Caso Maryjose Gamboa, historia de enredos

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POR JORGE MORALES

 

El accidente  del 12 de julio que costó la vida del joven José Luis Burela y la libertad de la periodista y funcionaria Mary José Gamboa, desencadenó el choque de los grupos políticos de Duarte de Ochoa y Yunes Linares. Un caso que ha dividido a la sociedad y dejado al descubierto una serie de irregularidades, ¿víctima o victimaria? 

 

La madrugada del sábado 12 de julio fue la última vez que José Luis Burela López pudo sentir la cálida brisa del mar a sus espaldas, el olor a salitre y a algas proveniente de la playa; la última vez que vio a las palmeras agitarse con el viento, mientras cruzaba la larga y ancha avenida Miguel Alemán Valdés de Boca del Río, sin saber que segundos después su vida se apagaría para siempre, a los 30 años de edad.

“No era el clásico tatuador carcelero. Su trabajo tenía calidad y hacía buenos diseños”, dice Orlando Sánchez, quien fue su compañero en la negociación “Inkstinto”, dedicada a los tatuajes y perforaciones, situada en la avenida Ejército Mexicano de Boca del Río.

De ahí salió José Luis a las 22:00 horas del 11 de julio cuando cerró el negocio. Al menos ese es el testimonio que la dueña del negocio Zaira Luz Arellano rindió ante las autoridades.

Sobre dónde estuvo cuatro horas y media después, es un misterio. Ninguna versión oficial ni siquiera sus amigos cercanos, saben tampoco qué hacía José Luis en la madrugada en la zona del bulevar Miguel Alemán.

La única certeza que hay hasta el día de hoy es que quien conducía el vehículo que interrumpió su vida, era la periodista y directora del Instituto Municipal de la Mujer (IMM) de Boca del Río –feudo del clan político encabezado por el ex candidato a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares-, María Josefina Gamboa Torales.

Casualmente, la columnista más crítica al gobernador Javier Duarte de Ochoa, quien apenas la víspera había elevado el tono, acusándolo de una campaña de desprestigio en su contra a través de correos anónimos y cuentas falsas de twitter.

“No seguiré tolerando las bajezas y amenazas de @Javier_Duarte veremos si la @PGJ_Veracruz va investigar como lo está haciendo @PGR_mx”, twiteó a las 18:00 horas en su cuenta @maryjosegamboa, en referencia a una denuncia que presentó meses antes ante la instancia federal por el acoso.

¿De dónde venía ella antes del accidente? De acuerdo con testimonios oficiales, María Josefina Gamboa Torales se había reunido por asuntos “de trabajo” con dos de sus colaboradoras, Martha Elba Riego Azuara y Blanca Lucrecia Aquino, a las 22:00 horas en un restaurante de Boca del Río.

Se disculpó por llegar tarde luego de acompañar a su hija “a una piñata” y después la llevó a su casa. Según los mismos testimonios, en algún momento de la reunión volvió a disculparse para ir a escribir su columna al diario Notiver. Terminó a la una  de la madrugada del 12 de julio y reanudó la comunicación con ellas.

Minutos después algo sucedió que hasta el momento no ha sido esclarecido. Repentinamente, a las 01:45 horas pagaría la cuenta con cargo al IMM y saldría del lugar junto con sus acompañantes. Ambas omitirían cualquier posible consumo de bebidas embriagantes durante la reunión.

Tomó su vehículo Nissan Sentra 2013, negro, con placas YKE-8719, salió del centro de Boca del Río, recorrió dos kilómetros de distancia y a la altura de la calle de Andador Garfios y Marsopas sobre el bulevar Miguel Alemán, tuvo el funesto encuentro con José Luis Burela López.

Conforme a los peritajes, el cuerpo de José Luis golpeó contra el cofre y el parabrisas del vehículo que conducía María Josefina Gamboa Torales y cayó sobre el segundo carril de la avenida Miguel Alemán. El diagnóstico de su muerte fue “traumatismo craneoencefálico” y  “raquimedular que produjo fractura de piso posterior de la base de cráneo y hemorragia interna”.

 

ENREDOS

Lo que ha seguido después es una historia de enredos y contradicciones. De peritajes como los del médico Tomás de la Rosa Hernández, practicados a Gamboa Torales, a las 10:30 de la mañana -8 horas después de los hechos, pues el médico fue especialmente enviado desde Xalapa – en los que se certifica que tenía “aliento etílico grado 1” y de ello deduce en sus conclusiones: “estado de ebriedad”, lo que implicaría que previo a acudir al ministerio público habría consumido alcohol.

En su declaración ante el juez cambiará la versión y dirá haber aplicado la teoría “propedéutica” al caso, basada en cuatro “etapas”, en donde la primera etapa se cursa con el consumo de “50 mililitros” de alcohol” y la segunda y tercera con “150 a 250 mililitros” o que “basta con que ingiera una copa para presentar los primeros signos de estado etílico”.

Basta con tres cuartos de una lata de cerveza para que una persona sea declarada “en estado etílico”.

En el caso del cabo de la marina, Juan Miguel Mosqueda Lara, aseguró que María Josefina Gamboa se encontraba en estado de ebriedad al momento del accidente, ante el juez simplemente expresó: “No se va a ratificar (la declaración), pero reconozco la firma” (de la declaración).

No obstante, el juez quinto local, Sergio Jiménez Maraboto, negó que ello significara una contradicción y dio por válidas las testimoniales previas.

En relación a dos supuestos testigos del hecho, Druso Hernández Hernández y Miguel Ángel Fernández, su testimonio versa sobre presumir el estado de ebriedad de Gamboa Torales al verla a lo lejos “tambaleante” o “tomada” a una distancia de 30 metros, sin embargo, de las contradicciones en que incurren, una resulta notoria: afirman haber visto ambos la caída del cuerpo de José Luis Burela en el camellón de la avenida, cuando éste en realidad cayó en el segundo carril, según peritajes de la Procuraduría de Justicia.

Para acreditar la temeridad, el juez tomó como base de la velocidad a la que conducía María Josefina Gamboa Torales, su propia confesión ante el agente de tránsito municipal de Boca del Río, de que circulaba entre 60 a 70 kilómetros por hora, cuando el máximo permitido por ser zona urbana era de 40.

A ello agregó que tenía un año de vencimiento de su licencia de conducir y que iba en estado de “ebriedad”, derivado de los testimonios del cabo de la marina, el médico de la Procuraduría y los dos supuestos testigos.

El pasado 20 de julio finalmente el juez quinto Sergio Jiménez Maraboto –quien desechó cualquier argumento a favor de la inculpada-, dictó el auto de formal prisión por el delito de homicidio culposo agravado, contenido en el artículo 147 del Código Penal local, que establece una pena máxima de hasta 15 años de cárcel.

 

TESIS FALLIDAS

De todas las teorías que han surgido por el accidente, ninguna hasta el momento resulta coherente con los hechos, pues si María Josefina Gamboa estaba obligada a ver a José Luis Burela López cuando empezaba su cruce de la avenida “caminando”, como supone el perito de la Procuraduría, Arturo Torres Muñoz, a una velocidad de 100 kilómetros por hora, tuvo 5.4 segundos para reaccionar, pero lo mismo supuso para la propia víctima, quien debió haber visto su vehículo a la distancia de la recta avenida iluminada y evitado el peligro, ya sea deteniendo su caminar o corriendo desde el segundo carril.

Lo que las investigaciones no exploran, es la tesis de la propia inculpada de que momentos antes de los hechos “circulaba un vehículo por el carril central ligeramente adelantado”.

Si José Luis hubiera cruzado caminando la avenida, era evidente que María Josefina Gamboa debió  verlo antes y suponer el riesgo, a pesar de que un vehículo “ligeramente adelantado” le cubriera la visibilidad. Pero si José Luis hubiera corrido, el tiempo de cruce hasta el punto del accidente hubiera sido de 2.3 segundos, el suficiente como para que un punto ciego hubiera impedido a la conductora percibir el riesgo.

De cualquier forma, si María Josefina Gamboa Torales iba a una velocidad de 100 kilómetros por hora, en el último segundo, antes de impactar a la víctima, tuvo aproximadamente 27 metros para “ver asomarse” a José Luis Burela López por el carril y reaccionar. Si hubiera ido a 70 kilómetros, lo debió comenzar a ver a 19.4 metros; y a 60 kilómetros, a 16.6 metros.

Pero si José Luis hubiera cruzado el carril corriendo, a 3.5 metros por segundo, todas las distancias y tiempos se habrían reducido a un tercio e igualmente hubiera bastado el tercio de un segundo para que se hubiera asomado al tercer carril antes del choque.

Las preguntas que surgen naturalmente son ¿Por qué ambos, el automovilista y el peatón llegaron hasta ese momento crítico? ¿Por qué ninguno de los dos pudo verse o no quiso o no pudo medir el riesgo? ¿Fue una simple distracción o uno de los dos o los dos venían en algún estado que hacía difícil su reacción, mezclado con factores de imprudencia como la velocidad o el deseo de cruzar velozmente la avenida en el momento de un punto ciego?

¿Es María Josefina Gamboa Torales la víctima, la victimaria o ambas? Hasta el momento no existe investigación de la autoridad que las responda.