


Aunque manchada por la excesiva vendimia ambulante solapada por los permisos que otorgó el Ayuntamiento, miles de personas reafirmaron su fervor guadalupano en el Santuario del Dique, uno de los más importantes a nivel Latinoamérica
(Crónica).- “Gracias por dejarme a mi bebe, gracias por concederme el milagro, hoy tiene tres años. Gracias madre por dejármelo conmigo”, decía a micrófono abierto una mujer, entre lagrimas de felicidad, en la carpa de registro de peregrinos.
En las escalinatas del Santuario de la Virgen de Guadalupe, alrededor de mil personas van subiendo para cumplir con su manda-penitencia de ir a dejar su ofrenda floral, en especie, monetaria y/o corporal a la llamada patrona de los mexicanos.
Hombres con el bigote rasurado a la Juan Diego, niñas vestidas de indito, senectos cargando su escultura de la Virgen de Guadalupe, señoras con los ojos vidriosos, hombres en bicicleta, peregrinaciones de taxistas, ahí van todos, son muchos y caben más: En el fervor guadalupano, el santuario recibe a todos por igual.
Es 12 de diciembre, ronda el medio día, doce horas antes, un mariachi concurrió a tocar las tradicionales mañanitas al santuario, durante toda la madrugada del viernes no dejaron de llegar peregrinaciones.
Ahí van las organizaciones sindicales, los barrios populares: San Bruno, las colonias del norte: La Carolino Anaya, la Revolución, las organizaciones de taxistas, los del ADO, los transportes colectivos, todos aquellos que en su automóvil cargan una imagen de la Virgen de Guadalupe ahí están para mostrar su devoción.
En contraste con el fervor guadalupano y emulando los mercaderes que Jesucristo expulso del tempo de su padre en vísperas de la Pascua Judía, cientos de comerciantes ambulantes se adueñaron de 6 cuadras de la avenida Venustiano Carranza, 4 de Mártires de Xalapa y hasta de las pequeñas callecitas privadas aledañas al templo.
La excesiva vendimia ambulante solapada por los más de 150 permisos que otorgó el Ayuntamiento opacó el fervor guadalupano, pero además “bloqueo” las ventas, que los propios comerciantes esperaban.
“Hay bajas ventas”, se quejaban los vendedores de cobertores, los de alimentos y hasta los fotógrafos.
Pero en la vendimia como en la viña del señor cupieron todos: Los que rifaron conejos, peluches, venta de cobijas, sarapes, de globos, ropa de fayuca.
En la gratificación económica, hasta los empleados de la Arquidiócesis de Xalapa también participaban, unos con la colecta, corrían de un lado a otro, para que los peregrinos aportaran su diezmo. Y otros, de una manera más formal, vendían el “bono guadalupano” en 20 pesos, para que los fieles de la Santa Patrona “hicieran su donativo” y en contraparte, pudieran acceder a una rifa de electrodomésticos y dinero en efectivo.