•Evitó un Atenco, un derramamiento de sangre cuando el proyecto hidráulico para abastecer de agua a Xalapa
•La gubernatura de dos años va, porque va
•El PRI, con problemas para nominar a 11 mujeres candidatas a diputadas federales
•“Sólo tengo una casa, en Córdoba, y me enoja que mi suegro aún no haya heredado a mi esposa”
•“Con redes sociales, fácil mentar la madre al gobernador”
•Cierto, “me brinqué dos generaciones”
•El día que arriesgó su capital político
•Confesiones ante 22 reporteras
En la Casa Veracruz, Los Pinos de la tierra jarocha, el gobernador se desnudó ante 22 reporteras.
Allí, desde el salón Yanga, desde donde se mira y admira el vuelo de los pájaros de un árbol a otro y la gracia de los pavo reales al caminar, y de cara al V año del sexenio, Javier Duarte se sinceró:
“A veces, me siento solo”.
Y, bueno, con el tema de la Casa Blanca de las Lomas en la ciudad de México, propiedad de “La gaviota”, una tundetecleas le preguntó cuántas casas tiene Karime Macías, su esposa, rió con la mitad de una sonrisa, y dijo: “Sólo tenemos una casa. En Córdoba. Y me enoja que mi suegro aún no le haya ni una”.
La agenda pública de la mini/gubernatura en el Congreso local, máximo jefe político, jefe del Poder Ejecutivo y del Legislativo y del Judicial, comandante en jefe de las fuerzas policiacas, jefe de las finanzas, jefe de su partido, fue categórico:
“La gubernatura de dos años… va. Que no les quede la menor duda. Va”.
Una trabajadora de la información, Jacinta Meza, le preguntó sobre la libertad de la columnista Maryjose Gamboa, confinada en el penal de Tuxpan, y sobre la posibilidad de una amnistía.
“No es mi tema. Es facultad del Poder Judicial”.
También reveló una tragedia política: “El PRI tiene problemas para integrar unas diez, once, mujeres candidatas a diputadas federales”.
(Y, bueno, si así está el tricolor, entonces ya podrá visualizar el lector las circunstancias del resto de partidos políticos).
La cita fue a las 13 horas. Sólo estaban programados 40 minutos de plática. Y se prolongó hasta las 5 de la tarde.
A mitad del camino la reportera Rosalinda Sáenz dijo al gobernador que hacía hambre. Que cuando menos unas tortas. “Ya hace hambre” fue su argumento.
Al ratito, alguien dijo que entonces unos Frutsis y Pingüinos. Terminaron con unas pizzas que llegaron tarde, pues el par de secretarios invitados como figuras de paja, mirones de palo, acaso, no obstante, con alguna señal críptica, Érick Laguititos y Adolfo Mota, permanecieron mudos y tampoco marcaron el celular, acelerando el servicio.
Incluso, cuando el góber padrísimo lo nombró, desde su asiento, Motita junto los dedos índice y pulgar, los paseó encima de los labios insinuando un zíper, las bisagras de un candado, un bozal.
“FÁCIL MENTAR LA MADRE AL GOBERNADOR”
La dirección de Comunicación Social invitó a las 22 reporteras. Ellos las seleccionaron, a criterio y gusto.
Alberto Silva Ramos estuvo ausente. Sólo acudió su equipo. Estaba en Tuxpan en el velorio y sepelio de su madre, fallecida en la víspera.
Y en las cuatro horas del intercambio de barajitas, Duarte contestó en varias ocasiones el celular.
Rió, sonrío, varias ocasiones. Una, cuando le preguntaron sobre el color de sus calzones que incomodó, por su gran profundidad, a las decanas del periodismo.
Otra, cuando le dijeron que cuando menos invitara Frutsis y Pingüinos.
Otra, cuando dijera que ahora, con el internet y las redes sociales, es fácil mentar la madre al gobernador.
Otra, cuando sobre la agresión al senador del PRD, Alejandro Encinas (“yo estaba en un acto”) dijera que en el mismo café estaba Héctor (¿Yunes Landa?) y quien salió por otra puerta para evitar una escaramuza.
Se entristeció, claro, igual que Enrique Peña Nieto cuando le preguntaron sobre los 43 normalistas de Ayotzinapa.
“Me duele’’, dijo, repitiendo la misma frase del huésped principal de Los Pinos. Pero se trata de una catarsis donde caben todos. Y son cambios que se están dando”.
VARIAS PELEANDO LA FOTO
El grupo de las 22 reporteras estaría formado por dos, quizá tres generaciones. Las decanas y las imberbes. Las generalas de mil batallas y las soldaderas rasas.
Incluso, entre ellas mismas ni siquiera todas se conocían ni reconocían… que por ahí debió empezar Comunicación Social, digamos, sólo digamos, como un acto de cortesía.
A la hora de la foto del recuerdo, algunas pelearon por estar cerca del jefe máximo, quien les confiara que ya antes se había reunido con la tribu masculina del gremio reporteril.
“EVITÉ UN ATENCO, UN DERRAMAMIENTO DE SANGRE”
Confesó el góber: “Me siento solo”.
Y desmenuzó su soledad que, bueno, dice el historiador Enrique Krauze, y antes Daniel Cosío Villegas, y también Miguel Alemán Velasco en su novela “Si el águila hablara”, forma parte del ejercicio del poder… y más, cuando ya van de salida.
Por ejemplo, se sintió solo… cuando el proyecto hidráulico para ampliar el servicio del agua a Xalapa, antes, mucho antes de que la sequía llegue, y más ahora cuando los ríos, hasta los caudalosos, se “han convertido en un hilito”.
Así, dijo, mientras los vecinos de los pueblos incluidos en el proyecto organizaban marchas y ganaban espacios en los medios, del otro lado, nadie, ningún político, ningún diputado, abanderó el proyecto, es decir, estuvo a su lado.
Incluso, confesó: “Y, bueno, el proyecto no se cayó. Ahí está. Pero fue preferible a un Atenco en Veracruz, a un derramamiento de sangre”.
También, parece, pudo haberse sentido solo cuando soñó, tuvo fe y esperanzas, en la efectividad de la llamada Comisión de Protección a Periodistas.
Alguien por ejemplo le preguntó cómo iba la Comisión.
“Ahí está” fue la respuesta indicativa y significativa, como por ejemplo, cuando a uno le preguntan por un amor cancelado y contesta “por ahí anda” como Poncio Pilatos, lavándose las manos.
“ARRIESGUÉ MI CAPITAL POLÍTICO”
En la desnudez absoluta, quizá con mayor confianza a partir de cuando le preguntaron si el color de sus chones son amarillos (“blancos”, reviró juguetón y sexy, pues todo gobernador se vuelve un dandy), Duarte reveló el top secret del poder: “Me brinqué dos generaciones. Tenía poca experiencia. Era difícil, difícil, difícil, operar el gobierno”.
Pero no obstante, “arriesgue mi capital político en el tema de la inseguridad, que ya venía de otros sexenios”
Y tan la arriesgó tanto que, por ejemplo, nunca fue desmentida la versión de que los malandros pretendieron secuestrar a sus hijos en la escuela donde estudiaban y que él mismo habría sido objeto de un cerco de malosos en algún pueblo del norte de Veracruz.
¿Su relación con el presidente Enrique Peña?, lanzó una reportera.
“Buena, buena” dijo ahorrando las palabras.
En la mesa del salón Yanga, ni un pedacito quedó de pizza. Adolfo Mota Hernández miraba un pavo real moviendo la colita y se lengüeteaba la grasa en el labio superior, mientras Érick Lagos pensaba en los taquitos al pastor para su comparecencia en el Congreso.