POR FADIA MORENO
El telón de fondo es el mismo “el 2 de octubre no se olvida”; los actores siguen siendo los estudiantes, maestros y activistas pero el discurso está cambiando, ahora las consignas son en contra del reciclamiento del PRI que “transformó al país” con sus reformas neoliberales; la masacre de Ayotzinapa, la represión y violación de mujeres en Atenco y la violencia que el gobierno ejerce para censurar las manifestaciones, sin olvidar que el principal motivo de la protesta es la matanza de Tlatelolco de 1968, “el 2 de octubre no es de fiesta es de lucha y de protesta”.
En este país transformado, agraviado por la clase política, la ira y la expresión de los estudiantes, se manifestó en el ataque al Partido Revolucionario Institucional (PRI) al salir de la ex Unidad de Humanidades, el primer blanco de este “encabronamiento” fueron las oficinas priistas, donde nadie siquiera se asomó.
Encapuchados y vestidos de negro reventaban las ventanas con piedras y bates, las rejas no impedían que los traspasaran y rompieran los cristales; un escenario de macetas rotas, y grafitis en las paredes blancas con rojo revelaban el hartazgo de una sociedad que es gobernada por “asesinos de estudiantes y ladrones”.
El letrero con el eslogan “trasformando a México” era salpicado con pintura en bolsas, mientras que los jóvenes protagonistas de la indignación, irritados les gritaban “fuera las ratas del PRI”.
Pero el PRI no fue la excepción. Todo lo que pertenecía al sistema era rayado, las oficinas del INE también fueron pintadas con repudio, ahí si salieron pero no dijeron nada, aceptando la condición de la institución aliada de los poderosos.
En la avenida Ávila Camacho se detuvieron para juntar a todo el grupo y hacer “el ocho”: todos en cuclillas y en cuenta regresiva iniciaron una carrera en descenso, una vez más se detuvieron a la altura de Burger King, las acciones fueron las mismas.
El olor de las pinturas solventes predominaba, de repente en el cielo se escuchó la explosión de un petardo, como en las celebraciones religiosas se lanzaba para conmemorar algo: a los estudiantes asesinados.
El Vocero de la Provincia, a quien acusan de ser “pro gobernista”, como en cada manifestación “no la libró”. Sus instalaciones también fueron pintarrajeadas, las piedras que recogían de las jardineras volaban en el aire con potencia, sin embargo, ninguna alcanzó a romper el blindaje de la oficina del segundo piso.
No faltaron las “orejas” de gobierno, quienes no la pasaron bien, los que no accedían a retirarse por las buenas, los retiraban por las malas, con toda clase de adjetivos: “orejas y traidores” eran los favoritos.
En el descenso, uno de los fuegos artificiales estalló en un ventanal, una señora salió espantada y con lagrimas en los ojos; los estudiantes arrepentidos le ofrecieron disculpas, pues el petardo se había desviado explotando en su casa; “órale cooperen todos” decían considerados, mientras rolaban la gorra para juntar unas cuantas monedas y redimir el daño.
Un tanto acalorados pasaron por rectoría en la que sólo gritaron “fuera rectora amiga del gobernador” y justamente en el estadio, aceleraron el paso hacia el enorme reloj rojo de los Centroamericanos, marcaban las 12 en punto cuando también le llovieron pedradas, pintura en bolsa y los rayones, señalaban “no queremos juegos, queremos educación”.
Su encabronamiento lo volcaban contra los símbolos del poder el PRI, el INE, “El Vocero de la Provincia” y el evento de los Centroamericanos, con la ciudadanía eran respetuosos, aunque algunos encendidos, rayaron la cámara de un reportero, al que también le ofrecieron remediar el daño.
Se reagruparon en el parque de los berros, un chico avisaba que algunos compañeros se manifestaban en el centro y que habían granaderos esperándolos, después de un consenso, se incorporaron hacia la plazoleta.
El cansancio, el sol del medio día, las subidas y bajadas, reducían el paso, sin embargo, la euforia de la manifestación se encendió al repetir “el ocho” para desfilar por el Palacio de Gobierno y el Ayuntamiento Xalapeño, en donde rechazaron tajantemente la ley vial para regular manifestaciones.
De regreso a Humanidades, la protesta pasó por Transito del Estado, en la que en una sospechosa prudencia, totalmente distinta a la de los tiempos recientes, la policía no intervino, incluso un policía optó por salir de la patrulla y esconderse en un estacionamiento.
Los policías del Poder Judicial tampoco salieron, estos vigilantes, observaban pasar la manifestación que regresaba a Humanidades: nuevamente le recetaron la misma fórmula a los priistas: ladrillazos y cristalazos estallaban en sus instalaciones, mientras que el del megáfono ordenaba “que siga avanzando la marcha, 2 de octubre no se olvida”.