Veracruz se arma hasta los dientes

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¿Qué harías si fuera la tercera vez que robaran tu casa? ¿Tomarías la justicia por propia mano? Cientos de ciudadanos en Veracruz han conseguido pistolas para protegerse. Oficialmente la Sedena ha registrado más de 10 mil armas en el estado del 2011 a la fecha, pero la cifra podría ser mayor en el mercado negro. El hartazgo ante la inacción de las autoridades  ante los constantes robos ha tomado otro camino

POR IVÁN SÁNCHEZ SÁNCHEZ
El clamor mío es el común denominador de la gente que ha sido vejada, robada, que ha sido ultrajada, violada, que han matado a su gente. 

RAFAEL CAMACHO

MÉDICO

 

 

Aunque su compromiso durante años ha sido preservar la vida, el doctor Rafael Camacho no tiene ningún temor de quitársela al próximo que intente quebrantar la paz de su hogar.

Después de vivir tres asaltos a su casa, la única salida que encuentra es tener lo necesario para defenderse, incluido el valor de jalar un gatillo.

La mezcla de impotencia, miedo y hartazgo que le dejó la inseguridad, motivó al doctor a buscar entre sus amigos y familiares a alguien que pudiera conseguirle un arma de fuego.

Ya no está dispuesto a ser una víctima y ha decidido disparar a quien se atreva a cruzar la barda de dos metros de altura que rodea su propiedad. El que amenace la integridad de su familia recibirá balazos, como si del viejo oeste se tratara.

El doctor Rafael Camacho, no es el único que ha optado por el camino de las armas para protegerse. De 2011 a abril de 2014, en el estado hay 10 mil 37 armas registradas ante la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), de acuerdo con información obtenida a través del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) con folio 0000700052214.

Desde el año pasado, las cifras del registro de armamento de particulares en muchas de las ciudades de Veracruz han incrementado. El Ejército también admite la tendencia a la alza durante el primer semestre del 2014.

El puerto de Veracruz con 928 ocupa el primer lugar, seguido de Xalapa con 607, Córdoba con 467, Coatzacoalcos con 414, Boca del Río con 322, Poza Rica con 294, Martínez de la Torre 263, Minatitlán 213, Orizaba con 170 y Tuxpan con 150 son los 10 municipios con más armas en manos de particulares.

El total de armas registradas por año son 2011,  3,093; 2012, 2,963; 2013, 3,240; y hasta abril de 2014, 741, lo que hace un total de  10 mil 37 armas del 2011 a abril 2014.

 

A PUNTA DE PISTOLA

El doctor Camacho es un hombre fuerte que aparenta 50 años. Vive en una zona clase media del sur en la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río. Él sabe que la Constitución permite el uso de armas para protegerse y está dispuesto, prácticamente deseoso, de hacer valer esas leyes y proteger su hogar a punta de pistola.

Se cansó de esperar la reacción de las autoridades, de la Policía Naval y la Policía Acreditable de Veracruz, que ya no puede contener la ola de robos, asaltos y violencia que vive la entidad.

El artículo 10 de la Constitución Mexicana señala que todos los mexicanos tienen derecho a tener armas en su domicilio para su legítima defensa, con excepción de las prohibidas por la Ley y destinadas al uso exclusivo del ejército.

 

ROBOS VIOLENTOS EN CASA HABITACIÓN

La madrugada del 12 de julio en  Boca del Río, en una casa tipo residencial, tres hombres armados irrumpieron en el domicilio de una joven pareja.

Los despertaron a punta de golpes. Los torturaron por casi tres horas. La mujer fue violada y el hombre fuertemente herido. Fueron encerrados en el clóset, mientras los ladrones se llevaban sus pertenencias.

Cuatro horas después las víctimas se pudieron liberar y pidieron auxilio. Se tomaron sus declaraciones y recibieron atención médica, pero las autoridades jamás emitieron un parte oficial.

El Sistema Nacional de Seguridad Pública tiene un registro de 5 mil 062  denuncias por robos a casa habitación durante el 2013 en el estado de Veracruz, de las cuales 766 fueron realizados con violencia.

 

DE MÉDICO A SHERLOCK HOMES

El doctor Camacho recuerda una ocasión donde dos ladrones vaciaron su casa, cual hormigas obreras. Una a una sus pertenencias desaparecieron, mientras las cámaras de vigilancia grababan todo.

Al más clásico estilo de la novela negra, después del robo a su domicilio, realizó tareas detectivescas para dar con el paradero de sus posesiones.  No había espacio para esperar a que las autoridades actuaran.

Tras seguir el rastro, encontró una casa de empeño donde habían ido a parar algunas de sus pertenencias. Su búsqueda continuó hasta que se topó con otro ladrón que intentaba vender más de sus objetos en otro negocio del mismo giro. En un acto de valor, el doctor Rafael Camacho detuvo al delincuente y lo entregó en la Base Naval de Las Bajadas.

“A un tipo lo agarré en Boca del Río, allá cuando estaba empeñando unas cosas. Ahí mismo en el local, lo detuve, lo entregué a las autoridades”, relata con una sonrisa que muestra un dejo de orgullo.

Eran las cuatro de la tarde cuando los Marinos recibieron la custodia del ladrón. Cerca de las 11 de la noche fue liberado bajo el argumento de “no haber sido sorprendido en flagrancia”.

Camacho está seguro de que no es el único en la ciudad que lleno de rabia y miedo, busca autoprotegerse y dar seguridad a sus seres queridos.

«El clamor mío es el común denominador de la gente que ha sido vejada, robada, que ha sido ultrajada, violada, que han matado a su gente. No nos queda otra más que buscar cómo sobrevivir»,  dijo con un fuerte tono de confianza.

El médico no desistirá hasta obtener una pistola, registrarla y, si es necesario, usarla en el siguiente asalto, que aclara,  espera nunca ocurra.

 

OCHO MIL PESOS, EL COSTO DE LA TRANQUILIDAD

La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI) levantada durante marzo, señala que el 72.4 por ciento de la población mayor de edad consideró que vivir en su ciudad es inseguro y el 66.4 por ciento han sido testigos de robos o asaltos. Entre las ciudades seleccionadas para el estudio se encuentra el puerto de Veracruz.

Carlos, quien pidió que fuera cambiado su nombre por seguridad, harto de la inacción de las autoridades, al igual que el doctor Camacho, también ha buscado seguridad a base de pólvora y plomo.

De su casa fueron sustraídos relojes, televisiones, computadoras y otros objetos de valor monetario o sentimental.

El día del asalto llamó a la policía. Esperó, esperó, esperó. Los uniformados llegaron al lugar, tomaron declaraciones, hicieron un breve rondín por la colonia. No encontraron nada y se retiraron sin decir una sola palabra. Ni siquiera el tan trillado, “los vamos a encontrar”.

Carlos más que nunca se sintió impotente, amenazado. Ese mismo día, le pidió a un amigo que le consiguiera un arma. Ocho mil pesos fue el precio asignado por el revólver calibre 38 destinado a resguardar su casa, ubicada en el municipio de Boca del Río.

Este joven vive en una de esas colonias antiguas y pobres que la clase media ha invadido. De repente muchos terrenos fueron comprados y convertidos en casas nuevas para personas sin arraigo en el vecindario.

Las viviendas que rodean la suya también han sido asaltadas. Ahora los vecinos se han encerrado a piedra y lodo ante la tensa desconfianza hacia las personas de escasos recursos que viven en la colonia y a quienes culpan de los constantes robos.

Cuando a Carlos le entregaron el arma, el peso fue mayor al que se imaginaba: no era como las que veía las películas de acción. El frío del acero y la textura de la cacha lo reconfortaron un poco. De forma casi inmediata llegó a su mente la tranquilidad que perdió cuando los ladrones invadieron su vivienda.

“Era más pesada de lo que pensé, puro fierro. Me la traje a la casa y la guardé por si se metían de nuevo, ahora sí nos vamos a defender”, aseguró refugiado tras la reja de acero que protege la entrada principal de su hogar.

En su niñez, este hombre de casi 40 años, creció en un hogar donde había un arma para proteger a la familia. Al igual que él, su padre decidió hacerse de una después de la visita de un ladrón.

En la casa de Carlos todos sabían el lugar donde se escondía la pistola, en caso de que fuera necesaria… pero su  esposa se inconformó. El fuerte carácter de Carlos y el hecho de que ninguno de los dos sabía disparar la ponían intranquila. Días después Carlos admitió que quizás, ella tenía razón.

Tener un arma en su propia casa fue diferente. Su cabeza se llenó de incertidumbre y dudas, el temor a hacerle daño a algún vecino por no saber utilizarla fue mayor que el miedo a los ladrones. Devolvió el arma. Prefirió colocar alarmas y protecciones de acero en puertas y ventanas.

“Me conozco, estoy muy loco, a ella eso le dio miedo y a mí igual, que fuera a romper algo o a perseguir al ratero por la calle y matarlo fuera de la casa. Me meto en un pedo, o le pego un tiro perdido a un vecino, mejor no”, expresó.