Precariedad laboral, el diario vivir de las mujeres dedicadas a la limpieza, tema de la nueva película de Luciana Kaplan

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Por Estefania Ibañez

Algunas no tienen un contrato, pero deben cumplir con una jornada laboral completa; a otras, las compañías para las que trabajan no les brindan todos los suministros necesarios (uniforme, detergentes o desinfectantes de calidad), pero deben efectuar sus responsabilidades sin quejarse: las trabajadoras de la limpieza mantienen en orden a la Ciudad de México.

Están desde las primeras horas del día en los aeropuertos, en los sistemas de transporte público, en los parques y en las calles empujando carritos con bolsas y botes hasta el tope de desechos que son parte de las más de 12 mil toneladas de basura que se generan al día en la capital del país.

Son, como todos, parte del paisaje y la cotidianidad, sólo que la gente que pasa a su costado no las ve, pese a que la labor de ellas, muchas voluntarias —se estima que son 10 mil voluntarios en el servicio público—, contribuye a evitar proliferación de enfermedades, propagación de plagas, inundaciones, malos olores y riesgo para la salud pública.

Sus experiencias y las condiciones laborales precarias a las que son sometidas por empresas subcontratadas (outsourcing) por dependencias gubernamentales están plasmadas en el documental Tratado de invisibilidad, de la directora Luciana Kaplan.

Con el sello de Artegios Distribución, se estrenó en salas de cine el 21 de noviembre y tendrá proyecciones hasta el 27 en diferentes recintos de la ciudad y estados de la República.

Entre el acoso y otras violencias

No existe un registro exacto en la Ciudad de México de la fuerza laboral de limpieza, se considera que son más de 24 mil personas y 14 mil están contratadas como trabajadoras. Aunque es una labor que no distingue de géneros, Luciana decidió darle voz a las mujeres porque al analizar su estilo de vida descubrió que suelen ser las más perjudicadas.

“Sí hay diferencias entre lo que pasa con los hombres y las mujeres. Lo que me di cuenta es que dentro de la enorme precariedad la situación de las mujeres era mucho peor, además de los malos tratos laborales, de los salarios bajos, en general toda esta situación donde no tienen prestaciones, en fin, hay una situación constante de acoso, de abuso, que obviamente, no pasa en los hombres”, explica la directora del documental que ganó el Premio Fipresci a Mejor Película, en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2024.

Estas mujeres dedican buena parte de su día a asear baños, pisos y pasillos que son parte de espacios públicos que otros disfrutan. Lo hacen con gusto y por necesidad de ganarse un salario para responsabilizarse de ellas mismas y de más seres queridos.

“Después llegan a la casa y se hacen cargo de los cuidados, como en general pasa casi con todas las mujeres, con sus hijos, con sus padres, con sus hermanos, que es algo que con los hombres pasa menos. Entonces era más compleja la situación y también por eso más interesante”, comenta Luciana.

La cinta en blanco y negro es reveladora. Con todo y que la temática exhibe una dura realidad, la también docente logró captar la ternura, la sensibilidad, el carácter, los miedos y las ilusiones de Aurora, Aurea, Elena, Claudia, “Goyita” y Rosalba, trabajadoras que decidieron ofrecer su testimonio.

“Creo que es algo que tenemos todos, me parece muy importante mostrar a la gente con el abanico de características. No sólo son mujeres que luchan y que sufren y que el trabajo es terrible, también son madres, hijas, tienen emociones, tienen sueños. Creo que quitar eso de las películas es un grave error, hay que vernos con todas las posibilidades humanas que existan”, asegura la directora de Cuentos chinos (1999).

Luciana tuvo motivaciones específicas para realizar el documental, pero cambió su perspectiva prestarles una mayor atención particularmente a las mujeres con las que colaboró, de edades que oscilan entre los 35 y los 70 años.

“Si uno se dedica justamente al cine, al documental, a los medios, es importante estar consciente quién está alrededor de uno y quiénes tienen estas labores y sobre todo que son mujeres.

“Me he dedicado muchos años a hacer cine sobre mujeres, entonces sí me dejó esta consciencia y esta necesidad de lo que implica escuchar al otro. Este acto de escucha que es tan importante que genera cierto respeto, cierta visibilidad y que no todo el mundo hace, y que a veces uno no hace en muchos casos”, explica.

Los espacios más concurridos

El documental se mueve entre la realidad y la ficción, porque la intención es poner sobre la mesa la forma en cómo se desenvuelven las mujeres dedicadas a la limpieza, pero no pretende perjudicar la imagen y vida de quienes decidieron participar, por lo que Luciana incluyó a actrices para personificar a las trabajadoras que prefirieron no salir a cuadro.

Para llegar al resultado deseado, la directora estudió los sitios públicos más concurridos diariamente en la Ciudad de México y eligió los más notorios por su circulación, pero de los que quizás hasta antes de la publicación de la cinta, se conocía poco respecto a la forma en que los empleadores se comunican con su personal de limpieza.

“Pensé cuáles son los espacios que uno realmente usa más cotidianamente, obviamente las calles, porque además uno puede ver a estas mujeres en todas las calles de esta ciudad; si uno presta atención, están con esos chalecos verdes, es algo que uno no ve, pero ahí están, creo que es muy importante mostrar eso, que están en todos lados y están sosteniendo las calles y las ciudades”, dice la también promotora del cine documental.

Para Luciana era necesario incluir el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, por ser el medio con más pasajeros (aproximadamente tres millones de usuarios diario): “el Metro es fundamental, es justamente un espacio de mucho abuso laboral”, asegura.

La creadora contempló el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AIMC) porque una imagen constante en ese sitio es la de mujeres limpiando los sanitarios, siendo parte de una especie de espiral sin salida.

“Es una cosa muy dura y al mismo tiempo la gente no las mira, realmente ellas sí expresan que se sienten invisibles y estar haciendo un trabajo que es muy importante. Pero también hay un grado de abuso, de obligar a una persona estar todo el día metida en un baño, me parecía realmente terrible”, comenta la autora de La revolución de los alcatraces (2012).

Una sala de la Cineteca Nacional igualmente es escenario de la película y por medio del testimonio de Teresa se conoce que debe recoger carteras, celulares, anillos y hasta ropa interior femenina.

“Hay esta relación con la gente que está viendo la película: es una película, estás sentado ahí, te vas a levantar, vas a dejar ahí la basura, es como decir que están en todos lados, hasta en el mismo espacio donde estás viendo la película hay gente que está limpiando tu lugar. Me parecía una buena referencia para decir realmente están en todos lados”, explica la egresada Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

El llamado también es social

A través del documental a Luciana le interesa crear un diálogo reflexivo con los funcionarios de gobierno y las empresas privadas, y que estos, mejoren las condiciones laborales de las y los trabajadores, sin embargo, el llamado también es a la sociedad, porque no debe comportarse ajena a lo que sucede en este ámbito.

“Si sumamos que nosotros somos muy responsables, que tiramos la basura, que pisamos justamente donde acaban de limpiar, que no hay un respeto de la ciudadanía hacia la gente que limpia porque ni siquiera los ve.

“Todo eso que generamos y que ensuciamos estamos acostumbrados a que alguien lo va a limpiar. ¿Y qué pasa si un día no lo limpian? ¿Quién está sosteniendo estas ciudades en ese escenario laboral tan precario? No es sólo el hecho de que tengan que hacer ese trabajo sino que ese trabajo venga acompañado de tantas injusticias y de tanto maltrato, es como si ellas fueran las personas sucias. Es un poco cambiar esos planteamientos”, indica la directora de La vocera (2020).

El mensaje de la película es robustecido por la campaña de impacto #NoSoyInvisible, la cual busca crear conciencia y aplaude y valora el trabajo de las personas que cuidan la imagen de la ciudad mediante la recolección de basura. A la par, solicita a las autoridades se sujeten a la ley que condena desde 2021 la tercerización de personal, práctica que todavía se efectúa.

“Proyecciones en las Utopías de Iztapalapa, un foro de discusión en la Cámara de diputados, un taller de derechos laborales para personas trabajadoras y un tendedero de denuncias anónimas”, son las actividades que componen la campaña.

“Saben lo que está pasando, nosotros estamos pidiendo que haya una revisión de lo que está pasando con estas empresas y sobre todo de las prácticas laborales porque a lo mejor pueden decir que ya no va a haber outsourcing, es el gobierno quien se encarga de eso, pero puede realizar las mismas prácticas, puede pasar muy fácilmente.

“No es solamente sobre el outsourcing, sino sobre las prácticas laborales, en dónde están los derechos laborales de estos trabajadores y de los trabajadores en general si ni siquiera pueden tener un contrato. Para mí sino pueden tener si quiera un contrato es que realmente no hay ningún tipo de prácticas laborales justas”, concluye la autora.

Mediante el documental Luciana Kaplan fortalece la voz de las mujeres que ya no quieren vivir en silencio, de las que desean diferentes condiciones de trabajo. Tratado de invisibilidad exhibe una labor altamente necesaria y, tristemente, mal remunerada.