Los políticos hablantines

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  • Según Daniel Cosío Villegas, hay políticos que peroran como una necesidad fisiológica y caen en la diarrea verbal

  • Lo peor, el discurso va por un lado y la realidad social por otro

  • Exgobernadores de Veracruz que hablaban mucho y otros que hablaban poco

 

LUIS_VELAZQUEZSegún el historiador Daniel Cosío Villegas, hay políticos que hablan mucho, mientras otros hablan poco.

Incluso, hay políticos que hablan “como si fuera una necesidad fisiológica”, pues creen que hablando “los problemas se empiezan a resolver solitos”.

Por ejemplo: algunos gobernadores de Veracruz que solían hablar poco, sin caer en la tentación de discursear a cada rato como el caso de Luis Echeverría Álvarez, eran, Fernando López Arias, Rafael Murillo Vidal, Agustín Acosta Lagunes, Patricio Chirinos Calero y Miguel Alemán Velasco.

En cambio, los ex que hablaban mucho fueron Dante Delgado Rannauro y Fidel Herrera Beltrán.

Javier Duarte, de igual manera que su maestro y tlatoani, el fogoso y gozoso, suele hablar mucho.

Incluso, joven de 41 años en el ejercicio del poder, se sale del guión y del discurso escrito e improvisa llegando a los gritos, y más si está frente al presidente de la República a quien dispara halagos y loas y arroja incienso como si fuera la semana mayor en la iglesia católica.

Cosío Villegas parte del análisis del discurso de Echeverría para decir que hablaba como un tipo locuaz, sin ton ni son.

Pero, además, como creía, estaba seguro de que hablar tenía el mismo significado que reflexionar, escudriñar los hechos y circunstancias, sopesar las cosas, entonces siempre decía que “vamos a reflexionar” y reflexionaba, en efecto, como si de pronto tuviera un ataque de diarrea verbal.

Claro, era el tiempo del populismo y la demagogia en la más alta expresión de la sublimidad, como quedó manifiesto cuando en campaña electoral, Echeverría solía pronunciar hasta diez peroratas diarias, quizá, acaso, porque durante toda su vida burocrática, hasta en la secretaría de Gobernación con Gustavo Díaz Ordaz, la pasó atrás de la pasarela, confinado en la oficina, actuando y operando en las sombras.

Y cuando tuvo la oportunidad de estar frente al micrófono perdió los estribos y se desbordó, no obstante el equipo de oradores, la mayoría jóvenes, a su lado.

 

TANTA DISCURSEAR HA TERMINADO EN EL HARTAZGO

En el caso de Veracruz, los políticos hablan mucho, pero el discurso va por un lado y los hechos y circunstancias por otros.

El caso emblemático está, por ejemplo, en la seguridad pública, donde el gabinete policiaco repite como estribillo que “nada pasa” y que “vamos bien”, cuando los más de mil desaparecidos, 144 menores de edad, han originado la indignación crónica y el coraje social.

Incluso, se ha llegado a la locura neurológica en el discurso cuando se asegura que los carteles salieron huyendo apenas tomó posesión el tercer procurador de Justicia y que, por supuesto, ningún ciudadano cree porque está mirando la realidad, además de que el mismo funcionario se expone a la chunga quedando como Pedro, el anacoreta de la montaña de Alto Lucero.

Peor tantito si se considera que por hablar mucho parte del gabinete legal del duartismo ha quedado en el pitorreo.

Por ejemplo, cuando al más puro estilo echeverrista, se declaró a Veracruz como el líder del turismo de aventura en América Latina.

Y como el Houston de México y la Arabia Saudita del continente americano.

Y cuando se aseguró que Veracruz será una potencia económica mundial y una potencia turística planetaria.

Y cuando la ciudad jarocha fue declarada “la ciudad más bella del país” mientras Coatzacoalcos era ungida como la novena ciudad más bonita y segura de la nación.

Ni se diga ya cuando en el discurso se ha declarado a Enrique Peña Nieto el salvador de la nación, digamos, a la altura de Antonio López de Santa Anna, a quien llamaban el seductor de la patria.

Por eso mismo, el discurso va por un lado con su mundo color de rosa y la realidad por otro, avasallante, que ha llevado al hartazgo ciudadano.