Motita pare cuates
El primer abucheo al gobernador fue en el Teatro del Estado cuando llegara tarde a un concierto.
Entonces, la culpa fue de su secretario particular, el magnate turístico Harry Grappa, y del secretario de Educación Adolfo Mota Hernández, quienes perdieron el control ante la falta de sensibilidad política.
Así, Javier Duarte asestó el primer manotazo del sexenio.
De inmediato despidió a Harry y a Mota.
Pero ocurrió que Motita tiene un padrino de lujo, su ángel de la guarda, el senador Emilio Gamboa Patrón.
Y el personaje principal, junto con Miguel Ángel Yunes Linares, del libro de Lydia Cacho “Los demonios del Edén”, habló por teléfono al góber padrísimo y en nombre de la república le solicitó una oportunidad más para su pupilo.
Horas después, Motita entró al despacho de Duarte y pronunció un par de frases bíblicas, quizá, cuatro años después, las más importantes del sexenio.
La primera: “Señor gobernador, un desprecio de usted es peor que un desprecio de mi esposa”.
Sabrá la astróloga de los Llanos de Sotavento la trascendencia política, social y biológica de la exclamación.
Pero Duarte sonrió ante la picardía y la ocurrencia de quien inició en la SEV como Enrique Rébsamen y Enrique Laubscher y ha terminado como el ideólogo educativo Juan Nicolás Callejas Arroyo.
La segunda sentencia bíblica fue la siguiente: “Señor, gracias por la nueva oportunidad. Y le pido lo siguiente: cuando vengan las elecciones de diputados envíeme al peor distrito que tenga el PRI, con riesgo de perder, para resarcirme”.
El destino ha alcanzado a Motita, aquel muchachito que como presidente del CDE del PRI solía llegar a los eventos de Miguel Alemán Velazco en su auto deportivo, el mismito que iniciara en política cargando la maleta repleta de dinero a Carlos Brito Gómez, su antecesor en el cargo partidista.
LA DIOSA ENCUESTA EN CONTRA
Y el destino ha extendido sus tentáculos sobre Motita porque, en un principio, rechazó la candidatura a diputado federal por su distrito, Coatepec, donde le guardan resentimiento, incluso, hasta la familia Iturriaga, a quien cerró las puertas; pero además, a quien pretendió despojar de la biblioteca del padre.
Entonces, planteó la posibilidad de ir por el distrito de Xalapa rural y, bueno, Duarte es tan tan tan generoso y misericordioso con sus amigos que se la dio.
Y ahora Motita está pariendo cuates porque la última encuesta oficial, como las anteriores, pronostican su descarrilamiento total y absoluto.
Una derrota anunciada, pues.
Y ni refugiándose en su departamento de lujo frente al Golfo de México ha podido levantar.
MOTITA, COMO PEDRO EL ANACORETA
Hay quienes aseguran que en los días que corren Motita se va pareciendo cada vez más a Pedro, el anacoreta de la sierra de Alto Lucero que vive en una cueva, alejado de la vida, enloquecido.
Por ejemplo, hay días cuando ha sido descubierto paseando en la oficina de su búnker, hablando solo, solito, en voz alta, digamos, como reflexionando, repitiendo el título de la obra política de Vladimir Illiick Uliánov, Lenin, en los años de la revolución rusa, 1901, y que se llamaba ¿Qué hacer?, un tratado sobre la organización y la estrategia de un partido revolucionario, digamos, como el PRI con su revolución institucionalizada.
Incluso, de pronto ha estado en audiencia con los suyos, su asesor de cabecera, Renecio Domínguez Domínguez, a la sazón subsecretario, y de pronto, zas, da un manotazo en el escritorio, chasquea los dedos, se pone de pie, camina en la oficina, se detiene ante la foto de Duarte y de la señora Karime, y en un trance místico les pregunta “¿Qué hacer, qué hacer?”.
A mitad de la semana anterior, por ejemplo, a Motita le enseñaron la última encuesta. Y luego de revisar números asumió la postura de quien está hasta la madre y nada quería saber de la candidatura a la curul federal que en todo caso le permitiría estar más cerca, más, más, más, del senador Emilio Patrón.
Y, por tanto, volver a vivir en aquel departamento en la ciudad de México, donde tenía un colchón tirado en el piso y en donde dormía, dada su fama pública de que es muy codo, tacaño, aun cuando también pudiera significar su vida austera de monje franciscano y jesuita.
Pero, bueno, gracias a que tal es su filosofía de vida pudo comprarse, además del departamento en Alvarado, su residencia de unos 10 millones de pesos en el Club de Golfo de Xalapa… nomás pa’que el priismo vea que la política deja.
LA SOLEDAD DEL PODER
Son los días y noches del infierno que Motita está padeciendo. Jesús rezando en el Getsemaní. Moisés redimiendo a su pueblo por el Mar Rojo camino al paraíso prometido. Napoleón en su Waterloo. Pedro, El anacoreta, en su cueva de Alto Lucero. Calleja Arroyo como “El General en su laberinto”.
La soledad, pues, del poder.
Por eso, quizá, acaso, en su búnker, Érika Ayala, la exsecretaria general y expresidenta del CDE del PRI, lideresa sindical del COBAEV, mira una rendijita de luz en cada amanecer de estos días.
Si Motita se raja por miedo a la derrota anunciada, entonces quizá, acaso, el PRI, mejor dicho, Javier Duarte, pueda cumplir con la cuota de género según la ley peñista de otorgar el 50 por ciento de las candidaturas a mujeres y abrir la puerta, hosanna, hosanna, a Érika Ayala.
Si Motita enfrenta el demonio que vive, entonces, como el Pípila quizá se lance a la aventura sabiendo que el mundo está en su contra.
Igual que Vladimir Illich Kulianov, alias Lenin, Motita se repite en los días prenavideños “¿Qué hacer, qué hacer?”, mirando las fotos de Karime y Javier en su despacho, donde camina más encorvado que nunca, patitas flacas, barriga sin panza, el mundo cargando a la espalda que nunca ha deseado tatuarse como es la práctica común en los narcisistas.
Al morir Lenin, la elite rusa contrató al neurocientífico alemán Oskar Vogt para estudiar el cerebro de su ideólogo.
Así, lo mismo podría hacer, digamos, Nemesio Domínguez para estudiar el cerebro de Motita a partir de la toma de las grandes decisiones en las horas adversas aun cuando, claro, con Pedro El anacoreta de Alto Lucero ya sabemos que está terminando enloquecido. Horas de reflexión también les llaman como aquellas tertulias filosóficas de José Francisco Ruiz Massieu como secretario general del CEN del PRI.