Primer estudio detallado de Adamo Boari busca llenar un vacío secular

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Ciudad de México. Para reparar este vacío secular, fue presentada ayer en la embajada de México en Roma la primera monografía integral dedicada al italiano, titulada Adamo Boari (1863-1928): arquitecto entre América y Europa (Aracne Editrice), la cual se puede consultar en https://www.youtube.com/c/embajadademexicoenitalia.

La Jornada entrevistó a los coautores, Olimpia Niglio, profesora en la Universidad Hokkaido, y Martín Checa-Artasu, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, y con Francisco Navarro, de la Universidad Michoacana, quien se ocupó de la investigación de archivo en México y de escribir las fuentes de información en el libro.

Navarro señaló de qué manera “quedó Boari ajeno a los estudios académicos, lo que impidió el entendimiento de sus edificios, pero también de aspectos más abstractos, como su vida personal, su pensamiento arquitectónico y político, sus relaciones con el régimen y su sentido estético.

“El corazón de esta investigación está basado en los archivos históricos de Estados Unidos, Italia y México. Digitalizamos y sistematizamos cerca de 14 mil documentos que informan sobre la vida y obra de Boari”, continúa Navarro.

Los textos de Olimpia Niglio y Ángela Ammirati (Archivo Boari en la Biblioteca Ariostea de Ferrara) en el tomo uno, referentes a la última etapa de Boari en Italia, son en italiano y sin traducción al español.

México

Boari llegó a México (1902-1916) después de haber dejado Italia (1889) y de aventurarse sin mucho éxito en el Cono Sur. En Chicago, según Checa-Artasu, “en cambio le fue bien. Trabajó de dibujante en los grandes despachos de arquitectos estadunidenses. Pero Boari no estaba cercano a las ideas reformadoras de los jóvenes arquitectos estadunidenses, la mayoría formados en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

“México se le presentó como una oportunidad de oro. No lo llamó Porfirio Díaz, como se ha dicho. Llegó por su cuenta para participar en el concurso internacional convocado por el gobierno de México. Un escándalo de corrupción que impidió ejecutar su proyecto ganador del segundo lugar fue lo que le permitió entrar en gracia de Yves Limantour e iniciar su brillante carrera en México.

“De Estados Unidos aplicó la resolución del sistema de trabajo, el conocimiento de las estructuras metálicas, pero también el sentido urbanístico de ordenar edificios frente a grande avenidas.

“Firmó sus dos grandes proyectos con Gonzalo Garita, y optó por una mancuerna profesional, porque era conocedor en cimentaciones frente a un italiano que no había hecho obra y que no era conocido en el país.

Edificio de correos

“Boari llegó en un raro momento de bonanza económica que permitió la construcción de edificios espectaculares. El de correos era clave para el gobierno, porque el envío de cartas y telegramas había crecido de 300 a 400 por ciento en México. Existía un proyecto anterior de dos estadunidenses, pero era demasiado neoclásico para el gusto local, y fue rechazado. Boari vendió que el mejor estilo para el contexto virreinal mexicano era el gótico plateresco español, y los convenció.

“Este edificio refleja la mejor expresión de Boari, porque fue el único edificio que vio terminado. Expresa todos sus delirios por la búsqueda de la belleza y el detalle.

Palacio de Bellas Artes

“El gobierno solicitó a Boari que se adecuara a un estilo internacional común a otros teatros. No es cierto que se inspiró en la Ópera de París. Boari visitó 33 teatros distintos en Estados Unidos, Europa (incluso del Este) y hasta Beirut, y habló con los técnicos. Él había sido dibujante de una auditorio en Buffalo, y su oficina estaba sobre el teatro de Chicago. Conocía las normas de seguridad que ahí se había implementado, porque los teatros se quemaban frecuentemente a partir del palco. Por eso pensó en crear el telón de cristal de Tiffany’s para separar el palco de las butacas.

“Se fue a Italia con el fin de elegir a los artistas que lo decoraran. Destaca Leonardo Bistolfi, uno de los mayores escultores simbolistas italianos. No fue un arquitecto que depreció lo mexicano: las decoraciones tienen diversos motivos mesoamericanos. Dejó elementos muy personales, como un busto de su perro Aida en una de las puertas laterales.

“Dejó incompleto el Teatro Nacional, en el que trabajó 15 años; fue su obsesión. Vivió con la ilusión de completarlo”, concluyó Checa-Artasu.

Desconocido en Italia

“Cuando Boari regresó a Italia en 1916 –donde vivió entre Roma y su natal Ferrara– no pudo volver a trabajar, así lo explicó Niglio desde Tokio.

“En Italia, fue y es un absoluto desconocido, como son la mayoría de artistas migrantes italianos. Italia ha siempre promovido a sus artistas, pero no a aquellos que emigraron, como si no hubieran existido. Lo he comprobado en mis estudios en todo el continente americano.

“Sobre Boari no existía en Italia un solo libro, excepto el catálogo de su pequeño archivo resguardado en la biblioteca Ariostea de Ferrara, que ocupamos para la investigación.

“La relación con Italia fue problemática. Al regresar de México, si bien fue reconocido como arquitecto exitoso y premiado, nunca pudo volver a trabajar. Su ausencia del país y su falta de contacto con la academia le impidió reubicarse profesionalmente. Era un extranjero en su patria. No tuvo ningún contacto con Mussolini. Se dedicó sobre todo a escribir.

“Boari intervino con dos proyectos nunca realizados. Ambos se insertan en el gran debate urbanístico en Italia posterior a la Primera Guerra Mundial. Se interesó por el arreglo del Campidoglio y concursó en dos proyectos: el monumento a Dante, en la conmemoración de los 600 años de su muerte, en 1921, y en el Palazzo Caffarelli. A diferencia de la tendencia de la época, Boari rechazaba destruir los casos antiguos. México despertó en él la precisión por los vestigios arqueológicos que visitó, con una idea de integrar el pasado con el presente que en Italia no se desarrolló hasta los años 50.”

*LA JORNADA