Estudiantes universitarios viven con 30 pesos diarios

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Comienza un nuevo ciclo escolar en los cinco campus de la Universidad Veracruzana y 16 mil estudiantes de nuevo ingreso llegan a estudiar, muchos de ellos con muy pocos pesos en la bolsa

POR ROSA VÁZQUEZ/ EXCLUSIVA

Ha comenzado un nuevo ciclo escolar en los cinco campus de la Universidad Veracruzana y 16 mil estudiantes de nuevo ingreso y oriundos de toda la región veracruzana y otros estados han llegado a estudiar a ciudades nuevas, muchos de ellos con pocos pesos en la bolsa y con el temor pero también el entusiasmo de vivir solos por primera vez.

En los hogares cercanos a las facultades UV abundan las casas con letreros sobre rentas de habitación, departamentos y especialmente pupilas, los costos en el último caso llega a ser hasta de 800 pesos.

También hay lugares que ofertan promociones en lavanderías y restaurantes, “bienvenidos estudiantes de artes” se lee en una cocina económica que oferta por nuevo ingreso al comida en 30 pesos.

Los estudiantes y egresados de la UV aseguran a los nuevos alumnos que para poder seguir estudiando es necesario saber administrarse y aprender a comer con poco dinero, “la dieta de la haba o de las palomitas”.

Julián está en el último semestre de la carrera de la licenciatura en historia en Xalapa, se las ha ingeniado para sobrevivir tres años de carrera en esta ciudad, algunas veces comiendo en una fonda, y las peores, comiendo en todo el día un poco de palomitas, habas y café.

“Muchos se pensionan o viven juntos para poder y neta la dieta de la haba funciona, buscas vivir cerca para no pagar bus, olvídate de la chela y el refresco, neta hay muchos que parecen fantasmas”.

La carrera que Carlos eligió no estaba en la ciudad de Xalapa, de donde es su familia, afortunadamente tenía un pariente en Veracruz y pudo vivir en su casa el primer semestre.

Pero dicen que el muerto y el arrimado a los tres días apesta, por eso Carlos decidió irse en su segundo semestre de universidad a rentar un cuarto como pupilo, ahí le incluían la comida en la renta de mil pesos.

“Semanalmente me daban como 500 pesos y ahí tenía que pagar mis pasajes, mis comidas, y mi visita a Xalapa, entonces había veces que no podía ir y tenía que estirar lo más que me daba”.

Una vez que logró acoplarse a su nuevo ritmo de vida colectivo, él y sus compañeros compraban despensa para toda la semana, pero antes pasó días en que tenía que caminar hasta la facultad y comer en todo el día unas papas.

“A veces llevas tu dinero exacto y surgen gastos de la escuela que no están contemplados, como copias o material para trabajar, y pues de repente gasta mucho y te quedas con nada”.

Poco después hizo amigos en la escuela, en los que podría confiar, y entre todos acordaron rentar un departamento. Como el dinero era muy escaso, consiguieron una casa grande de cinco mil pesos que rentaron entre diez personas

Los estudiantes consideran que fue en entre el primer y segundo semestre cuando se presentó el mayor número de deserción escolar en todas las facultades porque a muchos ya no les alcanza el dinero para vivir y como a esas alturas aún no conocen a nadie, no optan por vivir y comer de forma compartida.

Alicia también tuvo que sufrir carencias a pesar de que cuando llegó a estudiar a Veracruz, ya tenía un cuarto que unos familiares le prestaron.

Pero su carrera de ciencias de la comunicación le exigía mucho gasto en cámaras fotográficas e impresiones. Sus padres, que tienen muchos otros hijos que apoyar en sus estudios, sólo podían mandarle dos mil pesos a la quincena.

«Para mí fue muy pesado al principio porque no conocía a nadie, no pude conseguir trabajo tan fácil y sin dinero, le sufrí a la comida porque no tenía donde cocinar, comía lo barato en la calle, me enfermé mucho del estomago».

Cuando fue haciendo más amigos, tuvo la confianza de pedir dinero prestado a quienes ya trabajaban, y es que cuenta, a pesar de no pagar renta, en comidas, pasajes y exigencias de la escuela se le acababa el dinero antes de que le pudieran depositar otra vez.

«Una vez salí a tomar un café, dejé la cartera en el taxi, me quedé sin un centavo, a esa hora me quería regresar a mi casa ya. Lo bueno es que me pudieron ir prestando y mis amigos me invitaban a comer a su casa, pero ya después nunca quería salir para evitar gastar o perder el dinero».

Ahora Alicia consiguió un trabajo, está a pocos créditos de concluir su carrera. Ya sabe administrar su dinero y le alcanza hasta para ir de fiesta los fines de semana. Dice que el truco está en adaptarse y no permitir que los problemas económicos impidan que sigas estudiando.

Los tres entrevistados opinan que otra forma de sobrevivir a los estragos de la pobreza cuando eres estudiante, es compartir y tener lo que muchos llaman «una familia urbana» para aligerar gastos y que la soledad no te lleve de vuelta a casa.

Para quienes ya han pasado por ese camino del llamado “estudia hambre” las anécdotas son ahora motivo de risa y satisfacción por poder continuar estudiando o haber concluido los estudios. Para los estudiantes de nuevo ingreso, esos relatos están por llegar.