En el auditorio Fray Bernardino de Sahagún del Museo Nacional de Antropología (MNA), la investigadora Laura Filloy Nadal presentó su libro Pakal El Grande. Soberano maya de Palenque, el cual, dijo, es una biografía detallada, “narrada como una novela policiaca. Esta recuperación del pasado nos abre los ojos de un gran individuo y es también el legado de las comunidades mayas que viven actualmente y cuyos saberes han enriquecido el conocimiento de lo que ahora sabemos sobre la civilización maya del pasado”.
Acompañada de los directores del MNA y del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, Antonio Saborit García Peña, y Salvador Rueda Smithers, la investigadora narró cómo el detallado trabajo del arqueólogo Alberto Ruz L’huillier, en 1952, le permitió acercarse a la gran figura de K’inich Janaab’ Pakal, monarca de la ciudad-estado de Lakamha’, hoy conocida como la Zona Arqueológica de Palenque, Chiapas.
A través de una serie de archivos fotográficos, documentales, evidencias gráficas y otros materiales, Filloy decidió construir la historia del gobernante maya y hacerla accesible tanto para el público especializado como para cualquier persona interesada en el mundo maya, en el devenir del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), o bien, en los procesos de investigación que marcaron una era.
“El libro fue pensado y escrito para el disfrute de muchos públicos diferentes, no tuve, en el momento que fui construyéndolo, que pensar que fuera útil para el uso o disfrute de mayistas, sino que en él encontraran pedazos, fragmentos de diferentes cualidades para que todo aquel que esté interesado en el pasado de la cultura maya pueda encontrar un reflejo o una huella interesante”, refirió.
Comentó la relevancia que el descubrimiento de la tumba del reconocido gobernante de Palenque tuvo en las investigaciones de estudiosos y público en general que se interesó en esa lejana ciudad, oculta en la selva.
“Alberto Ruz dedicó mucho tiempo a hacer del conocimiento de los demás aquello que por un momento únicamente fue de unos pocos… El INAH tomó la empresa de hacer visible ese descubrimiento, ¿dónde?, en el antiguo Museo Nacional. Fue tan importante que cuando se construyó el Museo Nacional de Antropología, se volvió a hacer la reproducción de esa cámara funeraria, lo que permitió que todo aquel que visitara el recinto pudiera ser partícipe y ver lo que se había descubierto”.
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