado anímico.

 

“Cuando el niño no hace algún ejercicio determinado no hay que enfadarse ni mucho menos con él, es posible que no haya entendido lo que debe hacer o simplemente que no sepa expresar en ese momento sus sentimientos hacia esa actividad”, consideran especialistas.

 

Algunas madres y padres de familia, también opinan: “es importante difundir esto de la especialidad en trabajar con gente con discapacidad, porque pues a nosotros nos ha pasado, por el hecho de tener discapacidad los costos aumentan, además de que obligan en las escuelas de natación a que pagues clase personalizada, con esto pierden los chicos la opción de socialización en un lugar tan importante como es la alberca, en donde también pueden adquirir habilidades sociales, como la permanencia haciendo ejercicios de calentamiento antes de entrar a la alberca, el seguimiento de instrucciones, los turnos. Si hay personas  a las cuales pueda beneficiarles un programa de asociación civil, pues más que bueno”.

 

El Centro de Rehabilitación e Inclusión Social (Crisver), ubicado en esta ciudad de Xalapa, es un «vínculo inclusivo» con ciertas albercas para beneficiar a personas con discapacidad.

 

Sin embargo, esta situación no tiene ningún costo beneficio para las familias, y se sigue manejando el tema de clase personalizada.

 

Actualmente, la Fundación Santiago Miranda es la única que ofrece este tema de apadrinamiento y clases grupales.

 

La alberca donde Aurora es instructora se llama “Gym Delfines” y se encuentra sobre la calle Cofre de Perote 23B, en la colonia José Cardel, en esta ciudad de Xalapa.