El elogio de la cobija, un viaje alrededor de la maceta, la doble vida del paraguas, el hueco de la almohada y hasta el drama del papel de baño son algunos ensayos que componen Fetiches ordinarios (Random House), del escritor Luigi Amara (México, 1971).
Al respecto, el autor dice que a él le gusta el debraye y las zonas inesperadas.
¿Es un libro distinto en tu carrera?
Siempre me ha gustado que cada nuevo libro sea como un desafío para mí en primer lugar, y también como una especie de reinvención formal. Pienso que los textos se contagiaron de un ánimo bastante jovial que yo tuve al escribirlos porque me atraía hacerlos, investigarlos, especular. También los doté de humor sin dejar de intentar descubrir algo sobre estos objetos que exploro.
¿Vas de lo ordinario a lo extraordinario?
Son polos que siempre me han interesado. Tal vez lo ordinario para ti sea extraordinario para mí y, si lo comparamos con otras culturas probablemente lo que a nosotros ya nos pasa completamente inadvertido en nuestra cotidianidad, en China les parece una maravilla y viceversa. Esos polos siempre están en juego en el tipo de escritura que a mí me gusta hacer porque a veces me centro en lo extraordinario, en lo excéntrico. Como en el libro que escribí que se llama Los disidentes del universo, sobre gente extraña. Ahora quería irme a lo presente, a lo que de tan cotidiano ya se ha vuelto invisible.
Recuerdo un texto tuyo que se llama ‘La promiscuidad de los encendedores’, ¿es un poco la idea de estos ensayos?
Sí, de algún modo es como el antecedente remoto de este libro. Es un poco como ese tipo de exploración; en el caso de aquel texto era más en un plan juguetón, como una pachequez: un poco con ese mismo espíritu, pero investigando más, haciendo más guiños, ligándolo con otras cuestiones más políticas que dieron como resultado este libro.
¿Qué miras cuando decides escribir ensayos?
Diría que lo más importante es dar un paso al margen para poder mirar lo real, el presente. No puedes estar volcado porque la misma luz del presente te ciega, te deslumbra y entonces es necesario este ejercicio de extrañamiento como el que yo hago en el libro; es como poner un pie adentro de lo real y uno y es lo que intento.
¿Es como el gabinete de Luigi Amara?
Es todo eso está delante de nosotros; la cuestión es que desaparece de nuestra atención y curiosidad; por eso uno tiene que dar un paso afuera para entonces volverlas a ver e iluminárselas al lector con la poca luz que uno puede arrojar nueva sobre esos objetos: «Mira, aquí hay algo y ese algo está curioso, divertido o es terrible».
En el libro hay como un ensayo-debraye ¿Qué piensas?
Es que mi terreno es el debraye (risas), es lo que me gusta. Debraye no es una mala palabra; solemos decir así, como en un tono peyorativo: “No desrayes”, pero yo creo que el ensayo requiere de cierto impulso, de un vagabundaje mental para poder escapar de las ideas concebidas y empezar a hilar de un modo más original, que es el terreno al que me gusta llegar siempre.
Pero también un anclaje más cultural. ¿Estás de acuerdo?
Intenté que este lado como especulativo y de asociaciones medio disparatadas tuviera un anclaje en cierta investigación y lecturas; procuré que más o menos en todos los ensayos hubiera otras miradas; pero no quería que fuera todo solo de mi ronco pecho, sino que hubiera esta riqueza de ir a investigar, a traer referentes, a darle otra contextura a esta exploración, de modo tal que no fuera simplemente un debraye pacheco, sino que hubiera un anclaje más cultural en sentido amplio.
*MILENIO