La crónica de hoy

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ALEJANDRO HERNÁNDEZ

La crisis del presidente

Que los presidentes de México, los últimos cinco cuando menos, tuvieran que enfrentar crisis graves durante sus gobiernos no es raro y Enrique Peña Nieto, hoy en día, no tendría por qué ser la excepción. La historia es puntual y nos señala por qué, y cómo, fueron las crisis de algunos de sus antecesores.
Salinas de Gortari, por ejemplo, tuvo que lidiar con el descontento social, producto de sus cambios neoliberales, las privatizaciones de algunas empresas del Estado y el asesinato de Colosio, entre otras cosas. Ernesto Zedillo heredó un gobierno con un partido en el poder en crisis y con una situación económica terrible, lo que a la postre traería como consecuencia la derrota histórica del PRI en las elecciones presidenciales ante el PAN. Vicente Fox, cuya luna de miel con el pueblo de México terminó apenas se le fugó de un penal de máxima seguridad el Chapo Guzmán, terminó siendo repudiado y hasta acabó divorciado del partido que lo llevó al poder. Felipe Calderón Hinojosa, hombre gris, hizo estallar una guerra contra el narco sin tener un poder judicial depurado y fortalecido, lo que llevó al país a un baño de sangre que todavía no termina y quién sabe cuándo acabará. Enrique Peña Nieto, sin embargo, enfrenta la crisis de credibilidad con la que le tocó lidiar en un escenario distinto y ante un contrincante más fortalecido: un pueblo más y mejor informado.
Ni Salinas, ni Zedillo, ni Fox, aunque Calderón sí un poco, tuvieron en contra la información que, veloz, se desplaza en las redes sociales y a la que esta sociedad 2.0 tiene acceso. La manipulación de la información resulta más difícil y se requieren de recursos más sofisticados para adormecer a las masas.
Hoy en día la noticia, el acontecimiento como tal, ya no es verdad absoluta de los periódicos y de los noticieros, mucho menos de quien trata de manipularlos mediante coacción o amedrentamiento; hoy los ciudadanos, no todos por desgracia, se han vuelto más analíticos, no tanto por convencimiento sino porque las nuevas tecnologías lo obligan a serlo. Es decir, no bien sale una nota periodística hablando de las bondades del gobernante, del político o de la figura pública, cuando ya andan circulando en la Red imágenes, documentos o audios, que lo desmienten o que, cuando menos, ponen en el terreno de la duda lo dicho o hecho.
Este poder es intimidante para quienes han estado acostumbrados a ser dueños de una verdad construida a modo y que habían confiado en el adormecimiento de la sociedad, por tanto habrán, desde todos sus frentes, atacarlo, coartarlo, minimizarlo, cosa que ya hemos atestiguado, incluso, en nuestro querido estado de Veracruz.
Ante esta barrera que impide la propagación de verdades a medias, o mentiras completas, no le quedará más remedio al gobernante, en este caso el Presidente, que actuar con honestidad. Esperemos que entienda este nuevo orden y que asuma con responsabilidad un nuevo modo de conducirse, sólo así podrá sobrevivir a esta crisis que le tocó enfrentar. Triste su panorama en su segundo año de gobierno.
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