Anayeli vendía tortas para pagar sus estudios y fue asesinada

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IMG_20180613_111449493_HDR~2Anayeli Torres Morales (19 años) se pagaba sus estudios vendiendo tortas y antojitos que metía a escondidas al salón de clases donde cursaba el segundo semestre de Enfermería.

En su pueblo era amada y conocida por el espíritu de superación que exaltaba en cada acto de su vida. Provenía de una familia humilde y siempre hacía lo posible por sacar dinero para no abandonar lo estudios y ayudar con el gasto del hogar.

Anayeli Torres se sumó esta semana a la estadística de mujeres asesinadas en México.

Originaria de Coscomatepec, Veracruz, se convirtió en la víctima número cuatro de la semana pasada, las más negativa en el tema de la seguridad para las mujeres durante el presente gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares.

Esa misma semana, tres chicas de Tlapacoyan aparecieron sin vida. Dos con el tiro de gracia y una semi sepultada. Entre las tres dejaron seis huérfanos.

Desde su hogar, los padres y tíos de la joven recuerdan que estuvo desaparecida durante tres días; al final, le encontraron en el fondo de una barranca de 85 metros de profundidad.

Su cadáver no presentaba señales de violencia sexual o golpes. Únicamente hematomas en los brazos, lo cual sugiere un forcejeo con el o los verdugos para evitar ser lanzada al precipicio.

 

DISCIPLINA

Desde su casa en Coscomatepec sus padres se consumen por la ausencia de Anayeli Torres, y de poco en poco, van hilando su historia.

La madre:

«Siempre se levantaba a las cinco y media de la mañana. Se ponía a hacer sus tortas para llevarlas a la escuela y venderlas

«Aunque el prefecto le había advertido que no vendiera, pues afectaba a las cooperativas escolares, ella se las ideaba para meterlas de contrabando en su mochila.

«Sus amigas y compañeros le pedían de a 7 ó 30.

«Siempre las terminaba, a veces llevaba unos antojitos que también escondía en una bolsita y en unos trastecitos”.

Cuando no le alcanzaba para las tortas, vendía gelatinas o dulces.

Y si no, organizaba tandas entre sus compañeros, familiares y vecinos. Su idea era siempre contar con efectivo para sus gastos.

La clave de su éxito, la disciplina y la honradez, dicen sus tíos, y remachan:

“Lleva en las venas el ánimo por el trabajo y superarse”.

Después de regresar de la escuela de Enfermería, no descansaba.

Jamás la miraban viendo tele o en redes sociales.

Tomaba su toalla y agua para irse una hora o dos al gimnasio, en donde daba parte a otro aspecto de su vida: cuidar su cuerpo.

La recuerdan con figura atlética, largas y fuertes piernas. Era conocida ante el esplendor de su belleza y el contraste de la sencillez de su persona.

Su motivación más grande, era la situación económica de sus seres queridos.

De tres hermanos, ella era la de en medio. En su  hogar no hay lujos.

Su madre es ama de casa, y los fines de semana monta un puesto de antojitos en la carretera, y su padre, es empleado.

«Actualmente gano mil 300 pesos a la semana con una empresa que le trabaja a la SCT en una carretera, pero cuando eso se acabe, no habrá trabajo», relata el hombre quien también prefiere olvidar su nombre.

Coscomatepec (15 252 habitantes) es ubicado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) como uno de los municipios de más alta marginación en Veracruz; y concentra altos niveles de migración.

Es cuna de la artesanía en cuero (talabartería) sin embargo, enclavado en la región montañosa del distrito de Córdoba, nombrado Pueblo Mágico desde el 2015, en Coscomatepec hay numerosas comunidades donde sus moradores carecen de lo elemental, en este caso, el pueblo demanda justicia.

A las pocas horas de la noticia de la muerte de Anayeli, docenas de personas salieron a marchar, especialmente mujeres, lanzando consignas contra los tres niveles de gobierno.

Hasta el cierre de este informe, no se contaba con noticias sobre presunto o presuntos culpables.

El fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz no ha dedicado ni un sólo comunicado a los cuatro probables feminicidios acontecidos la semana anterior.

A la casa de los papás de la difunta, cuentan, arribó una alta funcionaria de la Fiscalía en Xalapa, lanzó unas cuantas promesas, se marchó y no se sabe de avances.

 

ESTABA ENFOCADA

Una palabra define a Anayeli Torres Morales, estaba «enfocada» en lograr sus metas.

Nada la podía distraer de su mayor proyecto: ella misma.

Ni el novio.

Ni las amigas.

Ni la televisión.

Menos las modas o las malas amistades.

Se encontraba en constante preparación y nada podía evitar que a diario abandonara la cama a las cinco de la mañana para  cocinar esas tortas o antojitos, ir a la escuela, estudiar, trabajar y ejercitar el cuerpo.

Cada año, desde hace cinco, marchaba con su hermano mayor en una peregrinación al municipio de Tlacotepec, en Puebla, a dar las gracias al Cristo Negro.

Durante tres días y dos noches caminaban desde Coscomatepec hasta puebla poco más de 100 kilómetros, entre cerros y laderas con el objetivo de venerar la imagen.

«Dormíamos donde nos tomara la noche, sin casas de campaña o hoteles, sólo con unas cobijas o unos plásticos para taparnos de la lluvia, a descansar un poco y después seguir la peregrinación. De día y de noche,  iba por su quinto año, íbamos ir pronto pues ella quería dar gracias por sus estudios».

Antes de ir por la carrera de Enfermería, pensó en Medicina, y sus padres le pidieron no tomarla, pues resultaría muy costosa y estaba muy chica para marchar a otra ciudad para poder cursarla.

Entonces hizo un curso como fisioterapeuta, mas no le gustó y se lanzó por la Enfermería.

De hecho, andaba buscando ingresar a una escuela más especializada en el estado de Puebla para contar con una especialidad.

Su gran sueño era ser enfermera, ganar buen dinero para apoyar a sus padres y sacarlos de la pobreza, pero se lo truncaron, y sus seres amados no cuentan con la mínima idea del por qué o quién fue.