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Xalapa

Cómo vivir en Xalapa: Ciclos de vida

ALEJANDRO HERNÁNDEZMi ciudad, envuelta en la niebla y el chipi-chipi tradicional —que habían sido sustituidos por un calorcillo poco habitual— tiene ahora la imagen que le ha caracterizado siempre. En los hogares de los que en ella vivimos, unos de un modo otros de otro, los xalapeños nos aprestamos a celebrar las fiestas de fin de año.

La navidad, como la fiesta más importante del cristianismo —al que pertenecen católicos y protestantes cristianos— es una ocasión propicia para reunir a la familia y a los amigos en una cena; otros harán esto mismo el último día del año y, la mayoría, lo hará en las dos ocasiones.

Será, tal vez, porque el cierre de cada ciclo lo requiere, o porque el invierno le obliga a uno un poco más a la meditación, que se ocupa este tiempo para —si uno es propositivo— pensar en lo que no se hizo bien, en los errores que se tuvieron y para planear cómo no volver a cometerlos.

Son tiempos de acercamiento y, en su mayoría, de alegría, los hijos regresan al hogar, las madres los reciben y algunas parejas, que estaban separadas, se reconcilian. Los niños rompen piñatas, los adultos brindan —unos sin medida— y pocos, pero muy pocos, valoran en su justa dimensión lo que es verdaderamente importante: el perdón y el olvido de lo que no vale la pena.

Perdonar sana, no nada más el alma, también el cuerpo. Y no se perdona sólo al que nos ha hecho algo, se debe perdonar a la persona que a uno más le debiera interesar: uno mismo. Cuántas veces no vamos por la vida odiándonos por haber hecho esto o aquello, por no haber actuado del modo correcto, por haber dicho tal o cual cosa cuando hubiera sido mejor quedarnos callados o por haber omitido hacer algo. Sin embargo, todas esas cosas entran en la misma categoría de “si mi abuelita tuviera llantas sería bicicleta”, o lo que es lo mismo, ya no se pueden cambiar, ya pasaron.

Lo que sí podemos hacer es aprender de ello, tomar lo que pueda ser rescatable y ocuparlo en nuestro beneficio convirtiéndolo en una experiencia de vida positiva. No podemos estar lamentándonos por cosas que ya no podemos resolver porque han quedado en el pasado; no podemos seguir ocupando energía en lo que ya no podemos remediar, hacerlo es necedad pura y no más.

Conozco gente, ya mayor, que todavía se acuerda del día en que le contestó mal a su padre o de cuando reprobó segundo año de primaria y que vive lamentándose de ello; si en lugar de lloriquear se hubieran perdonado seguramente hubieran aclarado las cosas con su papá y hubieran tenido tiempo hasta para hacer una maestría en física cuántica y no sólo el segundo de primaria.

El cierre de un ciclo es perdón y reconciliación, pero debemos empezar por hacerlo con nosotros mismos, reconciliarnos con nuestra figura, con el color de nuestro pelo —en caso de no tenerlo, hacerlo con nuestra calvicie—, con nuestros cachetes y con nuestra estatura, analizar lo que vemos en el espejo. Aceptarlo y quererlo, si no se puede cambiar, nos traerá la tranquilidad suficiente para meditar en lo que sí podemos mejorar, en cuánto podemos crecer como personas y en lo que verdaderamente es positivo para nuestras vidas.

No soy ni filósofo ni, ¿cómo les dicen ahora?, “coaching”, sólo alguien que intentará hacer lo que ahora estoy escribiendo. Emprenda usted esta misma aventura y el año que entra platicaremos de lo bueno que fue hacerlo.

¡Feliz y prospero año nuevo!

 

 

Comentarios, sugerencias o reclamos: motardxal@gmail.com

Las ideas y opiniones expresadas por el autor de ésta columna periodística, no reflejan necesariamente el punto de vista de Crónica de Xalapa ©️

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