Cómo vivir en Xalapa

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ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y HERNÁNDEZ

 

La guerra de Independencia en Xalapa

 

Mi ciudad, como todas las de la República en este llamado mes patrio, se une a las festividades por la independencia de nuestro país. En las escuelas se ensayan bailables y representaciones de los pasajes más importantes de la revolución independentista que, por alguna razón atribuible sólo a los malos historiadores que escriben los programas de la SEP, muestran a un Miguel Hidalgo circunspecto y santurrón, cuando en realidad echaba chistes colorados, jugaba baraja y, como Juan Camaney, tenía viejas de a montón. En las calles se cuelgan perfiles de los “héroes que nos dieron patria” con luces tricolores y en las casas, ya en muy pocas por cierto, se cuelgan banderas de los balcones.

Algo que a mí me llama mucho la atención es que los xalapeños creemos que de la guerra que consiguió la independencia del país nomás nos tocó, como el mal tiempo cuando hace norte en Veracruz, la pura colita. La mayoría cree que como las acciones más significativas de la gesta insurgente tuvieron lugar en el Bajío y en el centro del país, los xalapeños de aquel entonces nomás se la pasaban rascándose los entresijos y esperando noticias para saber a quién le tendrían que pagar los impuestos una vez acabada la guerra, si a los realistas o a los insurgentes. Sin embargo, buscándole un poquito a la historia ésta nos revela que en Xalapa ocurrieron cosas interesantes en aquellos días.

Para empezar, en Xalapa vivió un precursor de la Independencia, Don Diego Leño, el cual fungía como síndico del Ayuntamiento y dos años antes del levantamiento armado tuvo sus tratos con los señores Primo Verdad y Azcárate, quienes pretendieron instalar una Junta Gubernativa Independiente en la capital de la Nueva España. El problema fue que esta intentona no fructificó y, a raíz de esos sucesos, el virrey José de Iturrigaray fue destituido y se nombró en su lugar a Pedro Garibay. Afortunadamente a Diego Leño no le cayó la voladora como a sus correligionarios en la capital y siguió fungiendo como síndico; eso a pesar de que, temerario como era, todavía le dio asilo en su hacienda, ubicada allá por el rumbo de Lucas Martín, al virrey Iturrigaray cuando iba de pelada para Veracruz, pues los leales a la corona española le querían dar cran, “quesque” por disidente.

Otra figura interesante, pero igual de olvidada que el señor Leño, fue María Teresa Medina de la Sota Riva, quien apoyó la formación de una Junta Insurgente en 1812 y, además, la sostuvo económicamente. Cuando las autoridades virreinales descubrieron a la Junta, los insurgentes huyeron de Xalapa y se piensa que María Teresa Medina fue salvada de morir por su hermano, el general Antonio de Medina y Miranda, pero obligada a trasladarse a la ciudad de México.

Y como ellos muchos otros veracruzanos insignes lucharon por conseguir la independencia de la Nueva España, lamentablemente la historia ha sido poco pródiga para con ellos. Uno que vale la pena mencionar es a Serafín Olarte, insurgente papantleco de origen indígena que después de la muerte de Morelos sostenía, junto con Vicente Guerrero —éste en el estado que hoy lleva su nombre—, los dos únicos puntos de resistencia militar en el sureste del país. Olarte no logró tomar Papantla y el ejército realista incendió medio pueblo como castigo por haber apoyado a la insurgencia. En 1821, el mismo año en que se logra la Independencia y se firman los Tratados de Córdoba reconociéndola, fue aprehendido y fusilado Olarte, quien ya no pudo ver la culminación de la lucha en la que participó. Y si de héroes independentistas en Veracruz se trata, habremos de mencionar a uno que, muchos años antes de la guerra convocada por Hidalgo, fue el primer insurgente. Un esclavo, de la raza que conforma nuestra tercera raíz, el inmortal Gaspar Yanga, logra la formación de una de las primeras comunidades libres del yugo español, en el año de 1570, la cual en aquel entonces fue conocida como San Lorenzo de los Negros y se asentó en las cercanías de la ciudad de Córdoba.

La historia es interesante y si le buscamos nos da muchas sorpresas, tales como la de saber que el mismo generalísimo Morelos estuvo en tierras veracruzanas durante la lucha armada, y que entre sus hazañas se cuanta la de haber incendiado el Estanco de Tabaco, en la ciudad de Orizaba. Como esas historias otras tantas más: Un tal Machorro dándole batalla a los realistas cerca de las Vigas y luego aquí mismo en Xalapa; Nicolás Bravo perdonándole la vida a 300 “pelaos” en Medellín; Boquilla de Piedra, lugar cercano a Nautla, convirtiéndose en el primer puerto insurgente; los hermanos Bello armando la “de Dios Padre” en Teocelo, Benito Ochoa atacando el Lencero, un montón de sublevados de Tuzamapan y Zimpizahua tomando la ciudad de Coatepec, etcétera.

Así entonces, estimados lectores, no debemos sentirnos alejados de nuestra historia y debemos celebrar las fiestas patrias con harto boato, total, que ya el señor alcalde está dejando las calles como si hubieran recibido cientos de cañonazos realistas, cosa que le da un cierto toque temático a la ciudad.

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