Escenarios

0
318

 

•La muerte de un pelícano

•En la bahía jarocha

•Evidencia al SAS

 

Luis Velázquez

 

I

La mañana del lunes 22 de septiembre en la playa jarocha apareció muerto un pelícano y una gaviota moribunda, de esas que se lanzan con el pico por delante a la bahía.

Entonces, los teóricos del medio ambiente aseguraron que por ahí anda un virus.

Y que de inmediato aplicarían sus métodos científicos para ubicar el mal.

Porfis, déjense, señores, de cábulas y rollos. El pelícano y la gaviota murieron debido al elevado índice de contaminación, aguas hediondas y apestosas en el golfo de México frente a las ciudades de Veracruz y Boca del Río.

Así, de nada sirvió aquella inversión millonaria para el saneamiento de la bahía en el fidelato que sin duda tuvo el mismo destino que otros tantos programas de entonces, es decir, el desvío de recursos, como por ejemplo ocurrió, pudo haber sucedido con los 400 millones de pesos federales entregados en el año 2009 para los Juegos Centroamericanos.

Y es que basta un recorrido por la bahía en la mañana, al mediodía y en la tarde para oler las aguas apestosas del mar.

Más aún, basta entrar a la ciudad de Veracruz por la parte norte, enfrente de donde se ubica la llamada planta de tratamiento para apiadarse de los miles de vecinos que todos los días viven y duermen con los fétidos olores.

Lo peor del asunto es que los años transcurren y ni los alcaldes del Golfo ni tampoco el gobierno de Veracruz toman acciones categóricas.

Tal apeste será el que recibirán los deportistas de los Juegos Centroamericanos y los políticos de la Cumbre Iberoamericana en el mes de noviembre, en puerta.

Porfis, entonces, que nadie los pasee por la bahía ni tampoco que en noche libre los deje salir a una lunada en la playa, porque, oh paradoja, llevarán de recuerdo los olores putrefactos de la tierra a la que cantara Agustín Lara, con la María Félix a un lado, mirándolo absorta…

 

II

Con los olores de SAS, Sistema de Agua y Saneamiento, desparramados en la bahía y en Playa Norte ocurre el mismo escenario que con la temporada de lluvias.

Apenas cae un chisguete… y la ciudad, en automático, se inunda.

Y, por añadidura, los automóviles tirados a la mitad de la avenida y de la calle, atrapados en un desnivel topado con agua.

Y en contraparte, una administración pasa en SAS y otra llega y, no obstante, todo sigue igual.

Ahora, con José Aniceto Tello Allende, por segunda vez al mando, nada anuncia una esperanza.

Por una sola razón: el ingeniero podrá ser un profesional hidráulico reconocido en el Golfo de México; pero es un hombre timorato que apenas mira al gobernador y/o lo escucha hablar en un evento público se pone a temblar.

Peor tantito, si necesita tratarle un asunto, su dirección en SAS sólo se reduce a buscarlo con la mirada y con un ligero saludito de dos dedos de la mano y una ligera, tímida sonrisa para ver si le contesta.

Y, bueno, con un funcionario en tales circunstancias, ningún destino espera a SAS, acaso, la privatización y/o concesión del servicio a una empresa particular para el negocio fenicio y mercenario.

Por eso, ni modo, los pelícanos y las gaviotas seguirán muriendo… que se habían tardado, como aquella mortandad de aves en la ciudad de México en el sexenio de Carlos Salinas.

III

Y más, por lo siguiente: en vez de interponer una demanda penal por el daño patrimonial en SAS dejado por el antecesor, Tello Allende ha optado por el camino más fácil, como es solicitar un crédito de 246 millones y medio de pesos al banco para evitar el colapso.

Y con tipejos así… ni modo de que la calidad de vida y del agua y de la contaminación en la bahía pueda mejorar.

Claro, el director del SAS está en un segundo aire y muchos, demasiados beneficios le ha de significar volver a la dependencia donde antes estuviera… como por ejemplo tener contento a su gastroenterólogo, militante de la izquierda radical de Andrés Manuel López Obrador, que tanta gente le ha recomendado para acabar con el desempleo.