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Escenarios: Un reportero en París




•Cafés de Hemingway
•Amistad que honra

Luis Velázquez
05 de abril de 2021


UNO. Un reportero en París


El reportero Andrés Timoteo (Texto Irreverente, Notiver) vive en París. Desde la mitad, parece, del sexenio fatídico de Javier Duarte, diecinueve reporteros asesinados y tres desaparecidos… hasta la fecha.
Desde luego, habla ya francés e inglés. Y sigue estudiando. Maestría. Quizá doctorado. Y desde su cuarto, su sala de redacción, está pendiente de Veracruz y conserva las fuentes informativas de otros tiempos, más nuevas, más la relación epistolar vía Internet con los amigos y estando allá en medio de la aldea global está aquí.
Incluso, y a partir de sus columnas, en muchas ocasiones más informado de quienes vivimos en este lado del charco.

DOS. Los cafés de Hemingway

El otro día envié un correo preguntándole sobre los cafés frecuentados por Ernest Hemingway, quien a los 21 años de edad llegó a París, en 1920, y se convirtió en una leyenda.
Andrés Timoteo conoce los cafés de aquel tiempo y que siguen abiertos, pero ahora, cuenta, «son netamente turísticos y carísimossss». Por ejemplo, un cafecito cuesta 5 euros (unos 125 pesos), en tanto «un desayuno es una pequeña fortuna y una comida un lujo exótico», como el caso, por ejemplo, en las cafeterías De Flore y Deux Magots ubicadas sobre el bulevar Saint-Germain.
Fue precisamente en aquel bulevar donde un día Gabriel García Márquez se topó, a lo lejos, con Hemingway, acompañado de su última esposa, y desde lejos le gritó:
«Adiós, maestro» y Hemingway le devolvió el saludo diciéndole «Adiós, amigo».

TRES. Mal café en París

Los dos cafés anteriores donde Hemingway era cliente se ubican a una cuadra de la Facultad donde Andrés Timoteo estudia. Y dice que los precios para los alumnos son prohibitivos, porque «en París, como en México, los jóvenes que estudian viven con carencias permanentes.
«Además, el café, la bebida, es malísimo. Y constituye otro mito de que los cafés parisinos son exquisitos. Se bebe muy mal café en casi todos».
Incluso, en aquel tiempo, y como se intitula una novela de García Márquez, «cuando éramos felices e indocumentados», Ernest Hemignay, aunque se paseaba por todos los cafés literarios de la época, vivía en un modesto y pequeño apartamento del Barrio Latino, y en donde por ahora, vive la articulista de La Jornada en temas culturales, Vilma Fuentes.

CUATRO. Mil palabras diarias

En París hay varios cafés aprovechando la fama de aquel tiempo. Por ejemplo, uno se llama, «La Closserie de Lilas», en Montparnasse y «las mesas conservan pequeñas placas con el nombre de quienes eran sus ocupantes asiduos, entre ellos, Hemingway».
Hemingway era bohemio. También, claro, le entraba al trago. Pero a diferencia de su contemporáneo, Francis Scott Fitzgeral, a quien el licor se lo tragó y desperdició su inteligencia y talento creativo, Hemingway mantuvo siempre el control y reportero y escritor cien por ciento disciplinado, nunca dejó de escribir las mil palabras diarias que tenía como cuota.

CINCO. Una amistad que honra

Cuenta Andrés Timoteo: «En París son famosas dos generaciones que cambiaron los conceptos del arte, tanto franceses como migrantes del mundo.
La primera ola fue la que generó la llamada «Belle Epoque» de 1800,  entre los que destacan monstruos como Guy de Maupassant, Émile Zola y Victor Hugo.
La otra fue la de 1920 y a la que pertenecieron Hemingway, Scott Fitzgerald, William Faulner y Jon Dos Passos.
Y tanto en una como en otra, los escritores, pintores, escultores, músicos y filósofos convirtieron ciertos cafés y cantinas en centros de reunión, debate y también de creación porque muchos los tomaban como si fueran sus estudios, sobre todo los novelistas, pues ahí escribían y se embriagaban al mismo tiempo (los que tenían dinero o gorreaban la copa…).
Hemingway prefería el café La Palette, en la calle Sena, en el Barrio Latino, no porque habitaran latinos sino porque ahí está La Sorbonne, donde maestros y estudiantes hablaban latin con fluidez en sus épocas gloriosas».
La amistad del corresponsal de Notiver en París privilegia y honra.

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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