En el tiempo que llevo viendo comparecencias de los secretarios del Gabinete, luego del informe del gobernador en turno, jamás he visto que pase nada interesante. Es decir, nada como que los diputados hagan cachos a alguien y se lo coman después, legislativamente hablando, desde luego; o que a algún secretario lo corra su jefe porque lo que dijo en su comparecencia fue una verdad irrefutable que no era la que estaba en el informe, etcétera.
Lo que sí he visto repetidamente es una Legislatura a modo, para que los secretarios se luzcan contestando preguntas de un guión preestablecido, a éstos saliendo esponjadísimos, como si acabaran de salvar al Estado de una catástrofe, y a montones de acarreados vitoreándolos como si fueran toreros triunfantes y, por supuesto, un insultante montón de recursos, obvio del erario, utilizados para pagar camiones, tortas y, en estos tiempos que corren, hasta taquizas, baños portátiles y equipos de sonido instalados a media calle.
Vistas las cosas a como están ahora, más nos serviría a los ciudadanos que nos dieran chance de ir a preguntarles a los secretarios nosotros mismos. Nos ahorraríamos la pena ajena de ver que a los diputados les contestan como si fueran párvulos, y la de mirar que en esta “sana” democracia en que vivimos en realidad no hay oposición, y la poca que hay está dormida o comprada.
Y ahí, para muestra, la comparecencia del secretario de Gobierno, que dice que en el Estado las cosas están a todo dar; aunque en la vía de la práctica Xalapa todos los días es tomada por asalto por miles de manifestantes que, una de dos, o no se han dado cuenta de la bonanza y el buen gobierno, o de plano son poblanos y se equivocaron de zócalo.
O qué tal la del secretario de Salud, al que no les salen las cuentas porque cuando entró dijo que la dependencia tenía un pasivo de 500 millones de pesos, y en la comparecencia dijo que era de tres mil millones, aunque luego reconoció que era de más de cuatro mil quinientos sesenta y seis millones. Y qué bueno que ya no le siguieron preguntando que si no a estas alturas ya debiéramos quién sabe cuánto. O la del secretario de Seguridad Pública, que muy pertinentemente acotó cuántos kilos bajó para acreditarse como policía pero poco dijo de los migrantes asaltados y muertos, las fosas que aparecen por aquí y por allá y de los desparecidos que nomás quién sabe dónde están; aunque eso sí, tamales para todos en las afueras del Congreso sí hubo, y también medio día de caos vial porque nadie pudo pasar por la avenida Encanto durante horas.
En fin, a esta “formalidad” de las comparecencias les hace falta una renovadita en su formato, algo así como que mejor les hagan un examen por escrito, pues está visto que a como se hacen ahora éstas nomás sirven para “placear” a los ponentes en aras de promover sus brillantes carreras políticas. Como quien dice, mucho ruido, pocas nueces y, ¡tamales y Frutsis para todos, que los secretarios pagan (del cajón del erario)!
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