José Andrés Soberano Mellado, de 27 años y originario de Puebla, llevaba, el día del huracán Otis, dos días apenas de formar parte de la tripulación de ACAREY, uno de los yates turísticos en Acapulco que llevan a conocer la bahía de Santa Lucía. Ahora es parte de las víctimas mortales de esa manifestación natural, otro de las consecuencias que comienza a ser dimensionada con el paso de los días.
La tarde de este domingo el olor fétido que salía de las instalaciones del Servicio Médico Forense (Semefo) de Acapulco, ubicadas en El Quemado, es más intenso que los días anteriores del huracán. La razón, al parecer, es que llegaban cadáveres de las víctimas del huracán, muchos de ellos en estado de descomposición.
La secretaria de Salud, Aidé Ibárez Castro, informó por teléfono que hasta las 10 de la mañana de este domingo habían contabilizado 45 decesos en Acapulco a consecuencia del huracán.
Pero para quienes llegan hasta este sitio a reconocer a familiares, amigos o conocidos, o a que les tomen muestras de sangre para comparar su ADN con los cadáveres apilados, porque también circula en redes sociales una infinidad de imágenes de personas desaparecidas durante el huracán, calculan que los números pueden crecer de manera exponencial.
Hasta ahí llegó la madre de Carlos Miguel, quien entró a que le tomaran una muestra para dejar la información de su ADN. Su hijo salió de casa al día siguiente del huracán y hasta ayer avanzada la tarde no sabía nada de él.
Después de la catástrofe y devastación en Acapulco, lo más expuesto fueron los daños en la zona turística, ya que el estado depende en gran medida del turismo del puerto.
Rubén, un ingeniero que hace unos años trabajó en el yate turístico ACAREY, esperaba afuera del Semefo a su esposa, que acompañaba a la familia de José Andrés, quien era el piloto de esta embarcación turística, a hacer los trámites para la recuperación del cadáver, y dijo que él vio muchos cadáveres de excompañeros sólo en el muelle de este tipo de embarcaciones.
El jueves pasado estuvo ahí y vio al menos ocho cadáveres tirados ya en descomposición.
El olor en el Semefo expresa lo que presume Rubén. Después del huracán los servicios básicos quedaron suspendidos en el puerto, incluida la energía eléctrica, indispensable para el almacenamiento y mantenimiento de los cadáveres en este sitio.
Ayer estaba una planta de luz afuera y personal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), uno de ellos comentó que estaban ahí desde el jueves. El funcionamiento de esta planta no aminora el olor.
Rubén no es el único que lo cree. De pronto salió a toda prisa del Semefo un muchacho que fue hasta su coche a recoger algo. Sólo dijo que estaba ahí por el cadáver de un primo, pero que los cuerpos concentrados en las instalaciones no eran todos, había muchos más en el puerto.
El caso de José Andrés fue conocido porque su familia lo hizo circular en redes sociales, donde se han creado grupos de ayuda y difusión para que locales y foráneos ubiquen a sus familias que estaban en el puerto el día del huracán, con quienes no han logrado tener contacto.
Su ficha de búsqueda contenía esta información: “José Andrés Soberano Mellado, originario de Puebla, 27 años, se encontraba de guardia en el yate ACAREY. El yate se encontraba emboyado en la bahía de Santa Lucía de Acapulco. Su último contacto fue 11:54 pm, vía WhatsApp, iba a bordo con el dueño del barco, el capitán, un motorista, él (piloto oficial), y una persona más. Su dirección es avenida La Suiza 804, Pharos de Santa Lucía, edificio B, departamento 204”.
Después, a través de las mismas redes sociales, la familia reportó que lo hallaron muerto.
Rubén contó que José Andrés tenía dos días de que lo habían contratado como piloto. Toda la tripulación del ACAREY se quedó en la embarcación el día del huracán para cuidarla. Ahí falleció el joven originario de Puebla.
Dijo que desconoce el paradero de los otros tripulantes. Sólo sabe que eran seis en total, entre ellos sus amigos Felipe y Eric.
La familia vino de Puebla para llevarse el cadáver de José Andrés, pero la burocracia local no se la hizo fácil.
Contactaron a Rubén y a su esposa –también ella ha trabajado en el ACAREY– entre el caos y la incomunicación de las horas inmediatas, para pedirles ayuda con los trámites. Ayer por la tarde llevaban horas de espera de un documento –se entiende que el oficio de las causas de fallecimiento– necesario para el acta de defunción, porque, les dijeron, el personal es insuficiente y ha trabajado las 24 horas.
Además de que los han hecho dar vueltas y Acapulco sigue intransitable en muchos tramos.
“Es un relajo. Hay que esperar a que ellos hagan el acta de defunción y todo eso, si no, no lo entregan”, dice.
El trámite de recuperación de cadáveres es, al parecer, más complicado que de costumbre.
Proceso