Quince días del bienio en Veracruz se han ido. Todo indica, sin pena ni gloria.
El discurso oficial se ha vuelto repetitivo, agarrando de piñata política al prófugo de la justicia desde hace 61 días.
Más leña del árbol caído.
El secretario General de Gobierno, vapuleado luego de que la Universidad Veracruzana le validó, ajá, su título de licenciado en Derecho en diez días que nunca antes se ha dado con un egresado.
Y todavía, de ñapa, en su primera aparición pública (la cumbre con las ONG femeninas en la Alerta de Género) evidenciado por completo.
Y más, el Fiscal, quien luego de que el Congreso entregara a los ONG, Colectivos y Solecitos, la medalla “Adolfo Ruiz Cortines”, simple y llanamente, las plantó, porque debía asistir al tercer informe del presidente municipal de Boca del Río.
La secretaria de Finanzas y Planeación, armando la solicitud del primer préstamo a la LIV Legislatura, cuando semanas anteriores, luego de la audiencia con el secretario de Hacienda y Crédito Público se cacareaba que por ningún concepto el gobierno de Veracruz sería endrogado…, más de lo que está.
El secretario de Educación, cargando en el lomo la fama pública de la primera fuga de Joaquín “El chapo” Guzmán de un penal de alta seguridad, sin pronunciar una sola palabra. Reducido al silencio, digamos, mediático. Quizá, abriendo el surco, pero con un bajo, bajísimo nivel.
Y en contraparte, con el gran desafío, cacareado desde meses anteriores, de que en la SEV hay más de dos mil “aviadores” que, oh paradoja, nadie encuentra, y por tanto, nadie ha exhibido en la pasarela.
Y más, cuando de pronto, zas, el gabinete legal ha descarrilado asegurando que entre todas las secretarías integran una real fuerza aérea con demasiados, excesivos “pilotos”.
Y, bueno, si de algún logro positivo pudiera alardearse sería la transformación democrática en el Instituto de Cultura, IVEC, con el nuevo logotipo y que como dijera la leyenda lampedusiana, cambiar para seguir igual.
Para acabar pronto, hasta en el Congreso levantaron la mano, lanzando granadas al ex diputado local, Jorge Alejandro Carvallo Delfín, “El naricitas”, de que sólo tenía cincuenta “aviadores”.
“VIVIR EN GERUNDIO”
El silencio en las secretarías de Salud, Trabajo, Medio Ambiente, Protección Civil, Turismo y SEDECO y en la Contraloría y el Instituto de Pensiones, como si los titulares anduvieran gravitando compitiendo con los seres extraterrestres de que hablaba Javier Duarte.
Ni una palabra. Ni un comunicado. Ni una reunión pública. Quizá, y como se pitorreaba Agustín Acosta Lagunes, viviendo en gerundio, es decir, planeando y planeando.
Más ha expresado, por ejemplo, el secretario de Desarrollo Agropecuario, denunciando, como otros, lo repetible. “Los aviadores”, pero al mismo tiempo, sin aportar nombres ni ubicaciones.
Y al mismo tiempo, poniendo a los burócratas entre la espada y la espada. Exigiendo la renuncia a todos, bajo un lema universal. Todo ustedes, duartistas, son corruptos. Todos nosotros, impolutos, ángeles de la pureza, querubines.
La secretaria de Desarrollo Social fue a Zongolica. Sostuvo reunión con los ediles. Ofreció “hacha, calabaza y miel”. Sólo faltó repetir el discurso de Marcelo Montiel Montiel, en su tiempo titular de la SEDESOL, estatal y federal, de que los indígenas serían traslapados de gente de clase baja, bajísima, a clase media en los próximos dos años.
Y por el contrario, ni una obra pública.
¡Ah!, y si de obra pública hablamos, el secretario de Infraestructura y Obra Pública, soñando con la candidatura a Senador de la república en el año 2018 (que ya tiene palabreada) anunció, a tono con el ritmo de los tiempos, que auditará (auditará, tiempo futuro y el futuro futuro es) las cien obras de infraestructura donde con su experiencia y el olfato de Jesús Suverza están oliendo sabor a fraude.
EL POLICÍA POLÍTICO Y EL POLÍTICO POLICÍA
Quince días se han ido. Y nadie dudaría de que los funcionarios están chambeando. Pero en una quincena, ningún manotazo. Ningún campanazo. Ningún anuncio espectacular. Menos, el aterrizaje de una obra, digamos, social, que pública sería inverosímil.
Más aún: el góber azul se ha entrevistado con Enrique Peña Nieto (dos horas), Miguel Ángel Osorio Chong (otras dos horas), José Antonio Meade (otras dos horas), el secretario de Marina (una hora), el director de Pemex (una hora) y el secretario de Comunicaciones y Transportes (media hora).
¿Y?
Y resulta que el titular de Hacienda fue lacónico:
Una. No hay dinero, el mismo estribillo, por cierto, de Javier Duarte.
Dos. Si necesitan dinero, pidan prestado a los bancos.
Tres. Si les urge, entonces, soliciten anticipadas las participaciones federales.
Luego, el discurso rijoso. Ni se pedirá un crédito ni se anticiparán las participaciones.
Y por lo pronto, la primera solicitud crediticia en la pasarela legislativa.
Peor tantito: el río de sangre y el valle de la muerte que heredara Javier Duarte y que le heredara Fidel Herrera y le heredara Miguel Alemán y le heredara Patricio Chirinos, igual de turbulento y sórdido.
En quince días, secuestros, desapariciones, asesinatos, fosas clandestinas, mujeres plagiadas, robos y asaltos.
Se dirá que en una quincena nada puede cambiarse y sólo resta vivir, cierto, en gerundio.
Cada quien su momento, pero en siete días, Fernando Gutiérrez Barrios asestó el primer manotazazo. Fue en Huayacocotla, con la captura del cacique Luis Rivera Mendoza, quien con sus pistoleros emboscaron a una familia y le dieron el tiro de gracia hasta una niña de 2 años.
Antes de 48 horas, el cacique y sicarios estaban en el penal de Pacho Viejo. Y al día siguiente, los acompañaban los hermanos Justo y Roberto Cabrera, los caciques de Chicontepec.
El resto de los caciques y malosos pusieron sus barbas a remojar y Veracruz recuperó la paz y la tranquilidad pública.