•Francisco Franco, Antonio López de Santa Anna y Rafael Leónides Trujillo, héroes del góber jarocho, revelan su identidad psicológica
El gobernador comió pizzas y tomó Frutsis (la austeridad, ya se sabe) con 22 trabajadoras de la información de Veracruz y en donde, además de revelar que usa calzones de color blanco (preguntita reporteril al estilo de Elenita Poniatowska en sus inicios), también manifestó lecturas preferidas.
En la crónica de Brenda Caballero (Notiver, sábado 22 de noviembre), intitulada “Los chones de Duarte”, los enumera: La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa. El seductor de la patria, de Enrique Serna. Y su favorito, Los Borgia.
Al principio del sexenio, incluso en campaña, reveló que era fan de Francisco Franco, el dictador español que duró 39 años en el poder, ególatra, con un gran culto a la personalidad, católico, represor de los derechos humanos, con campos de concentraciones y cárceles a su servicio, jugador de cartas, que pasaba la mayor parte del día mirando la televisión y que en su imperio y emporio creó 150 empresas para dar duro y tupido a la corrupción, enriqueciendo a su familia y a los amigos.
Ahora, en confesión ante las reporteras, JD expresa sus ligas y hasta dependencia a su padre putativo, maestro y gurú Fidel Herrera, FHB, aun cuando, claro, en cuestiones universales pudieran tratarse de coincidencias, como decía el epígrafe en las viejas películas en blanco y negro.
Por ejemplo.
La fiesta del chivo es una de las novelas preferidas de FH, porque él mismo se miraba en la historia del general Rafael Leónides Trujillo, el dictador de la República Dominicana, 33 años en el poder, que ejercía el derecho de pernada con las secretarias; pero más aún, con las esposas y las hijas de los funcionarios del gabinete.
Y por tanto, nadie dudaría que si el maestro enseñó al discípulo los caminos de la política, también de la literatura y de la vida, claro.
Y más, por lo siguiente: el góber padrísimo también revela que otro de sus libros preferidos es El seductor de la patria, la historia de Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador de Veracruz, once presidente de la república y uno de los héroes del “Tío”, pues de acuerdo con el libro de Serna, tuvo una infancia infeliz, fue el patito feo de la familia comparado con su hermano, inestable, ególatra, cínico, pícaro, mala leche, calculador, burlón, infiel por naturaleza, con una gran preferencia por las trabajadoras sexuales baratas y cuyo filosofía bíblica se encierra en su frase estelar: “Yo jamás traicioné mis convicciones… porque nunca las tuve”.
Y tan no las tuvo que para formar parte del séquito de Agustín de Iturbide a los 26 años de edad enamoró y sedujo a su hermana, de 62 años, y cuando ambos le anunciaran que habrían de casarse el emperador lo excomulgó de su feudo y lo recluyó en la hacienda de Xalapa.
Por eso, y si alguna duda existiera entre los lazos invisibles y todopoderosos entre el góber fogoso y el padrísimo está la confidencia de Duarte: que la historia de los Borgia es su otro libro favorito.
Favorito, también, claro, de FHB.
Y como todos saben se trata de la historia de una dinastía española instalada en Italia, camino al Vaticano, donde en la lucha por el poder hay intrigas, sobornos, lealtades, traiciones, complots, crímenes, sórdidos romances, lujuria hasta de los Sumos Pontífices, impotencias sexuales, divorcios y guerras.
Así, de tal eje rector se desprende la gran influencia, la decisiva formación que “El tío” ha tenido y tiene sobre Duarte.
GRAN DEPENDENCIA PSICOLÓGICA
He ahí, pues, el epicentro de la sabrosa crónica para entender y comprender muchas de las cositas transcurridas en los últimos cuatro años, pues eso del color de los calzones tomará notoriedad, digamos, cuando en el futuro los chones del góber sean cotizados en el mercado de las subastas de igual manera como los chones de Marilyn Monroe cuando abandonaba la Casa Blanca y/o el vestido rojo de Mónica Lewinsky, salpicado de Bill Clinton.
Pero, bueno, quizá porque de pronto, zas, llegaron las pizzas y los Frutsis, faltó espacio y tiempo para conocer las razones por las cuáles el góber admira a Francisco Franco, a López de Santa Anna y a los Borgia.
Por fortuna el tiempo alcanzó para que Duarte asegurara (cuatro años después) que con su esposa sólo son propietarios de una casita en Córdoba, en referencia a una pregunta sobre la Casa Blanca de Las Lomas, 98 millones de pesos, que Angélica Rivera, La gaviota, esposa de quien el lector ya sabe, que pudo comprar gracias a su salario en Televisa…
Pero, bueno, la dependencia política, cultural, histórica, ética y moral de Duarte sobre “El tío” ha quedado una vez más ratificada. El trío de libros lo dice todo.