Para los ucranianos, estos mil días tras la invasión a gran escala de su país por parte de Rusia han estado marcados ante todo por la omnipresencia de la guerra en su vida cotidiana. Basta un paseo por las calles de Kiev para darse cuenta de que nada es normal. “Aquí, justo en el centro de la ciudad, está oscuro, muchas de las luces ya no funcionan porque hay cortes de electricidad, y mucha gente camina con sus teléfonos encendidos como linternas para no caerse”, dice Emma, una transeúnte.
“Es cierto que se han reconstruido muchas infraestructuras, pero no es suficiente. Lo que me preocupa es que si [las fuerzas rusas] atacan nuevas plantas de producción de energía, llegaremos claramente a un punto de inflexión. Veríamos aún más desplazamientos de personas, no sólo en la propia Ucrania, sino también en el extranjero”, se preocupa Matthias Schmale, coordinador de operaciones humanitarias de la ONU en Ucrania, cuando se acerca el invierno y las capacidades energéticas de Ucrania están bajo mínimos.
La amenaza de bombardeos se suma a las dificultades materiales de la vida cotidiana
Aunque millones de ucranianos viven lejos de la línea del frente, las consecuencias de la guerra siguen afectándoles a diario. “Muchos de mis amigos íntimos intentan desconectar y prefieren quedarse en casa, jugando a videojuegos o yendo a trabajar de 7 de la mañana a 9 de la noche sólo para evadirse en algún sitio, para escapar de la realidad”, dice Maria Bindiuk, que trabaja en una librería. Tanto más cuanto que, a las dificultades materiales de la vida cotidiana, se suman las amenazas de los bombardeos rusos con bombas planeadoras, drones o misiles. En Kiev, las sirenas suenan todas las noches desde septiembre, mientras que el sur del país no se ha librado, ni mucho menos. Las regiones de Odessa, Mikolayiv y Jersón son actualmente las más atacadas por los drones rusos.
Según Ucrania, Rusia lanzó más de dos mil en octubre, casi el doble que en septiembre. La mayoría eran drones kamikazes Shahed de fabricación iraní. Y estos aviones no tripulados no sólo atacan objetivos militares. “Cada vez más civiles me dicen que han sido blanco de drones. No es sólo una sensación, me han contado con detalle cómo les siguen los drones… Porque el principio del dron es que no sabes si está ahí para vigilarte o para atacarte. Sólo el ruido que hace en el aire sobre ti es claramente terror psicológico”, afirma Matthias Schmale. Por desgracia, no parece que estos aparatos vayan a abandonar pronto los cielos ucranianos: hace poco, Corea del Norte anunció que iba a fabricar drones explosivos en serie, presumiblemente para Rusia.
En términos puramente militares, Rusia ocupa actualmente algo menos del 20% del territorio ucraniano, es decir, 600 mil km2, incluida la península de Crimea. Los combates se desarrollan principalmente en dos grandes frentes. El primero está en el Donbás, a lo largo de una línea de unos 1.000 kilómetros que se extiende desde Jersón, en el sur, hasta la frontera rusa, al este de Járkov. Con hasta cinco líneas de defensa protegiéndola, esta línea es casi infranqueable por los campos de minas que, hasta la fecha, cubren no menos de 200.000 km2.
Las bajas, un secreto bien guardado en ambos bandos
El otro gran frente se encuentra al otro lado de la frontera ucraniana, en Rusia. Se trata de la zona de Kursk, que los ucranianos capturaron el pasado mes de agosto. Desde entonces, las fuerzas de Kiev han perdido 400 de los mil km2 que consiguieron conquistar allí, pero su incursión en territorio ruso les permite llevar la lucha a su adversario y suponer una amenaza para el sistema ruso. Tras dos años y medio de guerra, la situación se ha estabilizado en el lado ucraniano tras un periodo de auténtica crisis, cuando dejaron de llegar las municiones suministradas por la ayuda estadounidense. Y mientras el ejército ucraniano experimenta también problemas de rotación de personal y de reclutamiento, los rusos se enfrentan a las mismas dificultades, razón por la que han decidido recurrir a soldados norcoreanos.
La verdadera diferencia a favor de Moscú reside en su mayor reserva estratégica, una desventaja que Kiev ha podido compensar en parte, a pesar de todo, con la autorización estadounidense concedida este fin de semana para atacar territorio ruso con misiles ATACMS de largo alcance. Aunque esto no alterará el equilibrio de la guerra, al menos debería permitir a los ucranianos frenar el ímpetu de Rusia y darse un bienvenido respiro.
Por último, la cuestión de las bajas sigue siendo un secreto bien guardado por ambos bandos. Sin embargo, a mediados de septiembre, fuentes estadounidenses cifraron en más de un millón el número de muertos y heridos en Rusia y Ucrania, con pérdidas dos veces superiores en el bando ruso: 200 mil muertos y 400 mil heridos frente a 80 mil muertos y 400 mil heridos en el bando ucraniano desde el inicio de la guerra en febrero de 2022. En este día simbólico de los mil días, a los ucranianos les gusta recordar que la guerra comenzó para ellos en 2014, hace exactamente tres mil 926 días, con las primeras violaciones territoriales rusas en Crimea, y que desde entonces la agresión rusa no ha hecho más que empeorar.
*ARISTEGUI NOTICIAS