UNIVERSIDAD VERACRUZANA
El tercer Festival OSX 2014 cerrará con dos interpretaciones de la Novena sinfonía en re menor de Ludwig van Beethoven (1770-1827), programadas para los días viernes 12, a las 20:30 horas, y domingo 14, a las 12:00, en la sala de Conciertos del Complejo Cultural Tlaqná, ubicada en el campus para la cultura y las artes de la Universidad Veracruzana (UV).
A esta interpretación se suma la presencia de un elenco totalmente nacional, con la soprano Adriana Sanabria, la mezzosoprano Cecilia Ladrón de Guevara, el tenor Nahúm Sáenz y el barítono Amed Liévanos. También participará el Coro de la UV, cuyo titular es Alfredo Domínguez, y la dirección será responsabilidad de Lanfranco Marcelletti.
Con este programa concluye la serie conmemorativa que la Orquesta Sinfónica de Xalapa ofreció con motivo del septuagésimo aniversario de la institución que le alberga y administra.
La Novena sinfonía de Beethoven, con toda la popularidad que le es propia, resulta un caso especial en el catálogo del compositor. Su proceso de escritura fue difícil y tortuoso, de lo cual es significativo el espacio que le separa de su antecesora. La Octava fue concluida en 1812; la Novena, en 1824.
En el año de 1817, la Sociedad Filarmónica Real de Londres realizó un encargo a Beethoven, por lo que el músico decidió comenzar a trabajar sobre algunos apuntes que databan de 1811 y en los cuales ya se advierte un sustento tonal en re menor. En 1818, mientras trabajaba sobre su Missa Solemnis, Beethoven tenía en mente dar forma a otras dos sinfonías, una de ellas con un final coral y otra de conclusión puramente instrumental.
Pero en 1822, al completar la Missa, la sociedad londinense le recordó el encargo de cinco años atrás y el músico se vio en el compromiso de satisfacer la petición considerando la posibilidad de concretar la sinfonía instrumental. Pero en esos días volvió a la mente un antiguo proyecto, ideado desde 1793 y que consistía en llevar a la música el texto An die Freude, de Friedrich Schiller (1759-1805).
Las crónicas de la época registran que el éxito en aquella noche del 7 de mayo de 1823 rebasó las expectativas. Beethoven, quien con todo y su sordera absoluta dirigió el estreno de su sinfonía, no pudo percatarse de las salvas de aplausos que el público dedicaba a los intérpretes.
Desde luego que una obra con tantos elementos novedosos no pasaría inadvertida para los críticos de la época, y fue precisamente la parte coral lo más reprobado. Durante los ensayos trascendió la inconformidad de algunos cantantes del coro, que se quejaban desde las notas agudas que el autor exigía hasta la forma por completo atípica de escritura vocal, en que las demandas son tan difíciles que algunos consideraron esta parte imposible de cantar.
La explicación simple podría encontrarse en la sordera de Beethoven, pero el asunto es más complejo. Hacia aquella época, la producción para grupos vocales se apegaba a modelos superados ampliamente por el nivel alcanzado en la escritura instrumental, de modo que cuando Beethoven intentó generar música cantada para ajustarla a sus enormes esquemas sonoros, el resultado fue una creatividad que en muchos momentos rebasaba las posibilidades normales de la voz humana.
Aún ahora con las modernas técnicas de enseñanza y práctica, la Novena sinfonía se mantiene dentro del repertorio propio de coros con amplias posibilidades artísticas, y las dificultades que presenta terminan contribuyendo a la atmósfera de paroxismo que Beethoven desencadena hacia el final de su obra.
Hoy nadie se atrevería a criticar esta obra, una de las más interpretadas en el repertorio procedente del romanticismo decimonónico.