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Xalapa

La crónica de hoy: Insensibilidad

ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y HERNÁNDEZ

 

ALEJANDRO HERNÁNDEZEntre gobernantes y gobernados, hoy más que nunca en México, hay brechas insalvables. Los primeros jamás podrán sentir empatía por los segundos porque, simple y sencillamente, viven en un mundo completamente diferente. El poder y sus delicias los envuelven y los sitúan lejos de la realidad nacional, alejándolos de toda aproximación a lo que vive en el día a día un mexicano promedio, ya no digamos alguno de los más pobres.

Un servidor público de alto estatus, de esos que tienen en sus manos todos los días la decisión de crear miles de empleos, o de eliminarlos, haciendo un ajuste en sus cifras macroeconómicas, que vive en alguna zona residencial exclusiva, rodeado de sirvientes y con un cuerpo de seguridad, para él y los suyos, a su servicio, que ni de broma irá a curarse de sus males al IMSS o al ISSTE, y cuyos hijos estudian en el extranjero, o mínimo en el Tecnológico de Monterrey, jamás podrá entender lo que es no “llegar” a fin de mes, o no tener para la colegiatura o el abono del refrigerador, mucho menos podrá solidarizarse con algún mexicano si, víctima de la inseguridad, pierde sus muebles, su carro o, en el peor de los escenarios, hasta la vida.

Qué va a saber ese prohombre, que hoy es senador, mañana diputado y después empresario o bon vivant en el extranjero, lo que cuesta una lista escolar o un uniforme, qué va a estar enterado de las necesidades del pueblo, si hasta cuando va a inaugurar una calle o una escuela, sus colaboradores se encargan de que las calles por donde pasa estén barridas y el tránsito sea fluido (aunque sea nomás mientras él anda por ahí); qué empatía podrá sentir para con quien, aunque se esfuerce desmañanándose o trabajando horas extra, jamás podrá salir del hoyo porque el sistema no se lo permite.

Qué coincidencias podrá tener con la clase trabajadora, con las amas de casa que tienen que hacer milagros con nada, con los policías que ganan una miseria, con los maestros rurales que tienen que caminar durante horas para llegar a una comunidad, que vive en pobreza extrema, a enseñarles a leer a niños que, de tan desnutridos, nomás no pueden aprender nada. Qué lo podrá hermanar con los que han perdido un hijo, un hermano o un padre, en un secuestro, si ellos viven rodeados de guardaespaldas y sus propiedades están cuidadas gracias al dinero del pueblo; cómo podrá sentir lo mismo que siente el más desamparado de los mexicanos, el indígena, si nunca ha tenido que enfrentar la discriminación y el rechazo social.

La poderosa clase gobernante, la que viaja a nuestras costillas, la que educa a sus hijos con lo que le escatima a los nuestros, la que vive rodeada de lujos y en un México que no es el mismo que el de nosotros, no puede, aunque lo intentara, tener coincidencias ni ser afín a lo que nos pasa. De ahí la insensibilidad, de ahí la lógica distancia que nos ofende, de ahí la terrible conclusión: ellos jamás van a cambiar a México; ¿para qué?, si ellos están a toda madre.

Comentarios o sugerencias: motardxal@gmail.com

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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