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Hay secretarios duartistas que, no obstante la oportunidad de oro para dimensionarse con visión de Estado, nunca, jamás, crecieron
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El gabinete mediocre
Si se considera que los últimos cuatro años del duartismo fueron una oportunidad de oro para que cada secretario del gabinete legal creciera como político y persona, habría, quizá, de escribirse que muchos hasta se achicaron.
Y empequeñecieron, porque desaprovecharon el momento estelar para proyectarse como unos políticos de primer nivel, con visión de Estado, liderando las mejores causas sociales en su área correspondiente.
Incluso, para trascender más allá del sexenio, de cara a la sucesión de gobernador.
Por ejemplo, nunca, jamás, pudo crecer el secretario de Trabajo y Previsión Social, Marco Antonio Aguilar Yunes, no obstante que es uno de los políticos más cercanos a su amigo Javier Duarte, acaso un duartista puro, con quienes han frecuentado reuniones familiares.
En contraparte, y cuando menos, el otro amigo, el procurador de Justicia, Luis Ángel Bravo Contreras, aun cuando está proyectado como Fiscal General y por nueve años, su capacidad jurídica y política fue rebasada por su egolatría y narcisismo, como plantar, por ejemplo, a las madres de los desaparecidos porque necesitaba ir a una posada.
Carita, petulancia y soberbia, pues, mató eficacia y eficiencia.
Y, bueno, algunos crecen tal cual, que es su razón superior, como aquel reportero cuya obsesión era convertirse en rey feo del carnaval.
Sería el caso de la secretaria de Protección Civil, Mimí Guzmán, la única mujer que ha terminado en el gabinete y quien prefirió llevársela pian pianito, incluso exponiendo al jefe máximo a un abucheo en un poblado rural donde los cerros se desbordaron en tiempo de lluvias y la muerte de vecinos se impuso.
Tampoco creció, como apuntalaba, el secretario de Desarrollo Económico Érik Porres Blesa (el único que habla inglés perfecto en el gabinetazo), quien él mismo se ninguneó cuando trepó en su Twitter una foto con la misma pose que Truman Capote a los 20 años cuando publicó su primer libro, Otras voces, otros ámbitos.
UN ESTADO EN LA RUINA
Veracruz, un estado que centra su economía en la agricultura (caña de azúcar, café y cítricos, incluso, con el mayor número de factorías azucareras en el país), fue la gran oportunidad para que el secretario de Desarrollo Agropecuario, Manuel Emilio Martínez de Leo, fuera, por ejemplo, el Carlos Hank González de Carlos Salinas. Nada. La pasó en la intriga en contra de su antecesor José Tomás Carrillo, luego diciendo que la SEDARPA estaba quebrada con el presupuesto agotado y después con su racho Potomac que, dice, tiene desde hace 50 años.
Tampoco pudo crecer el doctor Pablo Anaya Rivera en la secretaría de Salud como tampoco el sucesor, el cardiólogo Juan Antonio Nemi. Incluso, y por alguna maldición, tampoco el tercer titular Fernando Benítez Obeso.
Quizá, muchos, demasiados, excesivos atolladeros e intereses. Acaso una estrategia mal aplicada, errónea. Quizá un cochinero desde el sexenio pasado. Una pifia eso de que la salud como la educación es tarea básica y prioritaria según el Plan Estatal de Desarrollo.
Y, bueno, el descrédito educativo descarriló a Motita quien inició como el Enrique Rébsamen y/o el Enrique Laubscher del sexenio y ha terminado como el Juan Nicolás Callejas Arroyo.
Y eso… que él mismo alardeaba de hablar 20 veces al día con el gobernador para cruzarse barajitas y redefinir el camino y que del gabinete era el mejor formado, con más experiencia, con más fogueo.
Perdió la oportunidad, primero, para fortalecerse como candidato a la gubernatura; ahora, para la candidatura a diputado federal, pues la diosa encuesta anuncia su derrota inminente, además, claro, de caer seducido por la Dominga.
Creció, digamos, Gerardo BuganZa. Luego de sus frases apocalípticas y mesiánicas, pasó de la Segob a la SIOP, donde él mismo se decretó un chingón. Ahora, le rasca para volver a la SEGOB, camino, dice su biógrafo, a la mini gubernatura, rajando leña a una parte de la elite eclesiástica.
Pero de ahí a una acción de gobierno de primer nivel, trascendente, con visión de Estado, que haya transformado la vida social y económica en una región, mucho se duda.
Y como en el caso de la obra pública pendiente que sacó, primero habría de revisar la nómina de las constructoras favorecidas fast track, por dedazo, para el balance impostergable.
ENTRE MÁS SILENCIO PEOR DESENCANTO
Creció, claro, Érick Lagos, secretario General de Gobierno, quien llegó proveniente del CDE del PRI. Y creció en su fama pública de solucionar los problemas con cargo al erario, comprando conciencias y lealtades, aunque efímeras en unos casos.
Creció por su capacidad para el halago a los jefes y otras cositas, como la letra de la bamba. Creció, porque está enlistado para la curul federal. Pero en la encuesta para el 2016, por los suelos. ¿Habrá, por ejemplo, algún miembro del gabinete legal que lo respete por su visión de Estado, los grandes aciertos, los campanazos en la tarea política de gobernar?
Creció, no obstante, Mauricio Audirac Murillo. Del ORFIS, y con su institucionalidad, a la Contraloría. Y luego a la secretaría de Finanzas y Planeación. Camino ascendente, con un par de años por delante para disipar los nubarrones característicos de los últimos 4 años. Deuda pública creciente. Proveedores y constructores irritados. Estudiantes becados molestos. Austeridad. Cero obra pública.
Con todo y la Fuerza Civil, con todo y el alto presupuesto, la percepción ciudadana es una sola: la inseguridad en la vida y en los bienes. La vida, un infierno en Veracruz. El secretario de Seguridad Pública, rebasado por los hechos y las circunstancias, por más que en el boletín y los medios dibujen otra realidad.
Y más, porque ante los secuestros, desaparecidos, ejecutados y fosas clandestinas, el silencio de los 50 diputados locales y de los legisladores federales, incluso, hasta de los senadores, y los partidos políticos y los jefes eclesiásticos y los dirigentes sindicales y hasta de los medios.
Entre más silencio peor desencanto con el titular de la SSP.