“Seré fiel al Señor y a su Iglesia hasta mi muerte”. Historia de vida del padre Luis Acosta Méndez

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*Cumple un mes de su fallecimiento 

 

Nacido en el Barrio del Dique de la capital veracruzana el 21 de junio de 1942, el sacerdote Luis Acosta Méndez fue un xalapeño con vocación de servicio a los demás, católico intachable y un guía espiritual para miles de fieles. Discípulo del venerable Siervo de Dios, Juan Manuel Martín del Campo, dejó una gran enseñanza y un grato recuerdo en miles de feligreses que lo recuerdan con cariño. 

A un mes de su fallecimiento el 14 de septiembre de 2024, miles de feligreses acuden a su tumba ubicada en la Catedral de Xalapa donde fue sepultado. El padre Luis Acosta Méndez fue el último sacerdote ordenado por el monseñor Manuel Pio López.  

Hijo de Pascual Acosta Alarcón y María Esther Méndez Moctezuma, fue bautizado en la catedral de Xalapa al otro día de su nacimiento, el 22 de junio de 1942. Fue el mayor de 5 hermanos: María Elena, María del Rosario, Miguel Ángel y Pascual.  

“Soy del barrio de El Dique, viví ahí mi infancia, con la cercanía de mis abuelos paternos. Yo vivía en la calle Reforma número 6 atrás de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe”, relata en sus memorias, de las que tiene una copia esta redacción. 

Su historia de vida, es de lucha constante y vocación sacerdotal, huérfano de padre desde los 11 años tuvo como ejemplo a su madre, doña Esther quien se hizo cargo de él y sus 4 hermanos sola y con algunas carencias. 

“Mis papás se casaron muy jóvenes, mamá tenía 14 años y papá 19. Como decía antes fui el primogénito y además el primer nieto y sobrino, lo que me hizo ser el consentido de mis tías Piedad y Juana”, relata en el capítulo 1 de sus memorias. 

El padre Luis Acosta murió a la edad de 82 años víctima de cáncer de hígado, fue velado en la parroquia Los Corazones, ubicada en el centro de la ciudad y enterrado en la Catedral Metropolitana, con todos los honores encabezados por el Arzobispo Jorge Carlos Patrón Wong.  

Hoy, a casi un mes de su partida es recordado entre lágrimas, aplausos y recuerdos de miles de feligreses que lo seguían como un líder espiritual, muchos de ellos, confirmados y bautizados por él mismo. 

La vocación de Luis Acosta nació el día que conoció al padre Juan Manuel Martín del Campo, beato y próximo a ser canonizado por la Diócesis de Xalapa ante El Vaticano. Relata que su abuela Margarita, de la que recibió sus primeras enseñanzas y amor a la fe católica fue quien lo inscribió como acólito y quién le presentó a doña Anita, mamá del padre Juan Manuel Martín del Campo, quien lo preparó para su Primera Comunión. 

Luis Acosta, sin duda, recibió del padre, Juan Manuel Martín del Campo y su familia, el apoyo necesario y las base para su vocación sacerdotal, además de las enseñanzas para su preparación. 

“Mi vocación fue simple: un día, en un patio de vecindad del Dique, le pregunté al padre Martín del Campo: ¿qué hay que hacer para ser como tú?, él me respondió: Güicho que Dios quiera y que tú quieras. A los pocos meses fue a mi casa y me dijo en presencia de mis padres: Güicho, Dios si quiere. A los dos meses ingresé a la escuela apostólica en Teocelo y después al Seminario Menor”, relata. 

De su infancia, Luis Acosta recordaba cuando su papá lo enseñó a andar en bicicleta en el Parque Los Berros, las tradicionales posadas en los patios de vecindad; romper piñatas, las pastorelas, vestirse de pastorcito; además de aprender a jugar beisbol en el Campo Deportivo Colón.  

“Mi papá me compró mi primer bicicleta y me enseñó a andar en ella y en patines; yo me sentía privilegiado por contar con la mía sin necesidad de alquilar, como se acostumbra”. 

Para su madre, solo tuvo admiración y gratitud por sacarlos adelante y hacer que tuvieran una infancia amorosa y tranquila; la señora Esther enviudo muy joven, a los 27 años, con cuatro hijos y uno más en el vientre; estaba embarazada. 

Ella asumió con valentía y fortaleza su condición de viuda, madre soltera y empezó a trabajar para mantenerlos; primero en un puesto de antojitos, vendió fruta y verdura; después lo que podía: cortes de tela y ropa en tianguis. Se convirtió en una verdadera comerciante, primero de contado y ya después a crédito. Murió a los 82 años. “Mi hermana María Elena murió al dar a luz a su hija a la que pusieron Guadalupe, quien murió poco después.” 

“Mi mamá era una mujer ejemplar pues a cada uno de sus hijos nos entregó su vida, nos lo dio todo. Nunca se quiso volver a casar ni tener compañero alguno, pues decía que nadie nos iba a querer igual que nuestro papá. Siempre fue mi compañera de vida, de mi formación y ministerio sacerdotal”.  

Antes de ingresar a la escuela apostólica, Luis Acosta estudió en las escuelas Ferrer Guardia y Josefa Murillo; entre sus anécdotas más curiosas, resaltan cuando fue chaperón de su tía Juana y le llevaban al cine o cuando se quemó el mercado Jauregui en mayo de 1952 y su abuela se asustó, y alguien le comentó: “eso no es nada comparado con el infierno”. 

O cuando una niña se enamoró de él, a sus 11 años, “se llamaba Rebeca. Yo no llegué a corresponderle, pero sí tenía cierto interés por ella. Ya una vez en el Seminario Menor su mamá fue a verme para decirme que llevaba dos semanas llorando y sin dormir porqué yo ya era seminarista. Fue un corazón partido, involuntariamente”. 

Ya, en la Escuela Apostólica en 1955, en Teocelo, estudió bajo la dirección del sacerdote peroteño, Luis Oropeza Rivera, según relata en sus memorias: “me impactó rezar todos los días, no estaba acostumbrado. Nos daban una meditación de cuarto de hora y misa diaria. Todo era novedad poque empezábamos a entrar en contacto con la palabra de Dios”. 

Sentía ganas de regresar a mi casa -relata- “pero con la ayuda de los auxiliares maduré mi decisión de estar ahí de seguir con el llamado recibido”. 

“Mi mamá, mi familia me visitaba en la Escuela Apostólica, los primeros dos meses cada ocho días; del tercer mes en adelante cada quince días y después cada mes para que fuéramos soltando los lazos. Mi madre siempre me llevaba mis viandas: gorditas, taquitos, chiles rellenos. Eso hizo que tuviera muchos amigos porque se juntaban conmigo a las comilonas. Cuando iban mis hermanas, entonces los compañeros apostólicos no me bajaban de cuñado”. 

Pronto, Luis Acosta se ganó la confianza del Director de la Escuela Apostólica, el Padre Oropeza y se convirtió en el mandadero, le daban el dinero para hacer las compras, también recordaba que cuando inició era un pésimo orador y al presentar los actos literarios y los discurso se bloqueaba, “eso me dejó una huella porque a mí me costaba mucho hablar en público”. 

Hubo muchas hazañas y recuerdos memorables pero resaltaba cuando- por ejemplo- cuando le pegó al auxiliar una cola de conejo con un alfiler por 60 pesos para comprar paletas. “Un amigo Rubén Dario de Alvarado, dijo que nadie se animaba, Me volteó a ver. Lo hice y de castigo me mandaron a estar hincado una hora en la cancha en la noche. Me admiro que yo fui capaz de hacer eso porque era tímido, reservado pero ya en confianza con los cuates, uno de anima”. 

“El tiempo de la apostólica se fue volando. Fue un tiempo muy gratificante, un tiempo feliz. Sentía la presencia de mi familia, de los formadores, el compañerismo. Ahí aprendí a vivir en comunicad, a ser servicial, a abrirme paso en la vida, a no llorar”. 

Tiempo después, el 20 de mayo de 1967 en la Catedral Metropolitana de Xalapa, junto a 6 compañeros, de manos del Excmo. Arzobispo Manuel Pio López y Estrada, primer arzobispo de Xalapa fue ordenado sacerdote ministerial para siempre e incardinado a la Arquidiócesis de Xalapa; su padrino de ordenación fue el Padre Martín del Campo. Ahí estuvieron presentes toda su familia, los fieles de su colonia y del Barrio de El Dique. 

“Prosiguió mi CANTA-MISA en la parroquia de Guadalupe del Dique, ahora Basílica Menor, a la que predicó la homilía el P. Martín del Campo y mi madrina, la madre Vicentita, fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús de Xalapa.  

Después, estudió dos licenciaturas, Humanidades, filosofía y teología; entre sus ministerios más importantes fueron: formador, maestro, vicerrector y rector del Seminario Regional de Veracruz y después del Seminario Interdiocesano Rafael Guízar Valencia, de 1980 a 1986. 

“-Celebré mis Bodas de Plata sacerdotales en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Fortín de las Flores, siendo párroco del Sagrado Corazón.  

-Celebré mis Bodas de Oro en la CATEDRAL DE Xalapa el 20 de mayo de 2017, presidido, junto con 3 compañeros, por el Sr. Arzobispo Don Sergio Obeso Rivera”. 

Otros hechos dolorosos que marcaron su vida fueron: la muerte de su hermano Pascual por COVID en el 2020. Y el asesinato de su Sacristán, siendo Párroco en el Espíritu Santo, además de la muerte de Monseñor Hipólito Reyes Larios.  

Sin embargo, en 2021, un año después de la muerte de su hermano, al querido párroco le detectaron cáncer de Hígado, en estadios avanzados, por lo que tuvo que someterse a un tratamiento clínico de quimioterapias muy agresivo, hasta la fecha de su muerte. 

“Otro de los momentos más dolorosos de mi vida fue la muerte de mis compañeros presbíteros: Alfonso Saldaña, Felipe En Lao Solano y Sergio Gabriel de la Fuente y Peña y Gabriel Magaña Santoyo, Hermanos de Ordenación Sacerdotal, de los cuales a la fecha, soy el sobreviviente”.  

Así pues, relataba que cada año se reunía con ellos, durante 53 años consecutivamente para compartir vida, ayudarse integralmente y celebrar con el pueblo de Dios el sacerdocio. “Esto nos hizo ser compañeros, hermanos y amigos de la vida”. 

La muerte de Luis Acosta deja un gran vacío en los xalapeños, en decenas de feligreses que lo veían y tomaban como su guía espiritual. Este año cumplió 56 años de sacerdocio ministerial y 81 de vida.  

Fue muy querido por la feligresía no solo de Xalapa, sino de varias partes del Estado. Su vida consagrada al servicio de la Iglesia, dejó una huella imborrable y recuerdos con cariño y veneración de los Fieles, por ser un verdadero hermano para todos, que predicaba con el ejemplo y la caridad a los que menos tenían. 

Además de esto, a su paso por los templos realizaba mejoras en los edificios, siempre de la mano de las donaciones de los feligreses.  

Durante su vida pastoral, Luis Acosta solo dio testimonio de una profunda vocación sacerdotal, amor a su prójimo y servicio ante su iglesia. Sorprendía su devoción y amor por la Virgen María y a San Rafael Guízar y Valencia.  

Al padre Luis se sobreviven su hermana Rosario y Miguel, “agradezco todo lo que hicieron por mí, por su cercanía y por estar conmigo siempre que los he necesitado, como yo he tratado de estar con ellos. Nos amamos”. 

“Dios le concedió un ministerio muy fecundo e incansable al padre Luis por su claridad meridiana en la doctrina cristiana, su trato exquisito con los fieles y forma reverencial de presidir cada eucaristía”, dijo el comunicado de prensa de la Arquidiócesis de Xalapa, publicado el día de su muerte. 

“La labor de un sacerdote, además de consolar y de ser un guía espiritual, es ser alguien, que como decía San Pablo, administra los ministerios de Dios, él es quién lleva los sacramentos a la vida del pueblo de Dios”, concluía en sus memorias. Descanse en paz el Padre Luis Acosta Méndez. 

 

 

Colaboración especial: Ingrid Huesca