AGENCIAS
La imagen plasma un episodio de los Evangelios. En ella vemos como dos discípulos de Cristo, uno de ellos posiblemente San Pedro por la concha que lleva sobre su túnica (el de la derecha) con la figura central de Jesús dominando la escena.
Según se cuenta en la Biblia, estos discípulos iban camino del pueblo de Emaús, cuando se les unió un desconocido. El pasaje se sitúa temporalmente tras la muerte de Cristo, sin embargo el milagro consistió en que cuando se sentaron a cenar, el desconocido bendijo los alimentos y rápidamente los otros reconocieron en él a Cristo resucitado.
La escena, iluminada por varios focos de luz, tiene un tratamiento lumínico muy teatral, como si las zonas iluminadas crearan un ritmo a partir de las luces y sombras. Es decir, el portentoso claroscuro de Caravaggio. Pero no solo el tratamiento de la luz es teatral. También la pose de los personajes. Por ejemplo, el discípulo que nos da la espalda, nos lo presenta tremendamente sorprendido al reconocer a Jesús. Mientras que San Pedro abre igualmente sus brazos extasiado y preparado a abrazar a su maestro. Esta postura de San Pedro también nos muestra una de las constantes en la obra de Caravaggio, sus atrevidos escorzos, aquí con un brazo que parece que se va a salir del lienzo.
Y en contrapartida se ve al posadero de pie. Todo él es tranquilidad porque no reconoce a Jesucristo y su actitud contrasta con la de los discípulos. Y no cumple solamente esa misión dentro de la escena. También su mirada conduce la nuestra hacia el centro del cuadro, el rostro de Jesús y su gestualidad.